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La Copa del orgullo africano

El torneo, con Argelia, Senegal y Camerún como favoritas, se celebra desde este domingo pese a la presión de la FIFA y los clubes europeos

Salah dispara el balón en el partido de Egipto contra la selección congoleña en la Copa de África de 2019.
Salah dispara el balón en el partido de Egipto contra la selección congoleña en la Copa de África de 2019.KHALED DESOUKI

Contra todos y a pesar de casi todos inicia hoy su camino la Copa de África de fútbol, un año después de lo previsto, en pandemia y en Camerún, un país en el que apenas se ha vacunado el 4% de sus 26 millones de habitantes. Cuando los anfitriones y Burkina Faso salten al nuevo estadio de Yaundé, con aforo limitado, habrá mucho de orgullo y dignidad. “La Eurocopa se celebró en diez países, en pandemia y con gente en la grada. Que me den una sola razón para que no podamos jugar nosotros”, clamó Samuel Eto’o, que no lleva ni un mes como presidente de la federación camerunesa y ya empieza a dejar el rastro de los indomables. Mal cliente para quienes, como Gianni Infantino, presidente de la FIFA, quisieron forzar un nuevo aplazamiento de la competición. Con él se alineaba la Asociación de Clubes Europeos, un colectivo afiliado a la UEFA que integra a más de 220 equipos.

A Infantino le desagrada que el inicio del Mundial de clubes, que se juega del 3 al 12 de febrero, se solape con el final de la Copa de África, que finaliza el día 6. A los clubes les duele ceder futbolistas a un torneo que retoma las fechas invernales después de que en 2019 se disputase en junio y julio. En Camerún se descartó esa opción por las lluvias torrenciales, pero en 2023 se retomará en Costa de Marfil. Con todo, en la cabeza de Infantino late un nuevo orden en el que, a expensas de que el Mundial cada dos años, la Copa de África sería un evento que se celebraría cada cuatro. “No es una competición rentable”, exponen los dirigentes, que apuntan que la última Eurocopa antes de la pandemia generó por derechos de televisión, ingresos comerciales y venta de entradas 1.920 millones de euros y la última Copa de África se quedó en 45.

El engorro va por barrios. La Liga francesa cede a 51 jugadores, la Premier a 38 y la Serie A italiana a 22. De España partieron 10 de equipos de Primera División y tres más de Segunda. El Sevilla se ha quedado sin su trío marroquí Bono, En-Nesyri y Munir, que puede perderse hasta cuatro jornadas de liga más la eliminatoria copera contra el Betis; del Villarreal se marcharon Aurier, Chukwueze, Mandi y Boulaye Dia. Para esta edición, debido a la emergencia sanitaria, se permiten convocatorias de 28 futbolistas, pero las selecciones no tenían derecho a incorporar a los jugadores hasta apenas seis días antes de iniciarse el torneo. Aun así hay problemas. Odion Ighalo, exdelantero del Granada que fue el máximo goleador en 2019, no se ha concentrado todavía con Nigeria, sin permiso de su equipo, el Al-Shabab saudí.

“Es una catástrofe”, se pronunció Jürgen Klopp, entrenador del Liverpool, cuando se anunciaron las fechas de la competición, programada para el invierno pasado. En la Premier apenas Tottenham, Leeds, Newcastle y Norwich quedan indemnes. El City pierde a Mahrez, el Chelsea a su meta titular, Mendy. El Liverpool se queda sin Keita, Mané y Salah, un roto que animó al técnico alemán a poner en valor la decisión de adquirir más futbolistas africanos si es que cada dos temporadas se deben marchar un mes con su selección. Naby Keita, en el verano de 2018, fue el último en llegar. “¿Irás a jugar con tu selección?”, le preguntaron en Holanda a Sebastièn Haller, una de las sensaciones de la temporada, el delantero del Ajax y de Costa de Marfil. “Por supuesto que iré. Esa pregunta muestra la falta de respeto por el fútbol africano. ¿Le preguntarían algo así a un jugador europeo que fuese a una Eurocopa?”, replicó.

Y, después de todo, está la pelota. La pasión de una competición que en las últimas ediciones ha desatado grilletes tácticos y en la que cinco de las 11 ediciones disputadas en lo que va de milenio se resolvieron en la tanda de penaltis. Argelia defiende título con 15 de los futbolistas que fueron campeones hace tres años, un bloque que no pierde un partido desde octubre de 2018 y que suma 34 invicto, a apenas tres de la marca establecida por Italia hasta que España le superó en la última Copa de las Naciones.

Nueva dirigencia

El equipo magrebí vuelve a tener como antagonista a Senegal, selección a la que superó en la última final y que increíblemente no figura entre las 14 ganadoras de la competición: 27 de sus 28 futbolistas juegan en Europa, apenas el cuarto guardameta lo hace en un equipo senegalés. El pasado martes dejaron el país tras visitar el palacio presidencial, donde les entregaron una bandera y les hicieron una encomienda: “Es el momento. No se trata de jugar la final, sino de traer la Copa”. Con Mendy, Koulibaly, Diallo, Idrissa Gueye, Sadio Mané e Ismaila Sarr, tienen mimbres para hacer historia.

La anfitriona Camerún completa el trío de favoritas. A día de hoy es menos sutil que Argelia o Senegal, carece de talentos como Mahrez o Mané, pero atesora la fortaleza y el bagaje de una selección que no pierde un partido oficial en campo propio desde 1974. Una barbaridad a la que debe honrar con un equipo que integra a nueve futbolistas de la Liga francesa, que cierra en la meta el reaparecido André Onana (tras una sanción por dopaje), recién comprometido con el Inter, y dispara con Aboubakar y Choupo-Moting.

Más tapada llega Egipto, la reina del continente, siete veces campeona, pero eliminada en octavos de final en la edición anterior cuando era anfitriona. Salah está ahora a las órdenes de Carlos Queiroz, que el pasado septiembre tomó el mando de la séptima selección de su viajada carrera. También se aguarda a Marruecos, con el vigoroso Achraf, pero sin Ziyech, enfrentado con el seleccionador (Halilhodzic), y con la renuncia del barcelonista Ez Abde. La parrilla de salida muestra a clásicos como Nigeria, Túnez, Costa de Marfil y Ghana, y selecciones emergentes como Burkina Faso, Guinea o Mali.

África, con los estadios al 60% por la crisis sanitaria, se pone en el escaparate, con mucho que mostrar y una nueva dirigencia con demasiado por resolver a nivel organizativo. El sudafricano Patrice Motsepe llegó en marzo al cargo de presidente de la Confederación Africana de Fútbol, una responsabilidad de la que sus tres antecesores salieron señalados por prácticas corruptas y castigos de inhabilitación. Cuando llegaron los amagos de Infantino y los clubes europeos se puso firme: “Estaré en Yaundé el 6 de febrero para acompañar a Eto’o cuando entregue la copa al ganador”.

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