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El enrevesado círculo entre Laporta y Koeman

El presidente rechazó ficharlo a su llegada en 2003 porque se negó a pagar al Ajax y ahora puede despedirlo en beneficio de Xavi

Jordi Quixano
Koeman, durante el último encuentro ante el Celta.
Koeman, durante el último encuentro ante el Celta.ALBERT GEA (Reuters)

Enrocado en el 3-5-2 que tan buen resultado le dio para competir por una Liga que daban por perdida, Koeman no varió después su hoja de ruta ni el once en casi ningún encuentro, por lo que los rivales le cogieron el truco. Desanimados los jugadores tras caer ante el Granada y perder la ocasión de ponerse líderes con cuatro envites por delante, tampoco se corrigió el entrenador con los cambios durante los duelos, equipo desdibujado en muchas segundas partes y sobre todo en el Camp Nou, pues resulta que el Barça ya no es un equipo fiable en casa sino que se le acelera el pulso y se le encoge el pie cuando debe demostrar su autoridad en Can Barça, condena que le ha alejado definitivamente del título liguero. Solo ha sumado 38 puntos de los 57 posibles -66,6%-, el cuarto de la Liga tras el Madrid (39), Sevilla (40) y Atlético (48). “Jugar en tu campo sin público cuesta más”, resolvió el holandés. El Celta lo ratificó el fin de semana (1-2), desconcertante Koeman al tratar de arreglar el desaguisado con jugadores anónimos durante el curso como Riqui Puig, Pjanic, Braithwaite y Trincão. Está en el alero Koeman y pide la vez Xavi para completar el enrevesado círculo entre el presidente Laporta y el todavía técnico azulgrana.

Resulta que en 2003, cuando Laporta ganó por primera vez las elecciones, decidió que Antic no podía continuar en el cargo por más que revitalizara al equipo con su llegada. Los números del Barça eran irrisorios, salvados de jugar en Europa con una chilena de Rivaldo sobre el Valencia. Entonces se lograron 56 puntos, la peor marca del siglo [76 suma ahora, la cuarta peor, tras los 72 de la 2003-04 y los 67 de la 2007-08]. Asesorado entonces por su amigo Johan Cruyff y convencido por su propuesta futbolística que definió el ADN azulgrana, persiguió en Holanda un entrenador que, presuponía, tenía raíces similares. Lo intentó con Guus Hiddink hasta que el PSV aseguró que no lo vendería y trató de fichar a Koeman, entonces técnico del Ajax, por el que solicitaron un millón de euros. “No vamos a pagar”, resolvió el exdirector deportivo Txiki Begiristain (ahora del City). Por lo que llegó Frank Rijkaard, que empezó torcido pero con el paso del tiempo y el 4-3-3 con el fichaje invernal de Edgar Davids como la llave al éxito, corrigió el paso del equipo y recortó 18 puntos al Madrid para acabar segundo, solo superado por el Valencia.

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La historia cuenta que después Rijkaard configuró un equipo de altos vuelos coronado en París (2006), erosionado con el tiempo por la poca exigencia del técnico y el dolce far niente de la plantilla ejemplificada en Ronaldinho. Y Laporta miró en casa, a un Guardiola que se descubría más cruyffista que Johan. Si bien Koeman pudo regresar en 2015 porque era la baza de uno de los precandidatos (Agustí Benedito firmó un preacuerdo con el entrenador, que entonces estaba en el Southampton), no fue hasta que el expresidente Josep Maria Bartomeu sintió la soga al cuello tras la debacle del curso pasado en Europa -el 2-8 del Bayern en Lisboa-, cuando decidió apostar por el ídolo de Wembley que entregó al primera Copa de Europa al Barcelona. Aceptó Koeman, pero con el paso del tiempo ha evidenciado que le gusta el fútbol de ataque pero no tanto los conceptos cruyffistas porque, por ejemplo, hacía mucho tiempo que el Barça no jugaba con dos delanteros ni daba amplitud al ataque ni protagonismo a los extremos para restar espacios a los medios. Y poner a defensas para cerrar los partidos, quizá, fue su mayor herejía, aceptando la condición azulgrana de inferioridad.

Laporta y Koeman comieron la semana pasada en un restaurante de Barcelona. “Me veo como entrenador el año que viene. El presidente me ha mostrado su confianza desde el primer día. He firmado por dos años y si no es así, pues tendremos que hablar”, retaba antes de sentarse a la mesa. “Quiero y puedo seguir si tengo la confianza del club”, expuso hace unos días en un viraje de su discurso. Y la tiene a medias por parte de la dirección deportiva pero no tanto por Laporta, que se decanta por Xavi, perseguidor de esa idea cruyffista. “Koeman es honesto y directo para lo bueno y para lo malo. Si ahora dice eso es porque siente que no tiene todo el apoyo”, aceptan desde las oficinas de la ciudad deportiva al tiempo que descifran que el nuevo entrenador es una decisión presidencial con la aquiescencia de Mateu Alemany, director del fútbol azulgrana.

Sucede que tampoco tiene Laporta en la recámara a otro holandés que destaque con esa filosofía más allá de Wim Jonk, poco relevante en el panorama internacional porque entrena al Volendam, pero que forma parte de la Academia de Cruyff y fue director de la cantera del Ajax. Ni un técnico de la casa que no sea García Pimienta, ahora en el filial. Acaso está Löw, pero desconfían de que lleve tantos años al frente de Alemania y no haya buscado un trabajo diario en un club de referencia. Por lo que Xavi, que ha ganado la liga catarí con el Al-Saad y la Copa, es la opción. El exazulgrana ya llegó a un acuerdo con el precandidato Víctor Font -perdedor del pulso con Laporta en la carrera presidencial-, en el que no pedía tanto como sí exigió a Bartomeu cuando decidió despedir a Valverde hace dos inviernos. Le preocupaba, sin embargo, que le dejaran ser la imagen del Mundial de Catar por sus compromisos. Ahora quiere tener poder de acción, también rodearse con el equipo que escoja. Laporta tomará el mando pero Koeman intuye, ante la falta de respaldo y tras hablar con el presidente, que su tiempo en el Camp Nou se acaba de no ser que Xavi no llegue o no encuentren a otro que defienda la filosofía de Cruyff.

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