Un triplete de Sancet lanza al Athletic
El club bilbaíno se impone a Osasuna en El Sadar con tres goles del delantero pamplonica (1-3)
Hubo debate en Bilbao, de esos que no llegan a ningún sitio, como el del sexo de los ángeles en el Concilio de Constantinopla sobre la capacidad goleadora de Oihan Sancet, un futbolista con muy buena pinta pero, hasta ahora con una relación tímida con el gol. Aquello fue la primera discusión bizantina de la que hay recuerdo. La de Sancet, por lo que se vio en El Sadar, también. Porque apareció por su ciudad de nacimiento y se destapó con un triplete. Cuña de la misma madera. Cuando se marchó del campo en el minuto 83, ya estaba todo el pescado vendido en El Sadar y el Athletic había conseguido ganar en el partido 4.000 de su historia, como en el 3.000, el 2.000 y el mil. Sigue la racha milenaria de los rojiblancos, esta vez frente a Osasuna, después de un partido de clara superioridad bilbaína, pese a que los navarros se adelantaron a los cinco minutos.
Salió el equipo navarro con un planteamiento extraño para sorprender al Athletic, con cinco defensas, metralla por las bandas y un centro del campo un tanto desguarnecido, que propiciaba el desbarajuste cuando el Athletic tenía la pelota. Pero el plan de Arrasate, que vio el partido confinado desde su casa, como Marcelino, funcionó en un principio, mientras las fuerzas estaban intactas, y en una acción de superioridad por la banda, Moncayola jugó con Nacho Vidal en la derecha, y el centro del lateral lo remató de cabeza Kike García para abrir el marcador. Sólo se habían jugado cinco minutos.
Para entonces, el Athletic ya había desperdiciado una gran ocasión, con Sancet plantándose ante Herrera, que le sacó la pelota en el mano a mano. La discusión bizantina regresaba. Pero falló una y acertó en las dos siguientes. Tenía ganas el pamplonica de reivindicarse en su casa. A los 16 minutos, una acción de contragolpe muy bien dirigida por otro futbolista nacido en la capital navarra, Alex Berenguer, desembocó en un centro de Iñaki Williams, que se hizo futbolista en Pamplona, y remató Sancet de cabeza, junto al palo. Después, él mismo metió la pierna, sin dejar caer la pelota, a otro centro desde la izquierda, otra vez de Óscar de Marcos, para adelantar al Athletic en su partido oficial número 4.000.
En menos de media hora, el equipo rojiblanco había conseguido domar a Osasuna, preso de su planteamiento de salida, y todavía tuvo algún acercamiento más con mucho peligro, sobre todo en un disparo de Dani García buen dirigido, que desvió un defensa a córner. Atemperados los ánimos locales, el Athletic dominó la pelota, se la hurtó al equipo navarro y contemporizó, dejando pasar los minutos, aunque en el último de la primera parte, una desatención defensiva acabó con un disparo de Nacho García que Balenciaga neutralizó.
Osasuna bajó el pistón en el regreso, y lo aprovechó el Athletic para hacerse con la pelota y mirar siempre hacia el horizonte de la portería de Herrera.
Berenguer, que llevaba una temporada gris, reverdeció en Pamplona, y se sintió a gusto en la banda derecha. Pudo hacer la jugada de la jornada después de hacerle un túnel a Rubén García, llegar a la línea de fondo, remontar hasta el poste y centrar atrás. Tocó un defensa y Muniain obligó a Herrera a estirarse. Fue un aviso antes del tercero de Sancet, en una jugada en la que combinaron Williams y Muniain para el pase final del omnipresente Berenguer y el remate de Sancet, inspirado en la fría noche pamplonica.
Ahí se acabó el partido, porque aunque lo intentó Osasuna, muy débil en los partidos de casa, el Athletic pudo hacer algún gol más en varios contragolpes con la defensa local desguarnecida. Williams pudo hacer el cuarto en una acción anulada por fuera de juego por centímetros. También lo pudo hacer su hermano. La última de Osasuna, ya a la desesperada, llegó en un disparo lejano de Chimy Ávila que Unai Simón tocó con la punta de los dedos para enviar al poste. Luego se embarró el partido, ya en el descuento, por una dura entrada por detrás de Chimy Ávila a Nico Williams. Vio la amarilla, y la segunda también, ya desquiciado, en un empujón a Iñigo Martínez. Para entonces Sancet ya estaba descansando, a la espera de que el árbitro le regalara el balón del partido. En Pamplona, su ciudad.
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