El fútbol español prospera siguiendo una idea clara
Es difícil que los españoles no alcancen su nivel más alto en el Mundial de 2022 en Catar
Como organizador del Campeonato de Europa de 2024 en Alemania, es natural que me preocupe el papel y el impacto del equipo anfitrión. Es importante para el ambiente y la repercusión de un torneo que este se desarrolle con valentía y genere optimismo; que en sus filas tenga personajes con los que los aficionados puedan identificarse; y que sepa y se sepa que juega en casa.
El público quiere medir a los jugadores por la manera en que asumen la responsabilidad, y le gusta ver crecer a su equipo a lo largo del torneo. Y si, además, este desarrolla un estilo de juego propio sobre el campo, algo que ocurre más o menos inevitablemente, la repercusión de los equipos nacionales y el significado social de las Eurocopas o de los Mundiales resulta evidente. En la historia del fútbol hay ejemplos concretos de este valor añadido del fútbol, como Inglaterra 1996, Francia 1998 o Alemania 2006.
En el torneo paneuropeo de 2021, ha habido varios organizadores, y dos de ellos están en la final. Inglaterra ha dejado que el entusiasmo de sus compatriotas la arrastre a lo largo de los cinco partidos en Wembley. Su equipo depende de su tremenda capacidad atlética y de su juego aéreo, que es por lo que se conoce a la Premier League, y también a la historia de Inglaterra.
El seleccionador, Gareth Southgate, le da a su equipo dos cosas. Con su carta abierta al país, en la que trata el tema del racismo, ha dejado claro que considera que, como seleccionador nacional, tiene una misión social. Y su equipo cree en su plan deportivo, que consiste en que nadie les meta un gol fácilmente. Inglaterra solo ha encajado un gol, en la semifinal contra Dinamarca. En la delantera, Southgate puede confiar en numerosos talentos, pero sobre todo en Raheem Sterling. También hay que destacar que utiliza jugadores de clubes que no forman parte de los seis grandes, a saber, el Leeds United, el Aston Villa, el West Ham United y el Everton. Y eso también refuerza la identidad de Inglaterra.
Uno de los grandes vencedores de este torneo es el rival de Inglaterra en la final. Desde el pitido inicial en el partido inaugural en Roma, Italia ha dado la sensación de ser un conjunto estable que impresiona a sus oponentes con un planteamiento claro. El equipo mezcla la vieja virtud defensiva italiana, a la que recurrió especialmente en la semifinal contra España, con elementos internacionales.
Italia no depende del catenaccio, sino que últimamente tiene mucha posesión en campo contrario. De esta manera, la escuadra va más allá de aquello por lo que se conoce a la Serie A. Su centro del campo móvil alrededor de Marco Verratti, Nicolò Barella y Jorginho da fluidez al juego.
Desde el punto de vista táctico, es de lo mejor que puede verse en el torneo. Sus 11 jugadores juegan de una forma casi tan homogénea como un equipo de clubes. Es el gran logro de Roberto Mancini y sus jugadores. Italia juega con convicción. El viejo país futbolístico ha vuelto.
Dinamarca también ha impresionado como organizador. En el Parken de Copenhague, las normas del coronavirus se interpretaron muy libremente, pero ¿quién puede culpar a los daneses de su euforia después de su debut en este torneo, en el que se evitó una tragedia con Christian Eriksen? Mientras le reanimaban en el campo, todo el mundo pudo identificarse inmediatamente con lo que eso significaba, y con el alivio que se sintió cuando le salvaron. Por eso, a pesar de sufrir dos derrotas, el equipo hizo piña con su público.
En todos los partidos a todo o nada que jugaron después, lo hicieron sin ataduras y rindieron un homenaje al fútbol. Sus estrellas Braithwaite (Barcelona) y Højbjerg (Tottenham) demostraron que forman parte de una unidad nacional y que se sienten daneses. Y el país aclamó a sus jugadores.
