Pekín enciende otro fuego
La capital china, sede de la cita de verano de 2008, inaugura la competición de invierno con una ceremonia sobria, condicionada por la covid y con simbología social
”¡Que empiecen los Juegos Olímpicos de invierno de Pekín!”. Con estas palabras del presidente chino, Xi Jinping, y el estallido de una salva de fuegos artificiales inmediatamente después en la ceremonia inaugural en el estadio de El Nido, Pekín 2022 ya está en marcha. Un evento marcado por la pandemia de covid, el boicot diplomático de Washington y la nieve artificial, y con el que China quiere señalar ante el mundo su poderío.
En una ceremonia dirigida por el cineasta Zhang Yimou mucho más sobria que la que asombró al mundo en los primeros Juegos de Pekín, en 2008, el momento estelar llegó con el encendido de la llama olímpica. Los atletas chinos Dinigeer Yilamujiang y Zhao Jiawen, esquiadora de fondo y el primer deportista chino en combinado nórdico, fueron los encargados de depositar la antorcha en su pebetero, la figura de un gigantesco copo de nieve en el que están inscritos los nombres de todos los países participantes en el macroevento deportivo. La elección de Dinigeer Yilamujiang para este acto fue especialmente llamativa, por sus raíces uigures. Estados Unidos y otros ocho países han declarado un boicot diplomático en protesta por lo que califican de graves abusos contra los derechos humanos de esa minoría étnica en Xinjiang.
Serán unos Juegos “simples, seguros y espléndidos”, había prometido un día antes el jefe de Estado chino, que bien abrigado con una parka oscura —los termómetros marcaban cuatro grados bajo cero— presidía la ceremonia junto al presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach. Ambos bien cubiertos con una mascarilla azul oscuro con el logo de los Juegos, y bien separados en cumplimiento de los estrictos protocolos sanitarios. En el palco de honor se encontraban otros líderes, como el presidente ruso Vladímir Putin, el argentino Alberto Fernández, el ecuatoriano Guillermo Lasso, y el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus.
La covid estuvo muy presente en toda la ceremonia. Las gradas del estadio se encontraban a media capacidad, para dejar la suficiente distancia entre espectador y espectador. No se habían vendido entradas al público ante los pequeños brotes de coronavirus que persisten en China, incluido uno de la variante delta en la capital. Los asistentes lo eran por invitación, y tras haber cumplido una estricta batería de medidas que incluía la realización de hasta cuatro pruebas PCR.
Un vídeo rindió homenaje a los enfermos de covid. En su discurso, Bach tuvo un recuerdo para los atletas que no han podido ver cumplido su sueño olímpico debido a la enfermedad. Cerca de 300 miembros de las delegaciones y trabajadores dentro de la burbuja de los Juegos han dado positivo en las pruebas que se les efectúan diariamente. Si los voluntarios enfocados por las cámaras mostraban unas incansables sonrisas, el resto de los presentes llevaban mascarilla.
Los abanderados
Zhang quiso seguir en la ceremonia el lema de simplicidad proclamado por Xi. El cineasta que impactó en 2008 con una memorable coreografía en la que participaron 15.000 personas, optó esta vez por un espectáculo de menores dimensiones, en consideración a la pandemia. Cerca de 3.000 bailarines moviendo al compás unas delicadas pértigas verdes imitaron primero las imágenes de flores de diente de león, un guiño a que los Juegos se han inaugurado durante el lichun, o el comienzo de la primavera según el calendario lunar. A ello le siguió un partido de hockey virtual que rompió un hielo también virtual, en representación de la ruptura de barreras y la búsqueda de la paz. Quizá el momento más sorprendente de la ceremonia llegó cuando empezó a sonar el Imagine de John Lennon como banda sonora de uno de los espectáculos, varios esquiadores sobre un mar de nieve virtual.
Antes habían desfilado las delegaciones. España, con el piloto de skeleton Ander Mirambell y la rider Queralt Castellet como abanderados. China, la última. Si el resto de los atletas habían dado la vuelta al terreno del Nido bajo los acordes de composiciones clásicas occidentales, los del país anfitrión lo hicieron con el sonido de la Oda a la Patria, entre los mayores vítores de la ceremonia. También arrancó aplausos la representación de Taiwán —la isla autogobernada que China considera parte de su territorio— bajo su denominación olímpica, Taipéi chino.
Una nueva salva de fuegos artificiales marcó el final de la ceremonia. Para entonces, la parka de Xi había causado sensación entre los consumidores chinos, que arrasaron con ella en las plataformas de comercio electrónico. Pese a su precio poco económico (7.000 yuanes, unos 1.000 euros), en todas ellas figuraba como agotada en todos sus colores.
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