Nadal como icono universal
El vencedor de 21 grandes, admirado internacionalmente, genera un elogio unánime y transversal que trasciende las pistas e inspira a otros deportistas
De todos los trofeos (90 en el circuito profesional), los premios y las distinciones que ha recibido a lo largo de su prolífica carrera Rafael Nadal, seguramente ninguna tenga más valor que la fotografía que dio la vuelta al mundo el 11 de octubre de 2018. Ese día, cuando las lluvias torrenciales habían arrasado casas, coches y calles de Sant Llorenç des Cardassar –un municipio de 8.000 habitantes situado a 11 kilómetros de Porto Cristo, donde reside el deportista–, el campeón de 21 grandes y reciente ganador del Open de Australia se calzó unas katiuskas, cogió un rastrillo y se arremangó junto al resto de los vecinos de la localidad para achicar agua y colaborar. La imagen ocupó la portada del diario The Times y produjo un impacto planetario.
Nadal había acudido allí de perfil bajo y no quiso hacer declaraciones cuando fue captado por las cámaras retirando el barro de un almacén. Sencillamente, el tenista actuó en consecuencia. “Soy un chico de pueblo”, suele definirse. “Fue un desastre y decidí ir allí como un ciudadano más. Yo hago lo que creo que tengo que hacer”, expuso frente a aquellas voces que tachaban su presencia como una maniobra calculada o simple postureo. “Él ha demostrado que tiene un compromiso social y proyecta una serie de ideas y valores”, introduce David Moscoso, profesor de sociología del Deporte de la Universidad de Córdoba; “esa imagen tiene muchísima fuerza y se queda retenida en la memoria de las personas”.
La estampa de Nadal entre el lodazal no hizo más que reforzar el relato de una figura que ha logrado trascender al tenis e incluso al deporte. La fábula de un chico isleño que comenzó a jugar al tenis y aprender bajo el estricto método de su tío, y que a diferencia del aristocrático perfil proyectado por el suizo Roger Federer, al que el virtuosismo le vino de serie, prácticamente siempre inmaculado, ha ido forjándose a sí mismo y sobreponiéndose a todos los males físicos que le ha planteado su cuerpo durante casi dos décadas de trayectoria profesional.
El pasado domingo, la retransmisión de Eurosport marcó índices históricos de audiencia. En concreto, la final contra el ruso Daniil Medvedev fue la más vista en la historia del canal, con cerca de un millón de telespectadores de media (un 15% de cuota de pantalla) sentados frente a la pantalla. Entre ellos, muchos deportistas de primer nivel.
“Es realmente impresionante la forma en que persevera pese a las lesiones y cómo vuelve”, destacaba el golfista Jon Rahm, que en más de una ocasión ha reconocido inspirarse en el ejemplo de Nadal. “Me vuelvo al gimnasio, porque Rafa me ha dado la motivación. Todos lo tenemos como una referencia. Estoy viviendo una situación similar, llevo dos años en los que salgo de una lesión y entro en otra”, contaba el motociclista Marc Márquez. Y así, un kilométrico listado de figuras de toda índole y nacionalidad, rendidas al último renacer del balear.
“Los deportistas le admiran porque valoran la perseverancia, y en el caso de Nadal eso es algo distintivo y excepcional. Siempre sale a flote, con mucha humildad”, subraya Moscoso. “Siempre ha demostrado respeto por los rivales, no ha protagonizado ningún escándalo y cumple las expectativas sociales de ser grande en el terreno deportivo y también el humano. Representa, de alguna manera, el ideal del juego limpio. Pero no se comporta así por norma, sino por el convencimiento de que debe ser así. Ha llegado hasta donde ha llegado y lo ha hecho de una forma que merece la admiración de los demás. Es una imagen proyectada con conocimiento de causa, pero sin perder nunca la naturalidad”.
A sus 35 años, Nadal, engancha como pocos y gana adeptos porque la sociedad lo interpreta como un héroe de carne y hueso, terrenal, rebelado constantemente frente a la desdicha. Al mallorquín se le ha visto crecer, ganar, derrumbarse y volver a levantarse un sinfín de veces; retorcerse por los calambres y desaparecer del plano en mitad de una rueda de prensa, consolar a Federer cuando este reconocía no aguantar el empuje de su rival o invitarle a ver un partido en Madrid a Manuela, una anciana de 95 años con principio de Alzheimer cuyo nieto lanzó un mensaje al tenista a través de las redes para que su abuela pudiera cumplir su sueño antes de perder la memoria.
De Indurain a Pau Gasol
“Es un tío con muy buenos valores. De júnior quería comerse el mundo y era un poco ingenuo, pero básicamente es el mismo de siempre. Ahora es un hombre”, aporta el técnico que le hizo debutar en la Copa Davis, Jordi Arrese, tan asombrado como la mayoría ante el último recital. “No he visto un deportista con su capacidad mental. Por muy mal que le vayan las cosas, nunca desvanece. Por muy mal que le pueda ir el partido, él sigue ahí, ahí y ahí”, precisa el exjugador barcelonés, plata en los Juegos de Barcelona 92.
“Ha generado un relato a través del esfuerzo, desde la infancia, asumiendo muchos costes de oportunidad. Se ha hecho a sí mismo y se ha curtido sin que nadie le haya regalado nada, y eso genera adhesión social”, prosigue Moscoso, que a continuación cita los ejemplos de Miguel Indurain y Pau Gasol. “Ellos dos, por ejemplo, también han estado a la altura pública”, remarca; “Rafa tiene una altura de miras en su imagen pública. Sabe que lo que dice tiene un impacto y por eso se expresa a partir de un discurso comedido, respetuoso y equilibrado. En la línea de otros deportistas como Zidane, Valdano o Zubizarreta”.
“Si sirve de motivación y más para compañeros como Marc [Márquez], que es uno de los grandes de la historia de su deporte, es un honor”, señala en una entrevista concedida al diario AS en referencia a los piropos que le llueven por todos lados, reconocido en España y en todos los rincones del mundo. “Pero no soy de tirarme muy para arriba”, añadía el mallorquín.
“A la gente le gustaría ver a 350 nadales en el Congreso, porque se debatiría de otra forma. Al final, lo que el aficionado y la sociedad quieren es ver a gente sensata y empática, que no haga daño y sepa comportarse, y de ahí la admiración que despierta Rafa. Es un poco la antiimagen de Djokovic, al que ahora se le cuestiona su valía humana”, concluye Moscoso.
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