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Jaque a la granja de ciclistas rusos en Tortosa

Las sanciones del Gobierno ponen fin a las victorias del equipo Lokosphynx en la Copa de España

Carlos Arribas
Barcelona ciclistas Rusia
Gleb Syritsa, del Lokosphynx, venciendo el domingo pasado el Trofeo Guerrita, en Murcia.RFEC

Hace más de 20 años Alexander Kuznetsov compró unos gallineros en las afueras de Tortosa, Tarragona, y, sustituyendo pollos y gallinas por ciclistas, montó allí una residencia y campamento para jóvenes ciclistas rusos, su cantera, unos 30 cada año, a los que entrena y prepara para competir con el equipo Lokosphynx, con licencia expedida en San Petersburgo por la federación rusa de ciclismo. Y esto era sí hasta que las medidas de castigo contra Rusia en el deporte adoptadas por el ministerio de Cultura y Deporte español le han dejado en el limbo.

Kuznetsov, nacido en 1941, no era un recién llegado al mundo del ciclismo, sino uno de los entrenadores más conocidos, y temidos de la Unión Soviética, por la dureza de sus métodos, por su sentido de la disciplina y su exigencia. De sus manos había salido la esprínter Galina Tsareva, múltiples veces campeona del mundo en pista, con la que se casó, y de sus manos, y de su método basado casi únicamente en la supervivencia de los más fuertes, y había que ser muy fuerte para sobrevivirle, salieron grandes campeones como Viatcheslav Ekimov, campeón del mundo y olímpico en pista y doble campeón olímpico contrarreloj en los años en los que, tras la disgregación de la Unión Soviética, corrió como lugarteniente de Lance Armstrong en el US Postal. O como el prodigio rubio Evgueni Berzin, que derrotó a Pantani e Indurain en el Giro del 94 tras renegar de Kuznetsov justamente, de sus métodos de otra época. O como el gigante Vladimir Karpets, que corrió largos años en el Caisse d’Épargne. O Vladislav Bobrik, ganador de un Lombardía, o Dimitry Nelyubin…

A sus manos, a su granja de Tortosa, cada año llega una nueva promoción de jóvenes talentos a los que ha examinado y aprobado en el velódromo que construyó en San Petersburgo, la ciudad en la que se estableció a los 23 años, cuando aún era Leningrado, después de pasar su infancia y juventud, huérfano de padre, muerto en la guerra, viviendo con una tía suya en Nikopol, junto al Dniéper, en Ucrania. Kuznetsov reparte sus días entre San Petersburgo, donde su hijo Nikolai gestiona el velódromo y donde vive gran parte de su familia, y España, donde vive su hija, la gran tenista Svetlana Kuznetsova, ganadora de un Roland Garros y un Open de Estados Unidos.

Son chavales imberbes y duros a los que cuida y prepara, y hasta trae profesores de Rusia para que no pierdan años de estudio, y que suelen competir en las carreras españolas con su Lokosphynx, de categoría continental y colores blanco, azul y rojo. Este año, un año más, seguían compitiendo, y lo hacían incluso después del 24 de febrero, la fecha de la invasión rusa de Ucrania. Y lo hacían muy bien. Uno de sus corredores, un armario potentísimo, un esprínter imparable, llamado Gleb Syritsa, de 21 años, se impuso el 27 de febrero en Don Benito, Badajoz, el Circuito Guadiana, la primera prueba de la Copa de España sub-23, en la que compiten los mejores amateurs españoles. La victoria permitió al equipo inscribirse en la segunda competición de la Copa, el Trofeo Guerrita, en Alcantarilla, Murcia, el domingo 6 de marzo, y allí, un inhabitual día de lluvia, también hubo sprint y también ganó Syritsa, imbatible.

Y, aunque las posibilidades de Syritsa eran mínimas, pues se trata de una prueba montañosa, el Lokosphynx también estaba preparado para disputar este domingo en Gipuzkoa la Klasika de Aitzondo, la tercera prueba de la Copa de España. Tenían hotel ya reservado, y lo tuvieron que anular el jueves, cuando vislumbraron las primeras señales de que les sería imposible participar, y que no lo podrían hacer ni aunque corrieran con maillots blancos, sin publicidad, sin colores rusos, sin banderas, sin su nacionalidad expresada junto a su nombre en las clasificaciones. Las señales se hicieron evidencias el viernes. A primera hora, el Consejo Superior de Deportes (CSD) informaba: “En coordinación con las federaciones deportivas españolas, se ha decidido prohibir la participación a selecciones deportivas, clubes y otras entidades deportivas y deportistas seleccionados por Rusia o que compitan bajo bandera rusa en todas las competiciones de carácter internacional que se organicen en suelo español”.

Aunque la Copa de España no es claramente una competición internacional y el Lokosphynx, en teoría, no podría ser vetado, la federación española interpreta que una competición es internacional si en ella participan equipos extranjeros, y pocas horas después su comisión delegada aprobó una derogación específica del reglamento de la Copa que permite a un ganador de una prueba participar en la siguiente. “En cualquiera de las competiciones estatales no podrán participar equipos y deportistas rusos y bielorrusos”, explicó la federación, dejando a Kuznetsov y sus chavales en suspenso y sin carreras.

“Están en un no saber qué hacer”, dice un amigo español de Kuznetsov. “No pueden viajar a Rusia, donde tienen a su familia, a menos que se lancen a la aventura de cruzar Europa en coche. Y si van allí, como están en edad, todos andan por los 20-21 años, pueden ser reclutados a la fuerza por el ejército y enviados a Ucrania. No saben si pueden quedarse en España. No pueden hablar, ni decir lo que piensan porque si critican la invasión y a Putin pueden ser condenados a 15 años de cárcel. Se les está asfixiando…”, cuenta esta persona. Kuznetsov no quiere hablar.

Antes de anunciar el veto a los rusos, José Luis López Cerrón, presidente de la federación española, telefoneó en Moscú a Viatcheslav Ekimov, el excorredor de Kuznetsov que actualmente es el presidente de la federación rusa. “Ekimov me dijo que entiende perfectamente la decisión de no dejarles correr, y que se la esperaba”, dice Cerrón. “También me explicó que está trabajando en una solución que pasaría por inscribir a los equipos rusos en países que no están vetados, como Uzbekistán o Azerbaiyán, y que los ciclistas corrieran como apátridas, una circunstancia que sí que permitirían el COI y la UCI”.

En el anuncio de sus medidas, el ministerio de Cultura y Deporte subraya “la necesidad de mantener una actitud de respeto a la comunidad rusa residente en España, a la que en ningún caso se debe culpabilizar de las decisiones del actual gobierno ruso”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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