Alcaraz deja su primera huella en la Chatrier
El murciano de 19 años logra su primer triunfo en la central de Roland Garros, ante Londero (6-4, 6-2 y 6-0, en 1h 51m), y se medirá en la segunda ronda con Ramos
La tarjeta de presentación de Carlos Alcaraz en la pista central de París llega a su manera, fiel a su estilo, en forma de pepinazo. El primer pelotazo del murciano en la Philippe Chatrier marca 200 kilómetros por hora e impacta contra un sexagenario que lo encaja imperturbable, quizá sin ser del todo consciente de que se llevará una moradura histórica a casa. Es la huella genuina de Alcaraz el relámpago, la derecha más demoledora del circuito en estos momentos. El estreno contra el argentino Juan Ignacio Londero se resuelve por la vía del oficio (6-4, 6-2 y 6-0, en 1h 51m) y deja un poso de jerarquía: abran paso, que aquí estoy yo, viene a decir el chaval.
Dura en realidad Londero (141º y 28 años) lo que tarda en llegar la primera opción de break. Se produce en el desenlace del primer parcial y Alcaraz, que se desempeña ya como lo hacen las figuras, golpeando cuando se debe golpear, marca un antes y un después en el duelo. Logra la rotura y a partir de ahí, zurriagazo a zurriagazo, acaba con la resistencia de su rival, aguerrido de principio a fin. No ha dado nunca a torcer su brazo el argentino, consumido de tanto ir y venir, de resistir, de tratar de acolchar le bola de plomo del español; pero hoy día, ahora mismo, no parece haber antídoto contra él, campeón en Barcelona y Madrid, todo un aspirante en París.
Londero se revuelve y responde en cada peloteo, pero acaba reducido a un mero tentempié. No hay color. El pulso ha empezado con un trallazo y se cierra con un rosco, y eso que Alcaraz no ha necesitado pisar a fondo el acelerador. “La victoria pertenece a los más obstinados”, decía Roland Garros, aviador que no tenista; así lo recuerda la inscripción que figura en las tribunas laterales de la pista (en francés e inglés). El argentino lo ha puesto todo sobre la mesa, pero termina entre suspiros, resignado, aceptando la situación: hoy por hoy, el chico de El Palmar es un tormento y transmite esa sensación de haber ganado la batalla psicológica de antemano. A excepción de ese desliz en Montecarlo, no hay de momento quien pueda ponerle freno sobre tierra.
Son 29 victorias esta temporada –únicamente por detrás de Stefanos Tsitsipas, con 31–; son 11 consecutivas desde que abriera la secuencia en el Godó y este miércoles buscará la duodécima. Será frente a Albert Ramos, precisamente el jugador ante el que firmó su primer triunfo en el circuito de la ATP. Tenía entonces 16 años y ahora disfruta de los 19. De un extremo a otro, la revolución. Aquí está Alcaraz, agasajado por la grada francesa, algo más de media entrada en el último turno del día; encantado todo el mundo con la ascensión del joven que apareció por primera vez en el torneo hace dos años, en la fase de clasificación, y que la edición pasada se quedó en la tercera ronda, pero dejando ya pinceladas de su proyección.
“Este torneo es especial. Lo he visto desde pequeño y es un placer jugar aquí”, le dice antes de enfilar el vestuario a Alex Corretja, el interlocutor elegido por la organización. “Hoy me he dado cuenta de que hay que adaptarse a este tipo de pistas. El partido es muy largo y te da tiempo a coger las dimensiones”, prosigue. Ha sido su première en la gran central de Roland Garros, donde ya figura la huella de Alcaraz y se reconocen el sonido y la ferocidad de sus tiros supersónicos. Puro vértigo. Y si no, que se lo pregunten al hombre del pelotazo.
“ME HA SORPRENDIDO QUE HAYA TANTA GENTE APOYÁNDOME”
El día previo a su debut en la central parisina, Alcaraz vivió una situación novedosa, pero cada vez más frecuente para él, cuando tuvo que salir escoltado del entrenamiento debido a que la multitud le había rodeado para solicitarle un autógrafo o una instantánea. Las redes sociales expandieron las imágenes del tenista rodeado por un cerco de seguridad, engullido por una masa enfervorizada que le ha adoptado este año como la gran sensación del torneo, el jugador a seguir.
“Me ha sorprendido que haya tanta gente apoyándome, la verdad. Me siento muy afortunado de poder vivir este tipo de experiencias aquí, en París. Poco a poco voy acostumbrándome”, expresó, admitiendo que suele consultar el móvil para comprobar qué se dice de él por ahí: “Aunque intento estar un poquito apartado, veo mi foto entre los candidatos a ganar el torneo y me lo tomo como una motivación extra”.
Volvió a emitir un mensaje ambicioso –“me gustaría levantar el trofeo en esta pista, delante de todo el mundo”– y dice alegrarse de que el resto de los jugadores le respeten cuando le ven al otro lado de la red.
Preguntado sobre lo mejor y lo peor del nuevo estatus que está adquiriendo, indicó: “Lo mejor es que estoy al alcanzado mi sueño. Soy muy feliz de jugar este tipo de torneos y en este tipo de estadios, porque no todos pueden hacerlo. Y lo peor es que ya no puedes ser una persona normal más allá de las pistas; ya no puedes ir a un restaurante como cualquier otra persona y ese tipo de cosas…”.
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