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Los ‘hijos’ de Tiger Woods hacen su revolución

Los veinteañeros que crecieron con las hazañas del campeón de 15 grandes copan la clasificación mundial y buscan la chaqueta verde

Scottie Scheffler
Scheffler, entrenándose en Augusta.Andrew Redington (AFP)
Juan Morenilla

El Masters de Augusta comienza con una de sus tradiciones más entrañables. Aún es de noche cuando cientos de aficionados se abrigan alrededor del tee del uno y un pasillo humano se abre desde la casa club y el Gran Roble. Cuando los primeros rayos de sol encienden el día, tres mitos desfilan entre los aplausos de la multitud. Uno detrás de otro, caminan despacio, como saboreando ese momento de gloria. Son los llamados honorary starters, tres golfistas encargados de dar el simbólico golpe de salida al primer grande de la temporada. Gary Player (86 años), Jack Nicklaus (82) y Tom Watson (72) volverán a enfundarse este jueves el guante para que arranque el 86º Masters de la historia. Una pétrea costumbre, un guiño al pasado en un deporte que se ha rejuvenecido más que nunca. Mientras Tiger Woods se niega a los 46 años a cerrar una era, pese a una evidente cojera y declive físico, siete veinteañeros compiten entre los 10 mejores del mundo.

A finales de mes pasado, el estadounidense Dustin Johnson (37 años) salió del top ten mundial. Ese lunes 21 de marzo quedó grabado en la enciclopedia como el día con la media de edad más baja entre los 10 primeros de un ránking que nació en 1986: 27,71 años. Y aunque Johnson ha recuperado ese puesto entre la élite, a su alrededor florecen competidores mucho más jóvenes. Scottie Scheffler solo ha necesitado 42 días desde su primera victoria en el circuito americano para llegar a lo más alto de la clasificación a los 25 años. Desbancó a Jon Rahm (27), a quien ahora siguen Collin Morikawa (25) y Viktor Hovland (24). Patrick Cantlay (30) cierra el círculo de los cinco mejores del mundo en la actualidad, Cameron Smith y Justin Thomas, ambos de 28, preceden a Johnson, y Rory McIlroy (32) y Xander Schauffele (28) completa la nobleza. En una disciplina como el golf, que permite estirar la vena competitiva hasta bien entrados los 40 —Nicklaus logró su 18º grande a los 46, la misma edad que Tiger tiene ahora—, el rejuvenecimiento es considerable. Hoy incluso aguanta la comparación con el tenis, donde hay ocho veinteañeros entre los 10 mejores (resisten Djokovic a los 34 y Nadal a los 35), mientras que Roger Federer y Serena Williams luchan a los 40 por estirar sus carreras.

“La preparación universitaria de los jóvenes es la clave”, explica José María Olazabal, que a los 56 años mantiene viva toda su pasión por el Masters, aunque él mismo no se da “ninguna opción” de pasar el corte. El vasco, doble ganador de la chaqueta verde (1994 y 99), arrastra una tendinitis que se trata con corticoides y hielo, y observa con envidia sana cómo la formación de los golfistas desde sus primeros años ha entrado en una nueva dimensión que acaba reflejándose en la élite: cada vez se preparan mejor desde adolescentes, cada vez llegan antes a la cima. “Es la tendencia desde hace bastante tiempo, es imparable. Hoy cualquier golfista joven está muy preparado física y mentalmente, y veremos que su longevidad deportiva será mayor. Y además, el conocimiento que tienen del juego es muchísimo mayor al que teníamos nosotros. Lo comprobamos en el circuito y también en la Ryder”.

Olazabal señala el foco de la revolución. La cantera universitaria de Estados Unidos se ha convertido en una fábrica de futuros campeones. De la Universidad de Arizona, por ejemplo, salió Jon Rahm como número uno amateur del mundo disparado hacia el circuito profesional. En la Universidad de Oklahoma (la misma desde la que partieron Rickie Fowler, Matthew Wolff y Viktor Hovland) se forma ahora Eugenio López-Chacarra, madrileño de 20 años que mientras estudia Finanzas es ya el cuarto en la clasificación mundial amateur. “Los jóvenes tenemos más ganas, entrenamos más y queremos llegar. En Estados Unidos hay mucha competencia, mucha rivalidad. Has de jugar muy bien porque tus compañeros son los mejores del mundo”, explica Chacarra desde su campus universitario, donde no para de firmar autógrafos, después de pasar por Augusta. “En mi equipo hay cuatro golfistas de Estados Unidos y otros nueve somos de fuera. Y nos tratan como si fuéramos el Madrid o el Barça. Todo lo que queramos. Yo tengo un fisio, dos preparadores físicos, dos entrenadores de golf, un nutricionista, un preparador mental, estudios de biomecánica, toda la tecnología... todo lo que te puedas imaginar para llegar a la élite”, añade la joven promesa española, que el próximo junio tiene previsto dar el salto al mundo profesional. Y detrás, formándose en España, llega otra joya, Jorge Hao, madrileño de padres chinos, que a los 15 años es campeón de Europa sub-16 e, igual que Rahm a esa edad, campeón de España sub-18.

La riqueza que le deben

El Masters suele ser una tierra donde manda la experiencia y cuentan las cicatrices. Desde que en 1958 Arnold Palmer se convirtió en el primer veinteañero en vestirse con la chaqueta verde, la edad media de los vencedores no ha descendido. Tiger Woods lucha por mantener el valor de las canas. Pero cada vez más es una rara excepción (y mucho más Phil Mickelson, que venció en el pasado Campeonato de la PGA con 50 años, récord histórico en los grandes). Hoy quienes mandan son precisamente los hijos de Tiger, aquellos golfistas que han crecido admirando sus hazañas y que le deben buena parte de su riqueza por cómo el Tigre llevó el golf a otro planeta.

Woods tenía 21 años cuando en 1997, hace un cuarto de siglo, jugó y ganó su primer grande, el Masters de Augusta. Cuando ese 13 de abril se enfundó la chaqueta verde, Jon Rahm tenía dos años; Scheffler, actual número uno, contaba 10 meses; Morikawa, dos; Hovland ni siquiera había nacido. Hoy son esos niños, los hijos de la revolución, quienes reclaman que ha llegado su hora.

TV: Movistar Golf. Jueves y viernes, de 18.30 a 1.30. Sábado, de 18.00 a 1.00. Domingo, de 18.00 a 0.30.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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