Paisaje enfangado con una chiquilla al fondo
Es probable que Kamila Valieva sea portentosa, pero de estos Juegos de Invierno sale abatida por una trama que mezcla dopaje, política, propaganda, conflicto de intereses y abusos
Los Juegos de Invierno se cerraron en el Nido de Abeja, el estadio que los arquitectos suizos Herzog y De Meuron diseñaron para otros Juegos, los de Pekín en el verano de 2008, edición que pasó a la historia por las hazañas de Usain Bolt en la pista y Michael Phelps en la piscina. Por encima de las cuestiones deportivas, quedó claro que China informó al mundo de su voluntad de convertirse en la gran superpotencia del siglo XXI. En los enredados juegos de poder que se ventilan en el planeta, no hay Juegos Olímpicos sin mensajes y consecuencias políticas. Esta vez, tampoco.
Es probable que Kamila Valieva, una adolescente rusa de 15 años, sea conocida por sus proezas en la pista de patinaje. Los expertos aseguran que es portentosa, pero de estos Juegos sale abatida por una trama que mezcla dopaje, política, propaganda, conflicto de intereses y abusos. Los habituales condimentos, en definitiva, que suelen aliñar las ensaladas olímpicas.
El discutido caso Valieva incluye a una menor que da positivo en una muestra de orina efectuada el 25 de diciembre en Moscú y analizada en el laboratorio de Estocolmo (el de Moscú está inhabilitado por corrupción). El positivo se conoció oficialmente 44 días después, cuando los Juegos habían comenzado y Valieva acababa de ganar la medalla de oro en la competición por equipos. Un embrollo formidable.
El caso enfrentó a la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), que pedía la retirada de la medalla de oro y la sanción inmediata, y al Tribunal de Justicia del Deporte (TAS), que eximió a Valieva de toda responsabilidad y permitió que continuara en los Juegos. En su resolución, el tribunal atendía a la minoría de edad de la patinadora y alertaba del traumatismo que el castigo podría causarle.
Como no podía ser de otra manera, las consecuencias excedieron el deporte y cobraron una virulencia que ha terminado por presidir el relato de los Juegos de Invierno. En Estados Unidos y Europa se acusa a Rusia de perpetuar su trama de dopaje. Rusia considera que a sus adversarios les mueve motivos propagandísticos y están presos de la paranoia. En las calles rusas, Kamila Valieva se convierte en una heroína nacional. Enormes fotografías de la patinadora adornan edificios, pasteles con figurillas de Valieva se venden en las confiterías y su nombre exalta la pulsión nacionalista en el inflamado instante del conflicto con Ucrania.
No falta un selecto elenco de actores. China guarda un silencio más o menos discreto, pero no oculta su favorable relación con Rusia, acentuada por la presencia de Vladimir Putin en la ceremonia de inauguración de los Juegos y la ausencia de Joe Biden, presidente de los Estados Unidos. Con el pragmatismo que le caracteriza, el Comité Olímpico Internacional (COI) riñe a los rusos, cancela la ceremonia de entrega de medallas y acepta el veredicto del TAS. Valieva puede competir, pero sin el oro.
Si el TAS temía que la suspensión podría provocar un daño irreparable a la jovencísima patinadora rusa, su continuidad en la competición ha resultado devastadora. La brillante Valieva de la competición por equipos se derrumbó en la final individual. Aplastada por la presión, se cayó dos veces, patinó agitada, perdió cualquier posibilidad de medalla y recibió la desagradable amonestación de su entrenadora.
A Kamila Valieva le ha pasado un vendaval por encima. Han sido los Juegos de Valieva y difícilmente se conocerán de otra forma. Quedarán asociados a su caso, como ocurrió en Seúl 88 con Ben Johnson. ¿Cómo se soporta ese monstruoso peso? Para el mundo de intereses, tramas y ambiciones que han invocado su nombre en estos días, ese problema no existe. De esa gestión tendrá que ocuparse una chiquilla de 15 años.
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