Caos total para seguir al Rayo Vallecano
Los aficionados hacen colas de hasta 30 horas para conseguir su abono, mientras el club no da abasto a tanta demanda al no habilitar las altas ‘online’
Sale el sol en Vallecas y se abren las tres taquillas que tienen en vilo a todo un barrio. Son las nueve de la mañana, pero hay gente que lleva esperando desde las seis o las siete. Una fila de poco más de un centenar de personas aguarda para poder adquirir su abono de temporada del Rayo Vallecano, el objeto más preciado y más difícil de conseguir estos días en el barrio del sur de Madrid. Con el paso de las horas, la fila, más que avanzar, va creciendo hasta dar la vuelta por la calle del Arroyo del Olivar. Varios de los que este martes intentan conseguir el valioso carnet cumplen su cuarto día de penitencia forzosa bajo el sol veraniego. “Nunca había visto algo así en mi vida”, afirma Paco Pérez, concejal de Más Madrid en el Ayuntamiento de Madrid y aficionado del Rayo Vallecano. “Nos hemos sentido maltratados. Esta situación es anacrónica e impropia de un club de Primera División”, reclama este afortunado que solo tuvo que hacer cola durante ocho horas.
A principios de agosto, el Rayo comenzó con la campaña de renovación de los abonados hasta la temporada pasada. Esta tardanza, a solo unos días de que empezara la competición, se debe, según explican desde el club, a las obras en una parte del estadio, que tenían paralizada la venta de las localidades hasta que se terminaron a finales de julio. Los trámites para la renovación pueden realizarse on-line, pero es necesario acudir al estadio para recoger el carnet.
Sin embargo, el problema está en los nuevos abonos, cerca de 2.500 de los casi 12.000 con los que cuenta el club, y para los que no se ha implementado la opción de alta por on-line. Según argumenta el club, esta medida busca no discriminar a aquellas personas que no tienen acceso a internet. Además, el proceso de altas para este colectivo se abrió el pasado viernes, con la liga ya comenzada, y tiene que realizarse en las tres taquillas habilitadas en el Estadio de Vallecas. A un ritmo de entre 600 y 700 registros al día, no son capaces de dar abasto a toda la demanda, muy superior a la que esperaban en el club.
Este martes, la situación estaba mucho más relajada que durante el fin de semana, cuando incluso llegó a acudir la policía para poner orden. En los últimos metros antes de llegar a la puerta que da acceso a las anheladas taquillas, aparece pintado en los adoquines del suelo una especie de paseo de la fama. En él están escritos los nombres y las marcas de tiempo de aquellos aficionados que pasaron la noche al raso para conseguir su abono. Borja Sanz, un estudiante de 19 años, sonríe al ver su firma al lado de un 30-2=28. “Me descontaron dos horas porque fui a casa a ducharme”, recuerda entre risas, señalando el adoquín de al lado donde aparece el nombre de un amigo suyo que alcanzó las 33 horas. “Él aguantó, pero no te imaginas cómo olía”, bromea.
Sanz volvió a la fila en la que estuvo desde las 10 de la mañana del sábado hasta las 4 de la tarde del domingo. Recuerda a la señora que le ofreció un bocadillo de tortilla, las cartas con los compañeros de fila para pasar el rato por la noche, y las canciones de la gente para animar la espera. “Sin el buen rollo que había hubiera sido imposible”, explica. “El primer día me quedé a solo unos metros cuando cerraron las ventanillas. Después de todo el día ahí no me iba a marchar y decidimos pasar la noche aunque no teníamos sillas ni nada parecido. No dormí nada pero me divertí mucho con la gente. Al día siguiente tardamos como seis horas en avanzar los 100 metros que nos quedaban hasta las taquillas”.
El error de Sanz fue el de no venir preparado para la guerra. Este martes, el panorama es muy diferente del que se vivió el fin de semana. Todo el que acude a la cola llega bien pertrechado con una silla de playa y una bolsa con comida y bebida. Venir en grupo es fundamental, ya que los relevos son esenciales para poder sobrellevar las horas de espera. Algunos, como un matrimonio que aguarda en la recta final de la fila, han aprendido a base de la experiencia de los otros días. “Este es nuestro tercer intento y parece que ahora sí”, confía la mujer. Su marido explica que pasaron todo el sábado en la cola, volvieron el domingo, y al no tener éxito, decidieron esperar al martes a ver si se encauzaba la situación. Después de cinco horas, solo una decena de personas se interpone entre ellos y el ansiado carnet.
El club reconoce su error de cálculo a la hora de gestionar una demanda que no esperaban tan elevada. La temporada pasada no se consiguieron vender todos los abonos, pero este año están convencidos de que acabarán colgando el cartel de no hay abonos. Los jugadores se solidarizaron el fin de semana y publicaron su apoyo en redes sociales a los aficionados que aguardaban durante una espera eterna a las puertas del estadio. “A pesar de las dificultades, ustedes siempre responden”, comentó Óscar Trejo, mediapunta del Rayo. Sin embargo, los aficionados están cansados de tanta dificultad.
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