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Columna
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El ‘amigo’ invisible del fútbol

Ahí anda todo el mundo queriendo mostrar una cara de normalidad ante la anormalidad más absoluta: plantillas desoladas, entrenadores que no saben con qué efectivos van a disponer

Andoni Zubizarreta
Simeone, contra el Granada hace dos semanas.
Simeone, contra el Granada hace dos semanas.JON NAZCA (REUTERS)

Se me hace difícil pensar en un año en el que haya más ganas de que pase página y podamos decir que la pesadilla queda detrás de nosotros. Los hay, siempre, a nivel individual con esos años en los que los proyectos no han salido, en los que, en lo deportivo, tu físico ha estado limitado por las lesiones o porque has perdido o te has quedado a un palmo de todas las glorias (traducido: has perdido todas las finales que has jugado). Pero un año en el que se diría que todos estamos deseando contar campanadas, ponernos vacunas y que todo vuelva a la normalidad normal, no a esa nueva que no nos acaba de convencer...”

Así empezaba mi artículo de hace un año y así debería, tal vez, empezar este. Creo que menos a los que les ha tocado el Gordo de Navidad o hasta un quinto premio, para el resto se diría que estamos metidos en la noria movida por ese hámster llamado covid y apellidado como sea. Bueno sí, también a todos esos a los que el hámster y la vida se ha llevado en estos 12 meses. No creo que haya habido cena de Navidad ni vaya a haber cena de Nochevieja que no esté centrada en este asunto.

Como en el fútbol pasa lo que pasa en el mundo, los jugadores, entrenadores y demás ocupados en este tema han vuelto a la actividad diaria acompañados de un amigo invisible, llamémosle virus, que no se sabe cuándo ni dónde se ha subido a su cuerpo para de forma generosa y como correspondería al mejor modelo social ser compartido con todos los de su vestuario.

Recuperar las emociones en directo

Ahí anda todo el mundo queriendo mostrar una cara de normalidad ante la anormalidad más absoluta. Plantillas desoladas, entrenadores que no saben con qué efectivos van a disponer a la hora del partido, ni tan siquiera si ellos mismos van a estar disponibles para el banquillo e imaginando las soluciones posibles para esa emergencia. Todos mirando hacia arriba, disimulando y silbando para ver si el asunto le afecta más al vecino que a nosotros, para ver si empieza ya la jornada y todo vuelve a la anormalidad de la normalidad actual de los partidos. Unos cuantos partidos de la Premier League para mantenernos pegados a la zanahoria de los mitos, un hermoso partido entre Manchester City y Leicester para recordarnos que ese juego simple nos permite, a los que nos gusta, claro, olvidarnos de todo y sacarnos una sonrisa, aunque no seamos hinchas de ninguna de esas camisetas.

Vaya, ya ven, yo les había mostrado mi propósito de volver al fútbol en directo con el nuevo año y por ahí también la cosa se complica. Menos aforo, mayores restricciones, más limitaciones. Aunque ya me gusta como propósito personal para 2022 el de recuperar mi normalidad y esas emociones en directo, las de compartir con los demás de la grada; no abrazo, claro, eso parece que llegará más tarde, ni tan siquiera bocadillo, bota de vino o botella de agua, sin tapón, claro, pero al menos sí vibraciones y miradas, gestos cómplices o desesperados; algún grito fuera de tono, aprender de la nueva ceremonia con los goles y su postergada confirmación mediante el VAR, la distancia al entrar, la distancia al salir; tal vez, un paseo bajo la lluvia al ir y otro para volver con el partido aún fresco en la memoria...

Alguna nueva superstición aparecerá, y no quiero ni imaginarme si al Athletic se le ocurre ganar un título sin el bocadillo en la grada, con la mascarilla puesta y así ya para siempre, siempre, siempre, ya hasta el final de los tiempos… O hasta el año que viene, claro.

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