El Tenerife anestesia al Girona en la ida del ascenso a Primera División
El equipo catalán propone el fútbol pero se queda sin pegada para firmar el empate a cero frente a un Tenerife muy defensivo
Envuelto en un mar de bengalas rojas y cánticos de ánimos, el autobús de los jugadores del Girona alcanzó Montilivi con un chute de adrenalina y motivación, sentida comunión con la hinchada que pareció presagiar la mejor de las noches. Pero delante estaba el Tenerife, cloroformo puro, equipo que juega en su campo y echa el pestillo para buscar una contra esporádica. Coyuntura que no sucedió como tampoco se dio la algarabía del Girona, que no pasó de las tablas a cero para dejar el desenlace en suspense, pues el próximo domingo se volverán a medir en el Heliodoro para saber qué equipo es de Primera.
Fue un duelo de estilos, un envite en el que el Girona pretendió amasar la pelota al tiempo que el Tenerife se contentaba con tratar de llevarla al área rival con un desplazamiento largo que buscara el pecho de Enric Gallego. Un fútbol un tanto simplón y primitivo en lo ofensivo que, sin embargo, era de lo más aseado en defensa porque no había un solo jugador que se hiciera el longuis para correr hacia atrás, esfuerzo y solidaridad por bandera. Suficiente para anestesiar el ataque asociativo del Girona. Y eso que Pol Lozano construía con acierto, diligente en la entrega; y eso que Iván Martín y Aleix García ponían el quiebro y la conducción; y eso que Arnau Martínez, un lateral largo, sacaba centros —todos huérfanos de rematador— sin parar. Pero no había manera de conectar con Stuani, que se peleaba por su parcela en el área rival, escaso de ingenio el equipo para filtrar el último pase, para probar a Soriano. Así se constató en la primera parte, con un único disparo manso y centrado de Iván Martín, con un remate alto de cabeza de Juanpe y, finalmente, con un remate cruzado de Baena que el portero acabó por escupir. Mucho más, en cualquier caso, de lo que logró el Tenerife, que no probó a Juan Carlos ni por asomo en todo el envite, enrabietado el técnico Ramis porque a sus jugadores les quemaba la pelota, incapaces de dar tres pases seguidos.
Sin toque para desconchar a la abigarrada zaga rival, el Girona persistió con una nueva vía, con los explosivos arranques de Baena. En uno de ellos, Sergio González le robó el esférico cuando podía plantarse ante el guardameta; y en otro, acabado con un centro, por poco no se hizo un gol en propia puerta León. Pero no había manera. Por lo que llegó la rueda de cambios, nuevos delanteros en el Girona para buscar el picante que faltaba; nuevos medios y zagueros en el Tenerife para refrescar las piernas.
Nada que cambiara el guion del encuentro ni la historia de esta eliminatoria —acaso una falta de Aleix García que Soriano detuvo a tiempo—, citada en Tenerife la próxima semana y con todo por resolver.
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