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En Augusta no se puede usar el móvil, pero vuelan los drones

El Masters sigue innovando televisivamente mientras en el campo la tradición no se altera una pizca

El coreano Sungjae Im, en el hoyo 12.
El coreano Sungjae Im, en el hoyo 12.MIKE SEGAR (REUTERS)
Juan Morenilla

Parece una escena de una película de ciencia ficción. Sobrevolando el lienzo que es el campo del Augusta National, donde cada color y forma está exactamente cuidado como en el cuadro de un pintor, y hasta la gravilla está rociada de verde para no desentonar, la presencia de los drones produce un curioso contraste. En un paraíso que es el summum de la tradición, la tecnología se ha abierto un hueco en el aire. El Masters prohíbe que los espectadores accedan con teléfonos móviles (además de tener que acatar un largo listado de más restricciones y normas) y en cambio echa a volar estos aparatos para ofrecer una postal televisiva todavía más espectacular.

Mientras sobre el verde todo está milimétricamente donde tiene que estar, y nadie puede correr de un hoyo a otro, ni siquiera llevar la gorra hacia atrás, y nada cambia de un año a otro durante décadas, en el aire los drones dan la impresión de una invasión alienígena, como si unas naves modernas llegaran para conquistar un mundo de otra época en el que lo más moderno que se ve es una cámara tradicional de televisión —hasta los marcadores son manuales, no electrónicos—.

El invento es de la cadena estadounidense CBS, propietaria desde los años cincuenta de los derechos de retransmisión del Masters, la única dueña en la historia del primer grande de la temporada (actualmente cede la señal durante jueves y viernes a ESPN, y ofrece la resolución del torneo el sábado y el domingo). La primera prueba fue en 2020, en el Masters de la pandemia, celebrado a puerta cerrada y en noviembre, con unos colores muy diferentes a los primaverales de abril. Se estrenaron una cámara aérea en el hoyo 16 y dos drones. El experimento funcionó. Permitió ver otra perspectiva de un campo museístico, el dibujo de algunos hoyos y una visión global de la naturaleza que rodea a los jugadores. Así que los extraterrestres han llegado para quedarse. Para gozo de las televisiones, este año es el primero sin restricciones de público y con drones.

Silencio, se juega

El vuelo es alto. Para no molestar visualmente a los golfistas, para sortear la altura de los árboles, unos 10 o 15 metros (sobre todo pinos de Georgia) y para que el zumbido que puedan hacer no se escuche en el campo.

“La clave es que no hagan ruido. Una de las características del Masters es que no permiten que haya avionetas ni globos aerostáticos como suele haber en el US Open o en el Campeonato de la PGA. Eso no puede ser en Augusta. Son drones especiales. Los organizadores no quieren ruido en la propiedad. Por eso no hay imágenes cenitales del Masters de Augusta. No es que no quieran enseñar el terreno, es que el Masters quiere que se oigan los pájaros, la naturaleza, los aplausos y los golpes”, cuenta Daniel Carretero, el único español que durante años ha trabajado en el selecto equipo de jardineros del Masters. “La tecnología va avanzando, es normal. Que haya drones no está molestando a los golfistas”, comenta Pello Iguarán, caddie del italiano Francesco Molinari.

La historia del Masters es también la historia de la televisión en Estados Unidos. Fue precisamente la CBS la que, en 1934, emitió el torneo por primera vez en radio a escala nacional. La televisión, después de muchas negociaciones, llegó en 1956: dos horas y media de golf a lo largo de tres días, con cuatro cámaras en los hoyos 15 y 18. Unos 10 millones de espectadores dieron la bienvenida al Masters televisado, aunque algunos jugadores se quejaron de la molestia de la grabación. Era un movimiento imparable. El presidente del club, Clifford Roberts, les convenció del negocio. En 1973 se empezó a retransmitir el juego en el famoso hoyo 12 de Amen Corner, en 2003 llegó la alta definición y en 2010 el 3D. Hoy es el turno de los drones. De permitir los móviles, eso sí, ni hablar.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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