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David Valero desafía al imbatible Tom Pidcock en el Mundial de bicicleta de montaña

El granadino, medallista de bronce en los Juegos de Tokio, llega a Les Gets como uno de los favoritos ante el campeón olímpico inglés, que busca su segundo arcoiris tras el del Mundial de ciclocross

Carlos Arribas
Mundial bicicleta montaña 2022
David Valero, durante la prueba de relevos, el jueves en Les Gets.REAL FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE CICLISMO (REAL FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE CICL)

En Morzine y sus alrededores, hasta Les Gets, no muy lejano, solo se ve chavales en bicis de montaña o de descenso pedalear animosos por las carreteras hacia los empinados caminos de las laderas. Por allí se pasea estos días Peter Sagan, que compite en el Mundial con bici eléctrica, y queda 16º, antes de volver el domingo a la carretera. Por allí, en los Alpes franceses, a la sombra del Joux Plane que aterra, pasó Tom Pidcock la jornada de descanso del pasado Tour, hace mes y medio ya, un par de días antes de dejar a todo el mundo con la boca abierta con su descenso de funambulista loco y acelerado de la Croix de Fer y de su ascenso victorioso al Alpe d’Huez.

Por allí, en el paraíso del mountain bike, en Les Gets justamente, el domingo a las 15.15, buscará el prodigioso inglés, tan piccolo de talla como gigante de talento, la segunda joya de la triple corona que ambiciona. En enero ganó en Fayeteville (Arkansas, EE UU) el arcoíris del ciclocross; en septiembre, asaltará en Wollongong (Australia, junto a Sidney) el arcoíris de la carretera; entre media, quiere sumar el de la bicicleta de montaña, disciplina de la que en agosto pasado se proclamó ya campeón olímpico en las laderas del volcán Fuji, junto a Tokio. Lo conseguirá el inglés, de 23 años, no se lo impide el nueve veces campeón, el eterno suizo Nino Schurter, siempre favorito, como lo son también el rumano Vlad Dascalu, el italiano Filippo Colombo o los franceses Titouan Carod, Jordan Sarrou o Victor Koretzky. Estarán todos los grandes. Tan solo faltará el neerlandés Mathieu van der Poel, tan polivalente como Pidcock, capaz de ser campeón de todo, y más cansado que ninguno después de correr el Giro y el Tour.

Y estará, y mucho, por supuesto, el valeroso David Valero, el ciclista de Baza, Granada, que se ha transformado después de su medalla de bronce en los Juegos de Tokio, y su ambición ya no tiene límites.

“El año va de lujo, no nos podemos quejar. A ver cómo salen las dos carreritas que nos quedan, y ya está...”, dice Valero, por teléfono desde el Chalet A de la selección española en la ciudad alpina. “La medalla olímpica me dio mucha tranquilidad, y ganas, me ha quitado la presión que me metía para obtener buenos resultados. Ya no pienso en eso. Ya demostré lo que valgo, lo que soy”.

En 2010, el catalán José Antonio Hermida ganó el Mundial en Canadá, en el Monte Sainte Anne, y Hermida, también medallista olímpico y dos veces bronce mundial también, es el único que ha subido al podio. El responsable técnico de la federación, Mikel Zabala, está deseando sumar otro nombre: “Claro que puede hacer otro Tokio. Está, a los 34, en el mejor año de su vida”, dice Zabala. “Ha ganado la prueba de Copa del Mundo en Snowshoe [estación de esquí estadounidense en los Apalaches, Virginia Occidental, en el condado de Pocahontas], ha hecho tercero en Canadá y va segundo en la general de la Copa del Mundo, tras Schurter”.

A su regreso de Canadá, Valero se concentró 13 días en Sierra Nevada, bajó dos días a Baza, a su casa, y voló hasta Les Gets. Alto, muy alto, y desgarbado, monta una BH, se entrena con Carlos Coloma, el medallista de Río y los grandes mostachos, aunque, cuando sube a concentrarse a La Rioja pasa de cruzar los guantes con José Ignacio Barruetabeña, Barru, el boxeador que les prepara mentalmente. “No tengo muchos brazos para ponerme muchos guantes. A la primera caigo redondo, me hacen un KO”, se ríe el granadino, que, sobre la bici, no teme a nadie, ni al Pidcock que después del Tour dejó aparcada la bici de carretera, se concentró en altura, escuchó, dice, la llamada de la mountain bike, que le reclamaba, y, el domingo pasado volvió a competir, ganando en Múnich un campeonato de Europa al que Valero había renunciado para llegar más fresco al Mundial. “Sabía que iba a estar muy bien”, dice el corredor del Ineos, uno que mentalmente siempre se muestra muy seguro. “Y gané”.

“¿Imbatible Pidcock? Es humano, no somos ninguno imbatibles. Es un Mundial, una carrera de hora y media, en un circuito con 1.200 metros de desnivel, y pueden pasar muchísimas cosas. En mountain bike hay muchísimos factores que alteran la carrera. No sé lo que puede pasar y lo que no”, dice Valero. “He corrido con él en varias Copas del Mundo que ganó él, en mayo. Él ya estaba a un gran nivel, y yo no estaba a mi cien por cien. Pero aquí es otra cosa. Yo ya estoy en buena condición y el circuito es muy duro. Él sale en tercera o cuarta línea, y a ver cómo remonta, con qué fuerzas llega adelante. Vimos que ganó muy fácil el Europeo. Cuenta como favorito. Será la rueda a ver”.

Valero y su equipo han analizado el recorrido. Tiene ya en mente situaciones ideales distintas, y en la cabeza las llevará para reaccionar según se plasmen en el barro y las piedras en una carrera en la que estará alerta, pero sin dar la cara hasta que no llegue el momento. “Estar hora y media delante, atento a los ataques, a lo mejor me puede pasar factura. El circuito es muy duro”, explica, y luego radiografía lo que cree que pasará, su carrera ideal. “Va a ser una carrera muy rápida porque habrá gente que quiera romperla de inicio. Luego, cuando se haya hecho una selección, seguramente, habrá un poquito de parón para vigilarse. Y, al final, a partir del minuto 40, minuto 50, el ataque definitivo. Veremos quién aguanta los últimos 30 minutos. Pidcock es muy completo y el circuito, también, subidas y bajadas de todo tipo. No sé dónde se romperá, subiendo o bajando. Lo mejor para mí es una subida larga con un final duro en la que pueda martirizarlo un poquito y al final hacerlos que agonice, que luego en la bajada tome yo un poquito de aire y ellos puedan cometer algún error”. Y, entonces, cerca de las 16.30 del domingo, mirará para atrás, sonreirá en su interior, y pedaleará sin volverse más hasta la meta. O así lo sueña quien de adolescente se atrevió a decirle a su padre que ya no trabajaría más en el campo, que sería ciclista y campeón. Y ya no le teme a nada.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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