Las diabluras de Mbappé
El delantero del PSG, de 22 años, descompone a los azulgrana, muy vulnerables pese al regreso de Piqué
Antes de que comenzara el encuentro, Piqué soltaba un discurso a los que tenía cerca, conceptos tácticos y reajustes, también una perorata para Messi porque no estaba para la cháchara sino para el partido. No sonreía y no empezó demasiado bien porque perdió el sorteo de campo ante Marquinhos. Desde lejos se lo miraba Mbappé, que cuchicheaba y, al contrario de Leo, mostraba esa sonrisa pícara de alguien que se lo pasa bien y se lo quiere pasar mejor. Cada uno estaba en su sitio como reclamaban los octavos de Champions. Y la partida se la llevó Mbappé a lo grande, con un hat-trick en el Camp Nou: 22 años y toda una coronación.
Al poco rato de comenzar el encuentro, alguien encendió la radio en el área de Ter Stegen. Voces de mando, órdenes, ánimos y hasta broncas, la vuelta de Piqué a los terrenos de juego tras tres meses lesionado de la rodilla. “¡Eso es, eso es!”, gritaba cuando sacaban la pelota limpia desde la raíz. “¡Sales, sales, sales!”, le apremió a Lenglet en una embestida rival. “¿Cómo cogemos las marcas?”, le riñó a De Jong en un córner; pequeña reprimenda que a cualquier aficionado azulgrana le parece bien tras lo ocurrido hace dos cursos ante el Liverpool en Anfield, cuando se durmió el equipo para que Origi sentenciara la eliminatoria. Piqué en estado puro; también Piqué como tapón para Mbappé (e Icardi). Especialmente dura fue también su bronca a Griezmann. “¡Estamos corriendo como locos!”, soltó.
Sin ritmo porque solo acumulaba cuatro entrenamientos, Piqué sufrió con las arrancadas de Mbappé como demostró de buenas a primeras. Balón por encima de la zaga y solo un mal control del punta evitó que encarara a Ter Stegen, finalmente balón despejado por Dest. Pero poco más pudo hacer el lateral, superado por las diabluras del extremo, solo frenado con las ayudas de Piqué. Y ni con esas porque Mbappé era un ciclón: se las ingenió para dar una asistencia a Icardi que definió con el tobillo; regaló un centro a Kurzawa que exigió la respuesta de Ter Stegen; patentó un taconazo tras un centro lateral que de nuevo Piqué evitó a tiempo... Hasta que en otra arrancada dejó en evidencia a Lenglet antes de que enviara el balón a la red. Fue el gol del empate porque el primero llevaba otra firma.
Penalti a romper
Messi no participó apenas del juego colectivo, desconectado ante las coberturas que recibían los centrales con Paredes. Tampoco ayudaba que el Barça no avanzara las líneas con descaro como habitúa, cómodo con la defensa en pocos metros como exigía Piqué, pero torpe en la confección y en encontrar al 10 entre las líneas.
Por lo que en un inicio, Leo decidió bajar para absorber el esférico y mover los hilos. Suficiente para que se inventara un pase por encima de la defensa y a la carrera de De Jong, que acabó derribado en el área por Kurzawa en una acción en que no había intencionalidad. Leo dio cuatro pasos hacia atrás, puso los brazos en jarra, se atusó la media izquierda, soltó un escupitajo y retó a Navas, que le acertó el lado pero no la altura porque Messi le pegó a romper y alta, lejos de su alcance. Ahí, La Pulga sí sonrió. Pero le era complicado mantener el gesto con Mbappé al otro lado del campo.
De zancada larga y poderosa, Mbappé era el Correcaminos. Así lo expresó con un disparo desde el balcón del área que le hizo cosquillas al poste y así persistió con un eslalon por la banda izquierda que Icardi no concluyó. Pero no tenía suficiente el francés, que en el PSG también debía asumir el papel de jefe, ausente Neymar por lesión.
No falló en ese balón muerto que se le quedó en el área, en un remate que adelantó al PSG y retrató de nuevo a Dest. El tercero lo hizo Kean para apagar la radio azulgrana y para entender que no era día de risas para Messi. Pero eso a Mbappé tanto le dio, que selló la tumba azulgrana con un hat-trick, con un disparo con rosca que silenció a Ter Stegen, a Piqué, a Messi, al Barça...
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