Cuando quieres asegurar y la lías
Solo el meta de la Real Alex Remiro sabe lo que vio o creyó ver en la última jugada del derbi vasco; nadie puede ponerse en su lugar
La ‘heladez’ del Barça
Decíamos que en Mérida, Yucatán, a la llegada del frío le llaman “heladez”. Ahora que el Barça de Sergi ya ha pasado por la Liga y por el frío de Kiev podríamos decir que está medio congelado. La buena noticia es que, también, está medio vivo, es decir, en situación de poder volver a la vida normal, a recobrar sus constantes vitales y a poder recuperar el mejor pulso competitivo. Es verdad, que las amputaciones que exigen los tiempos de congelación son ya irreversibles y que la distancia concedida en la Liga puede llegar a ser, o no, irreversible. Pero como parece que lo que maraca la actualidad financiera de los clubes es la Champions y ahí, en el frío de Kiev, un gol de Ansu Fati le dio la posibilidad a los azulgrana de ponerse un ratito al lado de la chimenea, frotarse las manos, las rodillas (el frío de las rodillas es el que más me tardaba en desaparecer y, a veces, cuando desembarcábamos en casa, unas cuantas horas después del pitido final era el que seguía incrustado en mis huesos) o esos pies congelados.
Le queda a Sergi, o no que están los vientos muy cambiantes últimamente, el partido de Vigo para seguir disfrutando de la tensión del banquillo blaugrana. Una ilusión que le ha llegado en el peor momento, pero una experiencia de la que muy pocos entrenadores han disfrutado y que él, seguro, va a convertir en aprendizaje positivo, en conocimiento de las más altas exigencias y, sobre todo, en correa de transmisión para los talentos que hasta hace unos días cocinaba en el Barça B, ya que cuando baje de nuevo a entrenar con ellos ya será, no solo su entrenador, sino también quien ha llevado y conoce por dentro la nave del primer equipo. Y eso es mucho en un club que debe mirar a su cantera de forma decisiva.
Remiro, ser portero y elegir
El derbi vasco del pasado fin de semana nos devolvió la pasión de un partido de máxima rivalidad, de tensión y de emociones fuertes. Fue el primer derbi después de la final de Copa del Rey que se llevó la Real. Un partido, además, con el club donostiarra situado en cabeza de la Liga, con un juego muy interesante y con una estructura de equipo bien pensada, equilibrada y que teniendo sus raíces en Zubieta se estira inteligente hasta donde haga falta para encontrar el talento que complete a la producción casera.
Mientras el Athletic vuelve a mostrar elementos convincentes en cuanto al su crecimiento como equipo bien puesto en el campo, distancias cortas entre sus líneas, más cómodo cuando juega contra rivales que quieren tener el balón pero con pinta de equipo con el que no te quieres enfrentar porque va a hacerte el partido largo, intenso, duro y competido.
Y parecía que el partido se iba a una nueva victoria realista cuando un accidente futbolístico aconteció en el Reale Arena. Alex Remiro, guardameta local, eligió los puños para resolver de forma poco ortodoxa una acción que pedía otra solución más académica: palmas, manos, blocaje.
Claro que el único que sabe lo que vio, o creyó ver, en esa jugada es Remiro. Y no hay nadie que pueda ponerse en su situación, tal vez ni él mismo cuando haya visto las imágenes (si las ha visto, claro) y poder explicar lo que su mente entendió como situación de peligro. Lo digo desde mi experiencia de portero y de esas situaciones en las que despejas balones que son fáciles pero que te parece que llega un rival, que se cruza un compañero, que pierdes de vista la pelota una milésima de segundo y con ella la seguridad de blocar y quedarse con el balón. O que quieres asegurar y lo único que consigues es liarla.
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