El partido en la sombra en París
Real Madrid y PSG encabezan dos posiciones enfrentadas en el actual mapa estratégico del fútbol
La ceremonia del fútbol trasladará a París uno de esos partidos que se juegan dentro y fuera del campo, en el peculiar paisaje de las mullidas alfombras de los despachos, los almuerzos oficiales y el palco presidencial del estadio. En el Parque de los Príncipes se enfrentan el PSG y el Real Madrid, dos potencias mundiales que atraviesan un periodo de delicadas relaciones. El destino de Mbappé es el motivo más visible de divergencias, incesantemente aireadas en los medios de comunicación desde hace año y medio. No es, sin embargo, el único motivo de conflicto.
Real Madrid y PSG encabezan dos posiciones enfrentadas en el actual mapa estratégico del fútbol. El club español abanderó la revolución contra la UEFA en el proyecto de Superliga europea. El francés, propiedad del emirato de Qatar, rechazó el plan. El PSG se alió con la UEFA y contribuyó decisivamente al fracaso de la operación. Envueltos hasta las cejas en el proyecto, los clubes ingleses replegaron velas y con aparente dolor de contrición se retiraron del proyecto. Hasta que el viento vuelva a soplarles de popa, por supuesto.
El PSG consiguió un rédito instantáneo. Su presidente, Al Khelaifi, sustituyó a Andrea Agnelli, máximo dirigente de la Juve y ferviente partidario de la Superliga, al frente de la Asociación de Clubes Europeos (ECA), organismo que reúne a las 200 principales entidades europeos. En su expresión más básica, el conflicto enfrenta a los presidentes del Real Madrid y el PSG. Ese partido es largo y se juega en la sombra, con indudables consecuencias para el porvenir del fútbol, pero no vende una escoba en los ratings de audiencia.
Millones de telespectadores estarán pendientes del otro encuentro, el que se disputará en el césped, donde también se marcan a fuego las estrategias económicas y comerciales de ambos clubes. Cargado de títulos, el Real Madrid acude a una ciudad que figura en el eje principal de su historia. En París, a principios del pasado siglo, participó en la creación de la FIFA, institución que detectó las inmensas posibilidades globales del fútbol, de las que el Real Madrid ha sido un tenaz promotor. Esa posición inequívoca se manifestó en el crucial papel que interpretó a mediados de los años 50 en la instauración de la Copa de Europa, la principal locomotora del fútbol.
El eje París-Madrid ha sido decisivo en el éxito del fútbol a escala mundial. Desde el principio, el Real Madrid aportó empuje, fútbol y un seguimiento masivo. Es el club faro de la competición. París ha sido un fenomenal laboratorio de ideas, corazón organizativo del deporte moderno desde los tiempos de Coubertin. Sin embargo, nunca fue una ciudad futbolera. No se enfebreció como Madrid, Barcelona, Milán, Lisboa o Londres. El pálpito francés se detectaba en la periferia, en Marsella o en las cuencas mineras de la nación.
El PSG es un invento moderno —el club se constituyó en 1970— que ha sufrido todos los reveses que habrían destruido a cualquier club. Salpicado de escándalos financieros, quebrado en más de una ocasión, el PSG es el producto de una necesidad: la capital que representa la grandeur francesa no podía asumir la condición de villorrio en el escenario futbolístico mundial. Por cada golpazo recibido, el PSG siempre ha encontrado la manera de resurgir de sus cenizas. París siempre es golosa para el negocio.
La última encarnación del PSG se debe al capital catarí, que no ha ahorrado dinero en la empresa, con una diferencia con respecto a décadas anteriores: además de formidable potencia del fútbol mundial, Francia ha abandonado sus reparos y se ha futbolizado. El PSG está para quedarse. Por si alguien lo duda, basta el registro de su alineación. Le caben todas las estrellas.
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