El último demonio de Anfield
El extremo colombiano Luis Díaz, indígena guajiro, se gana la admiración de la hinchada del Liverpool en tiempo récord
Julio Avelino Comesaña es una leyenda de Barranquilla. Nadie ganó más títulos para el Júnior que este entrenador uruguayo que a sus 75 años sigue con las botas puestas. Al teléfono desde la concentración del Medellín, que ahora dirige, se emocionó al recordar la noche en que descubrió al guajiro de 17 años que respondía al nombre de Luis Díaz.
“Fue en Copa Colombia”, dice; “nos tocó jugar contra nuestro equipo filial, el Barranquilla FC, y nos volvió locos. Jugó por la izquierda, se fue a la derecha, nos enfrentó sin miedo, y yo diría que nos dio una lección de fútbol. Yo dije como dicen los brasileños, ‘no preguntes cuántos años tiene; si juega bien ponelo”.
Algo parecido debió pensar Jürgen Klopp después de verle entrenar una sola vez con el resto del equipo. Al día siguiente, contra su costumbre en un orden en el que los jugadores tardan en adaptarse, le hizo debutar contra el Cardiff en la Copa de Inglaterra. A los 10 minutos de acción The Kop estaba en pie. Su énfasis endemoniado al perseguir a un oponente hasta robarle la pelota y darle la asistencia a Minamino tocó el sistema nervioso de la muchedumbre. Desde entonces no ha vuelto la vista atrás. Sus cuatro goles y sus cuatro asistencias en 18 partidos apenas reflejan su impacto en el juego del Liverpool. El extremo derecha comienza a ser de su propiedad. El domingo entró al campo con el derby empatado y en dos acciones fulgurantes (2-0) reenganchó al equipo a la Premier.
Juan Foyth y Raúl Albiol, los guardianes del flanco derecho del Villarreal, tendrán trabajo en Anfield. Deberán frenar a un jugador de 25 años que pide todas las pelotas. Una de las apariciones más rotundas de la temporada —junto con Vlahovic, Antony y Danjuma—.
“Solo había unos pocos jugadores en Europa que podían venir a Liverpool a jugar de manera inmediata”, observa Pep Lijnders, técnico asistente de Klopp. Indeciso entre pagar 40 millones de euros por Danjuma al Villarreal o 45 millones al Oporto por Díaz, en enero el Liverpool se inclinó por el colombiano. Según fuentes próximas a la operación, los técnicos sopesaron las garantías. Díaz venía de completar dos temporadas en la Champions, mientras que Danjuma, que el año pasado jugaba en la Segunda inglesa, se había estancado en el Villarreal tras sufrir una lesión en noviembre. Esta noche, el destino cruzará a los dos extremos diestros en el mismo campo.
“Él desde juvenil tenía características difíciles de encontrar”, recuerda Julio Comesaña; “porque los jugadores veloces generalmente no tienen resistencia anaeróbica. No consiguen hacer esfuerzos intensos continuos. Lucho recorría la cancha de área a área a un ritmo muy fuerte, y encima cambiando de ritmo en carrera. Era delgado, sus músculos eran finos, secos. Y tenía coraje. Hoy en día todo el mundo se pasa la pelota cada vez más, pero cuando hay que resolver, cuando ya no hay más pases, Lucho demostraba mucha valentía en el regate”.
Un chico formal
Carlos Valderrama fue el primero que alertó al Júnior de la existencia de un fenómeno desapercibido por rústico. El veterano mediocampista, que en 2015 oficiaba de seleccionador del equipo nacional colombiano de pueblos indígenas, reclutó a Luis Díaz en su pueblo, Barrancas, una pequeña localidad del departamento de La Guajira, en la costa del Caribe.
“Los futbolistas de esa zona tienen el sentimiento del costeño”, explica Comesaña. “Por lo general son folclóricos, toman la vida con más informalidad, le pasan por arriba a las dificultades que a los del sur nos angustian. Pero Lucho siempre fue formal. A sus paisanos les gusta la música y el baile. A Lucho lo veías y parecía que no estaba, ¡pero cuando empezaba a jugar enseguida aparecía!”.
El mito del indio que abandona el monte para integrarse en la civilización balompédica, muy difundido entre los ojeadores europeos que siguieron al jugador, es desechado por Comesaña. “Normalmente contamos historias de miseria que son novelas”, dice. “Yo fui a conocer a su familia. Lucho no vino de la pobreza extrema. Creemos que la riqueza del dinero va a solucionar todo y nos hará felices, pero ves a esa gente, serenos y contentos, y te preguntas, ¿dónde está la felicidad? La felicidad es tener una voluntad entrenada para salir a pelear por aquello que queremos lograr. Lucho se crió así, en un hogar donde había respeto y cariño”.
“En Liverpool”, concluye el mentor, “ha demostrado algo que define a las personas inteligentes: se adapta rápidamente. Otros se encuentran algo que no esperaban y ahí murieron. Lo que hizo Lucho apenas llegó no es propio de un ser humano normal”.
Anfield invoca lo sobrenatural. Por apenas tres millones de euros de salario neto —un cuarto de lo que gana Salah— el guajiro de Barrancas también.
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