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El Tour de Francia, listo para el segundo movimiento de la lucha Pogacar-Roglic

El primero contra el segundo de 2020: el ciclismo se prepara con expectación para la segunda batalla de los eslovenos en Tour de 2021, que parte de Brest recuperando sus fechas clásicas

Carlos Arribas
Roglic se asoma por la puerta del autobús de su equipo, en Brest.
Roglic se asoma por la puerta del autobús de su equipo, en Brest.Daniel Cole (AP)

Primoz Roglic, de 31 años, siempre dirá que ganó el segundo puesto en el Tour de Francia de 2020, nunca afirmará que perdió la victoria, pero, como Scarlett O’Hara, terminada la carrera, puso a Dios por testigo y juró: no volveré a pasar hambre. No volveré a perder en una contrarreloj, en menos de 40 kilómetros, una carrera que he dominado de amarillo durante cientos. No, no volveré a llegar cansado a la última semana, a tener que medir las fuerzas en las etapas de los Alpes. No, no volveré a machacar al equipo, el Jumbo banana mecánica asombroso, para llevar en un sillón a Tadej Pogacar.

“Me gustó la película. Fue una montaña rusa magnífica”, dice el ciclista esloveno que lideró de amarillo la prueba desde la novena hasta la decimonovena etapas. “Y fue un gran éxito terminar segundo. Fue magnífico. Me ganó uno que terminó más fuerte. Y me gustó tanto que me gustaría repetir la película este año. Solo le cambiaría el final”.

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Después, el esloveno al que en la Planche de la Belles Filles (las niñas guapas) derrotó otro esloveno, el casi niño Tadej Pogacar, tomó tres decisiones.

La primera, pura ironía, fue fichar como imagen y embajador por Tissot, la marca suiza que cronometra la carrera, la dueña de los aparatos que el 19 de septiembre de 2020 dictaron que perdía la contrarreloj por 96 segundos, todo el Tour por 59. “Así, seguro, los segundos caerán de mi lado esta vez”, dice Roglic en video entrevista desde su retiro de Tignes, en los Alpes dos semanas antes de viajar a Bretaña. Y se ríe, pero no tanto, porque no es un chiste, pues bien sabe que en este Tour de 2021 que comienza este sábado bajo la lluvia en Brest, en el Finisterre, sonde la tierra se acaba, el sol se niega a aparecer y la lluvia a marcharse, las contrarrelojes volverán a pesar, y más (una de 27,2 kilómetros el primer miércoles, otra de 30,8 el último sábado, ambas llanas), que serán decisivas.

La segunda decisión no ha tenido un carácter ni simbólico ni moral, sino puramente físico: el último día que se puso un dorsal para competir fue el 25 de abril, la tarde en la que quedó 13º de una Lieja-Bastogne-Lieja ganada por, claro, Pogacar. Tenía dos meses por delante para solo entrenarse, lo nunca visto por decisión voluntaria, no a su pesar, como Egan Bernal, que llegó al Giro tras dos meses entrenándose en Colombia porque los problemas de espalda no le permitían competir. Fue el final de unos meses pletóricos para Roglic, los que siguieron al Tour de Francia. En otoño, victoria en la Lieja y en la Vuelta a España (su segunda Vuelta); en primavera, dominio (y caída) en la París-Niza y victoria (y exhibición) en la Itzulia, la Vuelta al País Vasco.

“Puede ser un riesgo no correr porque nunca se ha hecho antes, y quizás note algo de falta de ritmo de competición en los primeros días, pero lo fundamental es llegar fresco a la última semana, y también a Tokio, el domingo siguiente del Tour, porque también quiero ganar los Juegos Olímpicos”, dice Roglic, quien después de reconocer las dos contrarrelojes y las etapas de los Pirineos (las de la última semana: Andorra, el gigante Col de Portet, Tourmalet, Luz Ardiden) se concentró en altura con su mujer y su hija, de dos años, primero en Sierra Nevada y después, desde el 28 de mayo, en Tignes, como el año pasado, en los Alpes que se afrontarán la segunda semana del Tour antes de la doble ración del Mont Ventoux el 7 de julio. “Además, muchas veces compitiendo se trabaja menos que entrenando pues tienes que ir al ritmo de los demás, y hay días en los que ni se hace trabajar al cuerpo. En cambio, entrenando, con tus planes individuales, eliges la zona de potencia en la que tienes que trabajar, el tipo de trabajo, con la cabra, de montaña... No, no es arriesgado”.

