Nadal encuentra un bálsamo en Gasquet
El campeón de 22 grandes se reconduce ante el francés (6-0, 6-1 y 7-5, en 2h 17m) y se cruzará en los octavos de Nueva York con el agresivo Tiafoe: “He elevado el nivel”
“Trágame, tierra…”, viene a decir Richard Gasquet cuando la grada de la Arthur Ashe le aplaude al unísono: no le apoya, en realidad se apiada. Las palmas y los gritos no son más que una señal de compasión. El francés, cuyos buenos días quedan ya muy lejos, acaba de lograr su primer juego e interrumpir la secuencia avasalladora de Rafael Nadal, que ya le ha endosado nueve y arremete como la peor de sus pesadillas. Entre ambos, la historia se repite, bucle cruel para el estiloso francés: el cara a cara refleja un 18-0. Y eso que en la adolescencia, vaticinaban algunos, el bueno de la quinta era Gasquet, que al menos discute la última manga y maquilla: 6-0, 6-1 y 7-5, tras 2h 17m.
Después del resbalón del martes –cedió el primer parcial contra Rinky Hijikata– y de la zozobra del jueves –entregó otro al empezar contra Fabio Fognini–, Nadal encuentra un manantial. Obtiene peloteo y ritmo, pule los golpes y compite a velocidad de crucero. También se topa con un rival que sale a la pista condenado y al que exprime para sacarle todo el jugo. Es una velada de experimentación, perfecta ahora que se avecinan las curvas. Prueba tiros, ensaya maniobras y eleva la temperatura de su tenis, llevándose al final un buen puñado de cosas interesantes al hotel. Tras dos jornadas a contrapié, el mallorquín es mucho más reconocible.
Aumenta el volumen de su juego y también el de su box. Desde allí observan su padre y su hermana, recién incorporados a la expedición, y desde allí le recomiendan sus técnicos que hurgue en el revés de un rival que es un flan. Gasquet tiene clase, pero su tenis tiene un sabor demasiado añejo, como si se hubiera anclado en ese 2008 en el que le arañó por última vez un set. A excepción de la triple opción de break de la que dispone al principio y del arrebato final, el resto de la noche se traduce en un engorroso compromiso para él. Y eso que Nadal, deportista de los pies a la cabeza, afloja para evitar el escarnio.
“Le deseo lo mejor, es un muy buen amigo”, expresa el español sobre la pista. La estadística refleja una jornada de crecimiento y lo constata el balear, que dos noches atrás vivió un cruce de perros. “Un poco más grande de lo habitual, pero está bien. Sigue ahí”, se refiere a su maltrecha nariz, que se golpeó de manera involuntaria con el arco de la raqueta. Se aprecia la marca de guerra. “Son tres partidos ya, creo que he elevado el nivel y estoy contento”, prosigue mientras el cuadro le empareja con Frances Tiafoe en los octavos.
El estadounidense, un pegador desconcertante, asoma con exacerbado optimismo pese a los precedentes. Las dos veces que se enfrentaron (Australia y Madrid en 2019) no hubo excesivo debate, pero aun así ofrece un discurso más bien bravucón. “Soy un jugador distinto al de entonces, mucho mejor. Voy a ir a por él”, dice el 26º del mundo, que prometía y todavía se le espera. “Es un gran jugador, muy carismático y muy rápido. Yo debo seguir mejorando para progresar. Espero que una victoria como la de hoy me ayude a elevar mi nivel de juego y confianza”, confía Nadal.
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