La condición física, la mentalidad, la lucha, el espíritu y el servicio al equipo son las ventajas clásicas de la dinamita danesa. Con el seleccionador, Kasper Hjulmand, que es popular en el equipo y en su país, y cuyo estilo se basa en el de Johan Cruyff y Pep Guardiola, los daneses, los brasileños de Escandinavia, también nos recordaron en este torneo a los equipos de su gran época, la década de los ochenta y principios de los noventa. Se quedaron sin gasolina al final contra Inglaterra, que era físicamente superior, en semifinales.
Cualquier español pudo reconocer inmediatamente en la manera de jugar de España que ese era su equipo. El fútbol español prospera siguiendo una idea clara: desde la sub-15 hasta la selección absoluta, todos los equipos juegan un futbol técnico y basado en las combinaciones. El equipo de Luis Enrique tardó un poco en coger el ritmo esta vez, y al principio le faltó efectividad. Pero en el último partido de la fase de grupos se redimió con una victoria por 5-0 contra Eslovaquia.
España, el equipo que más juega el balón del torneo, también ha tenido futbolistas destacados este año. Hay muchas posibilidades de que Pedri, Dani Olmo, Ferran Torres, Rodrigo y Mikel Oyarzabal sigan los pasos algún día de Xavi, Iniesta, Xabi Alonso y Fernando Torres. En esta ocasión el equipo perdió por muy poco en semifinales. Sin embargo, ya se puede ver que es difícil que los españoles no alcancen su nivel más alto en el Mundial de 2022 en Catar o en el Campeonato de Europa de 2024 en Alemania.
También se ha podido observar en otros lugares cómo a los equipos les favorece jugar en casa. La selección húngara en Budapest se convirtió en un colectivo que defendía su portería y que estaba al acecho esperando su oportunidad. Y los aficionados holandeses en Ámsterdam empujaron a Países Bajos hacia su tradicional fútbol ofensivo. Todos estos ejemplos muestran el valor de la identidad futbolística nacional y la de un Campeonato de Europa. Es una competición divertida entre países que negocian su coexistencia.
Alemania, mi país natal, también tuvo la posibilidad de beneficiarse de su condición de organizador en tres partidos en Múnich, pero solo la aprovechó en su victoria por 4-2 contra Portugal. En octavos, en Inglaterra, la escuadra alemana no tuvo el dinamismo y la determinación necesarios. Tampoco podía verse una jerarquía.
El problema no puede haber sido el potencial de los jugadores, porque no hay más que fijarse en sus trayectorias. La mayoría juegan en los mejores clubes internacionales, y muchos de ellos ya han ganado la Liga de Campeones, y algunos, el Mundial. El problema de Alemania no es la calidad de sus jugadores y sus talentos. La prueba de ello es que la sub-21 ha ganado el Campeonato de Europa una vez más este año.
Sin embargo, en los tres últimos años, la temprana eliminación en el Mundial de 2018 y la eliminación en la ronda de octavos de esta Eurocopa han provocado una pérdida de confianza entre los aficionados, en el rendimiento del equipo, pero también, por supuesto, en la Federación Alemana de Fútbol.
A Joachim Löw le sustituirá ahora su antiguo ayudante, Hansi Flick, que ha ganado seis títulos con el Bayern de Múnich en un año y medio como entrenador. Flick tendrá que confiar en la generación más joven y redistribuir sus responsabilidades en cuanto se reanuden los partidos de clasificación para el Mundial en septiembre. Rüdiger, Süle, Goretzka, Kimmich, Gnabry, Havertz y Timo Werner, que han ganado la Liga de Campeones, pueden jugar en muchas posiciones. Y también formar un equipo con el que Alemania se identifique.
Gareth Southgate y Roberto Mancini han dado ejemplo. En unos años, han desarrollado un estilo de juego con sus equipos adaptado al país y a los jugadores. Southgate también ha logrado transmitir a sus estrellas muy bien pagadas que no solo juegan al fútbol. También les deja que asuman una responsabilidad social. Y eso crea identificación.
Dentro de tres años, será el turno de Alemania. La Eurocopa de 2024 también puede ser una celebración muy animada en la que el equipo anfitrión arrastra a su país, como en el torneo de este año, que es un éxito a pesar de todas las adversidades. En la final hay dos equipos con un estilo nacional inconfundible. Y toda Europa quiere saber quién ganará. El formato del Campeonato de Europa funciona. Lo vemos todos.
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