La presión del Liverpool abruma al City en la Copa
Hipotecado por su endeble defensa de suplentes, el equipo de Guardiola cae en la semifinal (3-2) ante el empuje inicial de un rival mucho más decidido bajo el liderazgo de Sadio Mané
Los equipos que mejor han jugado al fútbol esta temporada en Europa se cruzaron este sábado en la semifinal de la Copa de Inglaterra, primero de los tres títulos que se disputan bajo la condición de favoritos. A falta de conocer el desenlace de la Premier y de las semifinales de la Champions, el Liverpool de Jürgen Klopp aplastó al Manchester City de Guardiola y se aseguró un puesto en la final copera. Lo hizo con una autoridad asombrosa frente a un adversario que pagó cara la rotación. Resultó que Steffen, Aké y Fernandinho, suplentes habituales mal sostenidos por Stones, no le aguantaron ni medio partido a Sadio Mané, punta de lanza del ataque y líder de una organización defensiva tan impecable como atrevida. La multitud red congregada en Wembley se dio un homenaje desde que el marcador lució el 3-0 al descanso.
Klopp está entusiasmado con el colombiano Luis Díaz. Para hacerle un hueco en el equipo titular, el entrenador del Liverpool le asignó el extremo izquierdo, hasta hace poco el reducto sagrado de Mané. La maniobra, lejos de generar un conflicto con el mejor jugador del equipo, hizo feliz a los dos protagonistas. A Díaz, porque se situó en su posición natural; y a Mané porque le permitió saciar su ambición de nueve. El doble encaje puso en funcionamiento toda la maquinaria. La victoria del Liverpool se edificó a partir de la presión que dirigió Mané contra los centrales y el portero del City, estirando en el acordeón a todos sus compañeros, que le siguieron disciplinados, cada uno ahogando a su hombre.
Hasta hace pocos años una disposición táctica así habría destrozado los nervios de muchos entrenadores que se suponen valientes. Klopp se atrevió a caminar sobre la cornisa. Cada vez que el City intentó salir jugando a ras de hierba, Salah saltó con a Aké, Mané con Stones y el portero Steffen, Luis Díaz sobre Cancelo, Thiago con Fernandinho, Keita con Bernardo Silva, Fabinho con Foden, y los laterales Alexander Arnold y Robertson se dispararon a la mínima sobre los laterales contrarios, según la dirección de la jugada. La cadena de emparejamientos dejó a Konaté y Virgil van Dijk mano a mano contra dos delanteros, normalmente Sterling y Jesús. Sin red de seguridad atrás, el Liverpool se lo jugó todo al poder de persuasión de Mané sobre sus compañeros y a la intimidación que causaron en el campamento de enfrente. El acierto fue total. Atosigado en todas las vías de salida, el City se encontró cerrado. A los pocos minutos de partido comenzó a lanzar en largo, librando la posesión al combate aéreo. Ahí se impusieron los talludos Fabinho, Konaté y Van Dijk, que rápidamente buscaron a Thiago o al propio Mané.
El senegalés se ocupó del trabajo de tres hombres. Con el balón ofició de extremo, de falso nueve y de interior, y sin la pelota se multiplicó en zonas intermedias para liderar la defensa por anticipación. Gracias a una jugada suya el Liverpool obtuvo el córner que Konaté despachó a la red después de una irrupción imparable. Llevándose por delante a Jesús y Aké, el francés cabeceó el 1-0. Antes de 10 minutos, el City se encontró desposeído del balón, por debajo en el marcador y a merced de una zaga completamente temblorosa. Aké, un suplente habitual, no sirvió para apuntalar al lánguido Stones; Zinchenko, el lateral izquierdo, lleva meses sin jugar con regularidad; y Cancelo, en el lateral derecho, actuó en su línea, muy inseguro con el balón. Lejos de estabilizar una estructura, el viejo Fernandinho exhibió en sus piernas los largos meses de un invierno que ha transcurrido más bien inactivo.
Steffen regala el 2-0
Los mediocampistas y los atacantes del City debieron desanimarse cada vez que miraban hacia atrás. La frustración se extendía por las filas azules, incapaces de articular una cadena de pases digna de su prestigio, cuando Zack Steffen, el portero suplente, procuró imitar a Ederson. Cuando Stones le retrasó una pelota, la controló, hizo una pausa, la volvió a tocar para acomodársela y, cuando dudaba sobre si darle otro toque, se le presentó Mané. El senegalés hizo 20 metros como un rayo y le punteó el balón a la red. Transcurría el minuto 17 y la semifinal estaba sentenciada.
Con el 2-0 en contra, el City se sumió en un juego fantasmal. Inseguros ante las vacilaciones de su defensa, los jugadores dejaron de creer en lo que hacían. Por si acaso, Van Dijk y Konaté cortaron de raíz cualquier asomo de progreso, en un contraste jerárquico chocante respecto a la zaga del otro lado del campo. Fue en este estado de estupor que el Liverpool se creció. No solo porque redobló la presión con la misma saña, sino porque comenzó a soltarse con la pelota también. Al filo del descanso, tras una finísima combinación de Thiago, que repartió el juego rodeado de defensas y sin espacios, Mané metió el 3-0.
La segunda parte quedó para cumplir con el expediente. Al City le sirvió para limpiar la imagen empañada. El gol de Grealish en la reanudación animó a las hinchadas, y el tanto de Bernardo Silva en el descuento hizo pensar en una remontada extraordinaria. Nada que la realidad no desmintiera después de que las defensas decidieran el duelo entre los equipos que mejor atacan.
Crystal Palace y Chelsea disputarán este domingo la otra semifinal.
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