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Un juego de niños para McLaren

Con solo 21 años, Lando Norris lidera el resurgir del equipo británico, que pasa por su mejor momento en casi una década

Oriol Puigdemont
Lando Norris McLaren
Lando Norris observa a Daniel Ricciardo hace dos semanas en Portimao (Portugal).GABRIEL BOUYS (AFP)

La mayoría de equipos de Fórmula 1 se articulan alrededor de un nombre, un piloto que abandera el proyecto y sobre quien se focalizan la mayor parte de las expectativas. El timón en Mercedes lo lleva Lewis Hamilton; Red Bull se desvive por Max Verstappen; Alpine se ha entregado a Fernando Alonso y Ferrari lo espera todo y más de Charles Leclerc. Cada escudería tiene a su caballo, que es como popularmente se refieren a los corredores sus preparadores. A pesar de la sonada contratación de Daniel Ricciardo, el de McLaren es indudablemente Lando Norris, un auténtico diablo con cara de ángel.

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En su tercera temporada en la F1, este chaval nacido en Somerset (Gran Bretaña) hace solo 21 años se ha convertido en el mejor del resto, de esos que ven muy de lejos cómo Hamilton y Verstappen se van hacia una cota inalcanzable. A las puertas de la cuarta parada del calendario que se celebra este domingo en Montmeló (15.00, Movistar F1 y Dazn), Norris consta el tercero en la estadística tras acumular un podio (Imola), una cuarta posición (Bahréin) y una quinta (Portugal).

A pesar de ser el segundo miembro más joven de la parrilla, solo superado en ese aspecto por Yuki Tsunoda (20 años), Norris está a un nivel “descomunal”, como así lo definió el propio Hamilton en Imola. Ricciardo ha perdido hasta el momento todos los duelos con su vecino de taller, un auténtico fuera de serie con un volante entre las manos, bien sea el de un coche convencional o el de un videojuego, terreno en el que levanta tantas o más pasiones que en la F1.

Si Verstappen es la rabia, Norris es la risa, uno de los mejores reclamos que tiene el Mundial a día de hoy. Es alguien que te desarma, que primero te machaca y después te consuela. Y todo eso con una naturalidad y honestidad abrumadoras. Pocos son los que, como hizo él, se atreven a reconocer sus debilidades con el fin de lanzar un mensaje de esperanza para la gente que tiene problemas de los que no sabe salir. “En mi primera temporada en la F1 pudo parecer que era el chico nuevo del paddock; alguien que rebosaba confianza y entusiasmo. Pero no era el caso. Oculté que sufría mucha ansiedad y nervios”, desveló Norris en una carta colgada en la web de McLaren.

Autoconfianza

“A pesar de haber cumplido un sueño, me veía a mi mismo cuestionándome: dudaba de si realmente tenía que lo debía tener, me comparaba con mi compañero y con otros pilotos […]. Pero en el deporte, como nadie quiere mostrar el más mínimo indicio de debilidad para que los demás se aprovechen, no se habla de ello tanto como se debería”, añadía el veinteañero, que desde entonces no ha dejado de crecer hasta llegar a su mejor versión de siempre.

“En mi primera temporada en la F1 pude parecer alguien que rebosaba confianza. Pero oculté que sufría mucha ansiedad y nervios”

“Creo que estoy pilotando mejor que nunca. Tengo mucha más confianza que en 2020 y que en mi debut en la F1 (2019). Cuando Red Bull y Mercedes cometen errores, si nosotros lo hacemos todo bien podemos terminar delante de ellos”, comentaba hace unos días en referencia a la prueba en Imola, donde cruzó la meta (tercero) por delante de los escuderos de Mercedes (Bottas) y Red Bull (Pérez), una auténtica machada.

McLaren es casi un milagro. Superada la etapa más oscura de su historia, la estructura de Woking ha seguido la misma inercia positiva que su niño maravilla. Una deriva que el curso pasado le aupó hasta la tercera plaza de la clasificación reservada a los constructores, su mejor resultado desde 2012 (también fue tercera). Ahora también figura la tercera, con 11 puntos de margen sobre Ferrari, que visto lo visto está un pelín por debajo. Y eso que el fabricante británico se enfrentó este invierno a un cambio de motor (de Renault a Mercedes) en las peores circunstancias, bajo la lupa por ser el único equipo autorizado a tocar el chasis con tal de poder anclar en él la nueva unidad de potencia.

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