Laporta y las preguntas de Einstein

Bueno, pues ya tenemos la mitad de la ración de octavos de Champions finalizada y la estadística nos dice que nos hemos quedado sin el 50 % de representantes de LaLiga. Sin entrar en muchos detalles, diríamos que el Sevilla ha demostrado que es más equipo que el Borussia Dortmund pero menos eficaz que Haaland. El Barça compitió al límite para conseguir lo imposible, pero, por una vez, los sueños se quedaron en simples sueños.

Viendo los 90 minutos de vuelta de los equipos españoles parecería que nos ha sobrado el partido de ida, o que si la eliminatoria se hubiera jugado al revés, o sea, que si estos fueran los partidos de ida, seríamos optimistas para que los nuestros estuvieran en el bombo de cuartos. Pero las eliminatorias son los equipos que te tocan y el orden de partidos, y seguro que sin los resultados de la ida tampoco sería posible entender los partidos de vuelta. Eliminaciones con la cara alta, eliminados con honores, eliminados con orgullo, eliminados pero cayendo de pie. Pero eliminados.

Con muchos aprendizajes, con muchas cosas confirmadas y con muchas percepciones que, tal vez ahora, y a pesar de las derrotas, son más firmes para los dos equipos, para los dos entrenadores y para los dos clubes.

Dice también la estadística que es la primera vez en 16 años que Messi y Cristiano se quedan fuera, a la vez, en octavos y que ya no disfrutaremos de ellos en los partidos de cuartos en adelante. Se diría que todo se alía para hacernos ver que ese futuro ya está entre nosotros, que los tiempos de pandemia son tiempos de cambios, que el fútbol empieza a abrir sus espacios a los nuevos talentos, a las nuevas estrellas. Pero siempre sabiendo que este es un juego colectivo y que si Messi y CR encuentran futuros ecosistemas competitivos seguro que volverán a estar presentes en las partes decisivas de las mejores competiciones.

Estos octavos de Champions me dejan esa imagen entre perpleja y sorprendida de Sergio Conceiçao, que acudía eufórico a la rueda de prensa posterior a que el Oporto eliminase a la Juventus y que en su momento de gloria se encontró con ninguna pregunta, ni italiana ni portuguesa. Tal vez por cuestiones tecnológicas, pero es una excelente metáfora de estos tiempos en los que lo que pasa en el campo interesa a los del campo, pero una vez que el árbitro había pitado el final del partido ya el asunto trataba del tiempo que le podía quedar a Pirlo en el banquillo de la Juve. Y que la oficialización de la alegría del Oporto nos llegaría vía las redes sociales para hacer virales un par de vídeos de celebración en el campo y en el vestuario. Así que se dejaron de lado las respuestas del entrenador, siempre las mismas para las mismas preguntas, aunque ya les digo yo, que conozco un poco a Conceiçao, que sus respuestas tienen de todo menos trivialidad.

La otra imagen que me queda de estos primeros octavos es la del Barça representado por Carlos Tusquets como presidente de la Gestora y Joan Laporta como nuevo presidente electo aunque todavía no oficializado. Diría que hasta esa presencia de Laporta en París, ese aroma de futuro, ha reducido el impacto presente de la eliminación blaugrana, ya que el socio culé ha decidido ponerse en sus manos para tener la buena respuesta a las complejas preguntas del fútbol actual.

Aunque como respondió Albert Einstein cuando su asistente le comentó que las preguntas del examen eran las mismas para el mismo grupo de estudiantes que hacía un año: “Sí, el examen es exactamente el mismo. Las preguntas son las mismas, pero son las respuestas la que han cambiado”.

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