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PISTA LIBRE
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El vértice Djokovic corona una pirámide lamentable

El fervor antivacunas de la estrella abre nuevos planos de discrepancia, tanto en el ámbito social como el interno del tenis

Un grupo de aficionados muestra la bandera de Serbia en apoyo a Djokovic en Melbourne.
Un grupo de aficionados muestra la bandera de Serbia en apoyo a Djokovic en Melbourne.JAMES ROSS (EFE)
Santiago Segurola

Quizá algún día se recuerde el asunto como el vértice Djokovic, el punto de encuentro de todos los intereses, desarreglos y frustraciones generados durante la pandemia. El juez Anthony Kelly revocó la orden de confinamiento y expatriación dictada contra Djokovic por el servicio de inmigración australiano. En la práctica, concedió al tenista serbio la autorización para disputar el Open de Australia, torneo que ha ganado nueve veces.

Un día antes, la tenista checa Renata Voracova, de 38 años, regresó a su país, después de disputar un torneo en Australia. Como ocurrió con Djokovic, las autoridades australianas consideraron que Voracova no cumplía con las garantías impuestas para permanecer en el país. Le negaron el visado de estancia y fue confinada en el mismo hotel donde fue recluido Djokovic.

La diferencia sustancial entre la situación de Djokovic y Voracova no se deriva de cuestiones relacionadas con la visa, ni con las exenciones que les permitían participar en el Open, rechazadas de pleno por el Gobierno australiano. La diferencia radica en la divergente posición que ocupan en la escala del tenis.

La familia Djokovic en la rueda de prensa celebrada este lunes en BelgradoFoto: Reuters

Djokovic es el máximo ganador de grandes torneos en la historia del tenis, con 20 títulos en el Grand Slam. Por palmarés, es el mayor portento en una época portentosa del tenis, definida por la rivalidad con Federer y Nadal. A estas alturas de su carrera, Djokovic está por encima del tenis. Ha alcanzado el rango que convierte a una estrella del deporte en un gigantesco difusor político y comercial. No es el único, pero sí uno de los pocos capaces de generar corrientes de opinión, seguimiento y conflicto a escala planetaria. Sus problemas en Australia han desencadenado una tormenta política de primer orden. Las relaciones diplomáticas entre Serbia y Australia rozan el mínimo. A nadie ha preocupado el destino de Renata Voracova, nº 80 del circuito mundial. Pidió abandonar Australia y regresar a su país. La República Checa no ha hecho de su peripecia un caso de oprobio al país. Serbia, sí. Australia, también.

El proceso a Djokovic no tardó un minuto en producir un contundente espasmo nacionalista en Serbia, unida en torno a su compatriota. En Australia, en temporada electoral, el primer ministro, Scott Morrison, se encuentra en una posición delicada. Su drástica posición antiinmigratoria fue crucial en su victoria en 2018.

Un Gobierno que hizo del “Cero Covid” su objetivo inapelable —Melbourne, escenario del Open, ha permanecido confinada durante 265 días— se encuentra ahora con un estallido de casos y dificultades de abastecimiento de vacunas y test. En este contexto, ha derivado la responsabilidad del caso a las autoridades del Estado de Victoria, que concedieron el visado de entrada a Djokovic. Una postura de máxima fuerza, que pasaría por la deportación de Djokovic, devolvería a Morrison el crédito de halcón que está perdiendo.

Difícil encontrar un resquicio en la abigarrada pirámide de intereses políticos, comerciales y deportivos que corona Djokovic, cuyo fervor antivacunas abre nuevos planos de discrepancia, tanto en el ámbito social como el interno del tenis, donde abundan las voces de colegas que le acusan de insolidario y egoísta.

Sus proclamas contra la vacunación le han convertido en un apóstol del negacionismo y los fascinados por las teorías mágicas, entre los que se encuentra su actual gurú, el brasileño Chervin Jefarieh, empresario inmobiliario devenido en fundador de Cymbiotika, empresa de productos probióticos y altavoz de teorías cuanto menos extravagantes, como la capacidad de convertir el agua contaminada en potable a través de la oración y el pensamiento. No hay fleco que se escape a las vicisitudes de Djokovic y su circunstancia, la que concede a estrellas de su calibre un valor que raya lo mesiánico.

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