Panenka contra las pesadillas
Benzema mantiene con vida a los blancos de penalti tras dos fallados en Pamplona y Vinicius anota después de una espectacular carrera en la banda
La víspera del partido, Pep Guardiola explicó lo que iba a pasar al día siguiente cuando su equipo tuviera sometido al Real Madrid. Los de Ancelotti no temblarían, aguantarían de pie. El técnico del City puso como ejemplo la noche en la que se habían visto 0-3 por detrás del Chelsea en el Bernabéu. En el Etihad no se enfrentaron a esa pesadilla, sino a un resumen de varias de las últimas. Varane derretido hace dos años en el mismo escenario, Vinicius saliendo de Mánchester sin haber calentado siquiera, y Benzema parado ante el punto de penalti después de que Sergio Herrera, el portero de Osasuna, le hubiera detenido dos en el mismo punto de su portería de El Sadar. Pero Guardiola ya había anunciado lo que sucedería. No le quema la pelota. La pide. Da un paso adelante.
El partido estaba 4-2, el City tenía una ocasión tras otra para seguir sumando, y el francés se encontró con el balón posado a once metros de Ederson y un torbellino de cábalas sobre el lugar al que lo lanzaría después de esos dos errores seguidos. Deshizo la tormenta a lo grande. A lo Panenka. Era su segundo gol de la noche, el noveno de los últimos once del Madrid en la Champions. La vida del Real en esta Copa de Europa la custodia Benzema, que impidió que toda esa colección de malos recuerdos aplastara al equipo y lo sacara de la competición.
La medida de la angustia a la que fue sometido el Madrid en el Etihad la dio Militão un minuto antes del descanso. Celebró con un puñetazo al aire que una falta lanzada por De Bruyne hubiera terminado en un pelotazo a la barrera. Era la segunda mayor alegría de esos 44 minutos, después del primer gol de Karim.
El vídeo de los goles y el resumen del partido
Casi todo lo demás habían sido sombras de su última vez en el Etihad, cuando vio cómo a su lado se derretía Raphael Varane y propiciaba dos goles. El francés estaba encargado ese día de la jefatura de la defensa por la ausencia de Sergio Ramos, expulsado en la ida y por tanto sancionado. Esta vez el derrumbe fue incluso más rápido. En diez minutos se había deshilachado el corazón de la defensa y cualquiera parecía bienvenido en el área pequeña: 2-0.
Otro que debió de sentir agrios aromas del pasado fue Vinicius, que en esa noche en que cayeron en octavos vio todo el partido desde la grada sin haber salido a calentar siquiera después de un desencuentro con Zidane. El brasileño almacenó aquel rato en el asiento en la estantería de sus peores recuerdos, perder y no poder ayudar. Esta ida de las semifinales se le presentaba como la ocasión propicia para el desquite, en particular porque el lateral que tenía delante no estaba en las mejores condiciones.
Guardiola había tejido una red de misterio alrededor de las circunstancias en las que presentaría un lateral derecho. Walker y Stones llevaban días sin entrenar por sendas lesiones, y la tarde antes del partido, solo los sacó al campo de trabajo cuando los empleados del club se habían llevado a los periodistas y no miraba nadie. Al empezar el partido, Vinicius tenía delante a Stones, cuyo estado resultaba al menos dudoso. Pero en plena avalancha del City, apenas pudo probarlo. Además, Guardiola también le había preparado protección extra, de Mahrez o de Bernardo Silva. Stones solo aguantó media hora en el campo y se fue sin un rasguño del brasileño.
En el lugar de Stones entró Fernandinho y la cosa se le puso peor al brasileño. Se le escapó, centró y el City se puso 3-1. Ancelotti le abroncó, otra vez un técnico ofuscado con él. Pero en la siguiente jugada Vini lo burló en su propio campo, corrió, y corrió, y terminó marcando. Se sacó de encima su pequeña espinita mancuniana, pero en esta Champions la vida, y el pulso, los maneja Karim Benzema. Hasta a lo Panenka: “Eso es confianza y ya está. Tengo mucha confianza en mí”, dijo luego. Precisamente lo que había anticipado Guardiola.
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