La tercera es de táctica de primero de ciclismo: que controlen la carrera otros. “No sé si fue un error cómo llevó mi Jumbo el Tour el año pasado. Hicimos simplemente lo que teníamos pensado hacer”, dice Roglic, quien promete que este año será diferente. “Este año no soy el favorito. El favorito es Pogacar, que llega con el dorsal número uno, y el equipo más fuerte es el Ineos. Tiene a Carapaz, a quien conozco muy bien, mi mayor rival. Ganó un Giro delante de mí y gané una Vuelta delante de él. Y está muy fuerte. Y con él está Thomas, que ya ha ganado el Tour, y Porte, tercero el año pasado... Son los más fuertes, pero también los Movistar. Hay muchos que pueden llevar el peso del Tour. La presión no será para nosotros esta vez, sino para quien defiende”.

Ese no será, si puede evitarlo, el UAE, el equipo de Pogacar. Eso lo promete su director, el español Joxean Matxin, quien disfrutó el año pasado viendo cómo su cachorro se agarró a la teta de la vaca Jumbo, se alimentó fuerte y no dio una pedalada de más.

Roglic habla poco y el periodista es un dentista ante su boca, intentando extraerle las palabras con tenazas, forzándolas, pero eso es poco comparado con su compatriota casi niño. “Así es el carácter esloveno”, asiente Luke, el jefe de prensa de Pogacar, de 22 años, el ganador más joven del Tour desde 1904. “Difícil de leer”.

Antes que hablar, Pogacar, a quien le encanta que le llamen Tamau Pogi (algo así como duendecillo pogarcito), tan renacuajo era de pequeño, tan revoltoso, que así le apodaron los compañeros de la escuela de ciclismo de Liubliana, prefiere divertirse como un niño, rodar anuncios de bocadillos preparados de una cadena de supermercados eslovenos y correr (y ganar, of course, extradominar con la facilidad que muestran aquellos que de niños se cayeron en la marmita), la Vuelta a Eslovenia, sonriendo para los fans cada día más numerosos o perderse entrenando por los bosques inmensos de su país junto a su chica, también ciclista, y guitarrista en las tardes aburridas de Mónaco, Urska Zigart. Y todo después de una temporada de invierno-primavera en la que ganó (y se exhibió) el Tour de Emiratos, la Tirreno-Adriático y la Lieja.

Con todas esas cosas que le divierten en la cabeza es fácil entender que al Tour, la carrera que le ha hecho famoso y millonario, le dé la importancia justa, como si no le importara. Y cuando habla de ello se nota. Habla casi con indiferencia. Un compendio de todo lo que ha dicho estos días el llamado Pogi, una muestra de la seguridad y la confianza con la que llega el trasgo esloveno, de las pocas telarañas que su cabeza ha acumulado en estos años de dominio ciclista iniciados con su fuga, como un rayo verde, en el Gredos de la Vuelta de 2019:

“Es bonito, claro, llevar el número uno. Me gusta el recorrido. Todo es very nice. Dos contrarrelojes largas, llanas. Diferente del año pasado. Y un montón de subidas en las montañas. Será interesante y duro. He llevado una preparación un poco diferente porque las fechas son diferentes [el año pasado, por la pandemia, el Tour empezó el 27 de agosto, dos meses más tarde de sus fechas clásicas]. Pero los entrenamientos han sido muy parecidos. El año pasado tuvimos mala suerte con el equipo. De la Cruz se cayó el primer y se rompió vértebras y no corrió bien. Formolo se rompió la clavícula y se retiró, y también se fue Aru. Esperemos tener más suerte este año. Tenemos un gran equipo [Majka, McNulty, Hirschi, Rui Costa, Formolo, Bjerg y Laengen le acompañan]. El comienzo será nervioso y caótico, pero estamos preparados para eso, para los abanicos, [el año pasado perdió tiempo en un abanico, pero no le penalizó], para todo, sabemos lo que nos espera. Lucharemos y lo daremos todo”.

No se confíen, no se confíen, quiere advertir Roglic, quien se confiesa amigo de su rival, pero sin pasarse. “Con Tadej me llevo bien pero, no, aunque vivamos los dos en Mónaco, apenas nos vemos. Nos llevamos 10 años y yo tengo un hijo… No estoy para salir con él”, dice Roglic. “Pero que nadie se engañe. Lo de menos es su gran talento y su potencia. Lo que le hace ser como es su espíritu de lucha. Nuca cede. Nunca abandona”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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