El Real Madrid, hasta el final
Modric, con un gran partido y un gol en el 92, resume la entrega del conjunto blanco, que se bate hasta el último instante para vencer a un buen Villarreal
Cuando Luka Modric marcó en el 92 y el Real Madrid culminó una remontada límite de las de Bernabéu repleto, pero sin Bernabéu ni público, se giró al banquillo y preguntó cómo iba el Atlético. También había remontado, y a Marcelo se le doblaron las rodillas y casi cae al suelo. El Madrid, todo el curso a remolque, no dejó de nadar hasta el último instante, hasta la misma orilla, pero al llegar, la orilla ya estaba en Valladolid.
El trayecto de la tarde fue como el del curso. El fútbol, si hay tiempo, lo desordenan las ideas; si no, lo hace el gol. En el Di Stéfano, el caos se desencadenó después de un tanto, pero en otro estadio. Marcó Óscar Plano para adelantar al Valladolid contra el Atlético, y la noticia fue descendiendo de las cabinas de televisión y radio hasta la zona de la grada donde se sientan los suplentes. Hasta Marcelo, que se llevó las manos a la cabeza, incrédulo, y miró a la derecha a Ramos, que pedía calma, pero ya casi apenas podía sentarse; y miró a la izquierda a Rodrygo, que se le acercó un asiento. Entonces Marcelo le agarró de la pechera y lo sacudió, como diciéndole: “¿Te lo puedes creer?”. Y no era fácil, pero así estaba la tarde.
En ese desconcierto, mientras la noticia seguía descendiendo hasta la hierba, marcó el Villarreal, que no había ido a Madrid a estirar las piernas antes de su final de la Europa League. Gerard Moreno, un enigma para los centrocampistas y los defensas del Real, puso un balón a la espalda de la zaga al que acudieron Bacca y Yeremi. El canario lo pinchó con la puntera de la bota izquierda, escapó de Odriozola y marcó con la derecha por encima de Courtois. Los dos candidatos al título marchaban entonces por detrás en el marcador.
Si el gol de Plano inició los temblores en Madrid, el de Yeremi disparó una sacudida colosal. Más que el caos, llevó al campo un acelerón fortuito del tiempo. De repente, todo parecía estar sucediendo en el minuto 80, cuando un instante antes era apenas el 15 y Modric estaba empezando a poner claridad. Hasta entonces, el duelo no se había estabilizado, y apenas podía anotarse la intensidad de la batalla entre Miguel, dorsal 35, y Yeremi, dorsal 30, por la banda izquierda del Madrid, dos fogonazos de futuro batiéndose en el final de la Liga. Pero nada anunciaba la tensión que sobrevino enseguida. Parejo, Trigueros y Capoue parecían agarrar el mando a ráfagas que se alternaban con las de Modric, Casemiro y Valverde. Escaramuzas en el medio en la etapa de tanteo.
Los goles provocaron que todo saltara por los aires, sin tiempo casi a tomar nota de que Varane había vuelto al once después de su lesión, y que Ramos se había quedado en el banquillo, con Nacho. El partido entró en una fase de ebullición de Modric, que hacía todo, en todas partes. Presionaba al portero en la salida, ordenaba el juego propio, sacaba los córners, pisaba área y se fabricaba la ocasión más clara tras un par de regates.
También hervía la grada, sobre todo desde que una pelota golpeó en el puño de Parejo después de botar, dentro del área del Villarreal. “¡Mano, hombre!”, gritó enseguida Ramos, mientras comenzaban a revisarse repeticiones en Las Rozas. Cuando terminaron, el árbitro mandó seguir, y continuaron el juego y las quejas del sector madridista de la grada: suplentes, lesionados, empleados, acompañantes. “Qué raro”, se oyó con ironía, mientras Lucas explicaba a Ramos que creía que era penalti. “Cuando queréis, sí; cuando queréis, no”, resumió otro enmascarado.
Esa era la temperatura de un partido en el que el Madrid celebraba hasta los córners, aunque ni siquiera había terminado el primer tiempo. En el segundo, mantuvieron el acelerón y empujaron al Villarreal a la portería de Rulli. Pero ni el Villarreal temblaba ni el Madrid terminaba de morder. Los tiros de Vinicius eran caricias, Militão cabeceaba fuera, Modric remataba sin puntería. Benzema sí acertó embocar de un frentazo un centro de Casemiro. El gol llevó el alborozo a la grada y otra ración de caos al partido. El VAR comenzó a tirar líneas.
En ese limbo, pasó de todo. Entraron Isco y Rodrygo por Asensio y Vinicius, inofensivos. En ese limbo, también empató Correa para el Atlético. Después, el Madrid siguió sin acertar. No empezó a hacerlo hasta que Suárez adelantó a los rojiblancos en Valladolid, hasta que en el Di Stéfano no se traspasó el minuto 85. Entonces Benzema, en el 86, y Modric, en el 92, anotaron dos golazos que sirvieron para que el Madrid certificara que se había entregado hasta el final del final, y para enviar al Villarreal, de momento, a la Conference League.
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