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EL JUEGO INFINITO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Fútbol en la semana sin fútbol

¿Cuántos lazos entre padres, hijos y amigos ha fortalecido la pasión por este deporte? ¿Y cuántos lazos habrá roto por dejarle el mando a las bajas pasiones?

valdano
Jorge Valdano

El fútbol. Mi semana era tranquila, sin partidos que comentar por la fecha FIFA. “Una semana sin fútbol”, me dije, antes de encontrarme de frente con un revoltijo de partidos en los que el fútbol volvió a demostrar su capacidad de seducción, atravesando países, edades, sexos… Viendo multitudes acompañando a equipos de todo pelaje, uno se pregunta: ¿Cuántos lazos entre padres, hijos y amigos ha fortalecido la pasión al fútbol a lo largo del tiempo? ¿Y cuántos lazos habrá roto por dejarle el mando a las bajas pasiones? Pero aquí sigue, lleno de energía, renovando ilusiones, animando debates, siendo divisorio en el peor de los casos, creando comunidad en el mejor. Hablamos de un juego y, como tal, de una actividad que está fuera de la realidad. Pero qué poder el del fútbol para lograr que los estadios pongan en olvido la pandemia que aún acecha y la guerra que está golpeando la puerta.

Los chicos. Fui invitado a Maspalomas por José Ramón de la Morena para presenciar la Liga Promises, Torneo internacional sub 12 que desde 1996 organiza la Fundación El Larguero. Me encanta mirar al futuro viendo a chicos que por primera vez se muestran ante la televisión. Tienen una seriedad adulta, porque la presión pesa como un fardo sobre el placer y la espontaneidad. Algunos se imponen por el tamaño del cuerpo, otros por el tamaño del talento, y es un espectáculo aparte ver cómo la inteligencia de cada cual intenta desequilibrar con las armas que le dio la naturaleza. En algunos casos ya asoma el profesional que van a ser. Todos controlan y pasan con una gran precisión en velocidad, algunos llevan el amague de fábrica, pocos regatean y ninguno se anima a liberar la inspiración. El Madrid (1) y el Barça (0) alcanzaron la final. Al final lloraron ganadores y perdedores. Audiencia televisiva: un millón.

La patria. En América y en África culminaban las clasificaciones para el próximo Mundial, en partidos donde países enteros se redujeron a once tipos que, con sudor patriótico, se hicieron cargo del orgullo nacional. El impiadoso fútbol tumbó a Italia del Mundial, con toda una historia de competitividad a cuestas hecha de cálculo, de astucia y de grandes futbolistas. Como fueron víctimas de Macedonia, había que buscar culpables. Algunos genios atribuyeron la eliminación a que Italia juega demasiado bien. Afortunadamente, eso tiene fácil solución: que en la próxima eliminatoria seleccionen a los peores jugadores. La Generación dorada de Chile también se quedó sin Mundial, pero eso no es más que la última evidencia del paso del tiempo. Finalmente, con el sentido del honor que caracteriza a los hinchas, algunos senegaleses lanzaron rayos láser en la tanda de penaltis a los jugadores de Egipto, lo que demuestra que es compatible ser patriota y delincuente.

El récord. El Barça y el Madrid de fútbol femenino se enfrentaron en cuartos de final de Champions e hicieron historia en el Nou Camp batiendo el récord de asistencia, con 91.553 espectadores. Como en estos días no hay nada como un récord para subrayar un fenómeno, este salto estadístico pone al fútbol femenino en otra dimensión. Más aficionados del Barça que del Madrid, normal; más gente joven que mayor, buen dato de futuro; y, sobre todo, más mujeres que hombres, lo que abre un nuevo espacio para la mujer, no solo dentro del campo, sino también en las gradas. Un partido que llevaba el pronóstico definido por la superioridad del Barça, hoy por hoy el mejor equipo de Europa. Pero competido, porque las jugadoras del Madrid empiezan a saber lo que representan y jugaron, a pesar del 5 a 2, sin complejos y con orgullo. Por ahí se empieza. Y así acabó mi semana sin fútbol, peloteado desde todas las latitudes.

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