Mourinho, un marciano en Roma
Uno pasa a una velocidad de vértigo de ser un genio a un simple ‘coglione’ en la ciudad eterna, por muy ‘special’ que pueda considerarse. Especialmente en un terreno de juego
Ennio Flaiano, periodista, escritor y legendario guionista de Federico Fellini, imaginó una vez la llegada de un marciano a Roma. El alienígena aterrizaba en medio de los jardines Villa Borghese, causando estupor y una tremenda fascinación. Todo el mundo quería verle, fotografiarse con él, intercambiar opiniones. Le recibía el presidente, el Papa en el Vaticano. Pasada la euforia inicial, los romanos, acostumbrados a aburrirse de lo más extraordinario, empezaron a ignorarlo y a cachondearse de él en romanesco. Hasta que terminó enfilando el camino de vuelta para coger la nave y largarse. Roma es despiadada, no da segundas oportunidades. Uno pasa a una velocidad de vértigo de ser un genio a un simple coglione. Especialmente en un terreno de juego. Por muy special que se crea. El último objeto de esta probeta sociológica del éxito será, ni más ni menos, que José Mourinho.
La Roma acaba de fichar al técnico portugués. Un bomba imprevisible que no vio venir nadie. Es el mismo entrenador que en 2010 se refirió a su nuevo equipo con las famosas palabras de “Zero tituli” para despreciar el alabado juego que entonces desplegaba la formación de Luciano Spalletti. Pero el destino es caprichoso. Once años después y exactamente los mismos títulos que entonces, dirigirá a una formación que celebra la melancolía de dos décadas desde su último scudetto.
La ciudad respira entusiasmo. La Gazzetta dello Sport lo saludó esta semana con un “Ave Mou” a cinco columnas. Y en la calle y en los bares, incluso quienes le criticaron siempre cuando era entrenador del Inter, creen que puede ser un buen fichaje. ¿Por qué? Nadie lo tiene claro, porque la mayoría coincide que no se trata de un buen entrenador. A Paolo Di Canio —aquel jugador de la Lazio que levantaba el brazo con el saludo romano— se le filtró una nota de voz de una conversación de whatsapp con un amigo romanista esta semana. “Habéis pillado al peor que hay en este momento, pobrecillo. Está acabado. Tercer despido en cuatro años, lo han echado de todas partes…”. Hasta aquí, en realidad, casi todo información. Y también un hecho preocupante: en la Lazio, el principal enemigo de la Roma, no hay inquietud. Tampoco en el Inter, donde los hinchas creen que ya dio lo mejor de sí y que solo publicitará su viejo triplete. Lo interesante, no conviene despistarse, es el experimento.
La Roma se encuentra en las antípodas de la manera de ser y de vivir de Mourinho. Es, probablemente, el equipo que ha entrenado más alejado de su teatral personalidad. La mentalidad ganadora de los giallorossi se extinguió hace 20 años. Y tienen una afición con una personalidad todavía desconocida para Mou: irracionales, absurdos, apasionados, acostumbrados a la derrota, y a la vez tan fieles. Justo lo opuesto a la imagen que ha cultivado de sí mismo durante años el extécnico de Chelsea, Real Madrid y Oporto.
La manera de comunicar su fichaje, una bomba silenciosa que nadie imaginó pese a que la Roma tiene varias radios, periódicos y tertulias deportivas, también ha sido la antítesis de cómo llegan estas noticias a orillas del Tíber. Sin embargo, ha activado a un entorno algo taciturno que no se atreve ya ni a soñar que los grandes jugadores de Europa quieran mudarse a la ciudad más bonita del mundo. O a quedarse más de una temporada.
El portugués, sin embargo, deberá enfrentarse al cinismo atávico de la ciudad. Aquí casi nadie se toma nada en serio durante demasiado tiempo seguido, por muy especial que uno se crea. Puede ser fruto de la ironía consustancial al carácter romano. Pero también un recurso para sobrevivir al desengaño cada mes de mayo. Los romanistas están fascinados ahora por asistir a cómo alguien tan distinto podrá desenvolverse en el frenopático de Trigoria. Aquel marciano de Flaiano. Pero después de dos derrotas y algunos empates seguidos, por muy divertidas que resulten sus ruedas de prensa, no dudarán en tomarle el pelo y empujarle de nuevo hasta su nave espacial.
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