Espanto de la Juventus en Oporto
El equipo de Pirlo se paraliza tras regalar el 1-0 en el primer minuto y solo logra salvar la eliminatoria con un gol de Chiesa (2-1) a falta de diez minutos para el final
Hace 25 años que la Juventus levantó su última Copa de Europa. Pasarán otros 25 si pretende ganarla jugando como jugó en Oporto, y se irá de vacío. Pocas veces un entrenador con tan buen gusto como Andrea Pirlo concibió un equipo más grosero. El destino quiso que estos octavos de la Champions lo cruzaran con otro equipo confeccionado con la misma rusticidad. El partido que parieron fue un horror. Un horror profundizado por la ausencia de público. En el desierto nadie tiene vergüenza. A Bentancur, además, le faltó visión perimetral. No había transcurrido el minuto uno cuando le entregó un balón a Taremi. Solo ante el portero Szczęsny, el nueve iraní abrió el marcador y lo que se presumió que sería el punto de partida de una noche frenética fue la constatación de que esta Juve es un enigma.
El viento encajonado en el valle del Duero batía la melena de Andrea Pirlo y le confería una apariencia de abandono. La mirada ansiosa del entrenador italiano recorría el campo de extremo a extremo como si buscara una respuesta huidiza. Corría el primer minuto del partido y su equipo iba perdiendo (1-0) después de un error inexplicable en estas circunstancias. Ante sí tenía un problema equivalente al suyo, pues el Oporto de Conceiçao responde a los mismos rudimentos. La diferencia no estuvo en los principios sino en la convicción. Mientras que el Oporto opera un plan que sus esforzados jugadores asimilan sin complejos, los jugadores de la Juventus no parecen coincidir en los propósitos ni comprender del todo lo que hacen.
Si las intenciones de los dos equipos deben juzgarse por lo que exhibieron en la noche del miércoles, la consigna común fue cerrar líneas, saturar de hombres una fracción de 40 metros de campo, apelmazarse unos con otros para cortar la circulación, y evitar a toda costa el pase interior, de forma que la pelota siempre discurra por los bordes exteriores del pelotón, monopolio de los centrales y los laterales. La tónica fue tal que en un margen de diez minutos antes del descanso, Rabiot, Chiellini y Bentancur abrieron el juego de forma que la pelota fue directamente a la tribuna.
Abundaron los pases sin ventaja ninguna, los choques, las faltas y los jugadores escondidos en la maraña, cosa de que a nadie se le ocurriera darles un pase. El estadounidense McKennie fue el paradigma de la evasión. Lo pagó Cristiano entre gritos y lamentos, pues vio cómo se secaban todas sus vías de suministro. Lo más cerca que estuvo el portugués de contactar con una pelota de gol fue tras un centro de Chiesa que pasó volando sobre su cabeza y se perdió tras la línea lateral. Considerando que la Juventus debía remontar un 2-0, el desarrollo del partido resultó desconcertante.
El Oporto hizo el 1-0 en el primer minuto de la primera parte y remachó el 2-0 en el primero de la segunda. Manafá entró por la derecha y centró atrás ante la pasividad de Alex Sandro. Remató Marega y la Juventus se vio en un aprieto duplicado.
El Oporto sobrellevaba la velada con tranquilidad, sin novedades en el fortín de Pepe, cuando casi por casualidad Danilo lanzó a Rabiot por su banda y el francés centró para que Chiesa conectara el tiro. El gol, primero y último de los remates serios de la Juve en todo el partido, servirá al club de los Agnelli para aferrarse a una débil esperanza de redención.
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