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La inestabilidad de Simeone

La incertidumbre sobre el futuro del entrenador del Atlético, generada por él mismo, provoca una sacudida en el mejor momento del equipo en los últimos cuatro años

Diego Pablo Simeone, durante el partido de Copa contra el Cornellá en el que el Atlético fue eliminado por el conjunto catalán de Segunda B. /Quique García (EFE)
Diego Pablo Simeone, durante el partido de Copa contra el Cornellá en el que el Atlético fue eliminado por el conjunto catalán de Segunda B. /Quique García (EFE)Quique Garcia (EFE)
Ladislao J. Moñino

Tenido sin discusión alguna por la dirigencia del Atlético como el prócer de la estabilidad del club, las primeras declaraciones en caliente de Diego Pablo Simeone al término del batacazo con el Cornellà (1-0) en la Copa generaron una fuerte sacudida interna y externa. El efecto del “si estamos aquí el año que viene” que pronunció el técnico eclipsó la segunda debacle copera consecutiva ante un equipo de Segunda B. La eliminación fue sonora por el juego desplegado. Una continuación del bajón que el equipo ya mostró ante el Getafe y el Alavés, pese a cerrar sendos encuentros con victoria. Todo quedó soterrado por esas palabras del Cholo porque no hay nada que altere más los biorritmos rojiblancos que cualquier atisbo de fuga del hombre que los marca día a día.

Simeone es consciente de su poder y el pavor que causa en el club y entre la hinchada cada vez que amaga con el fin de su exitosa etapa como entrenador del Atlético, iniciada en diciembre de 2011. El patinazo quedó eclipsado por la zozobra que generó la intervención postpartido del preparador argentino. Por cómo fue su primera reacción, digirió muy mal la derrota. Antepuso su figura, aludiendo a su futuro, a la de sus jugadores y a la entidad tras un duro varapalo, pero en un momento en el que el equipo lidera el campeonato de Liga y está clasificado para los octavos de final de la Liga de Campeones. Una dosis de inestabilidad generada por la figura considerada por todo el universo Atlético como el epicentro desde el que emana el equilibrio. El vestuario, que no va sobrado de líderes caciquiles que aglutinen los diferentes grupúsculos, es muy permeable a los vaivenes del entrenador.

La declaración en la que dejaba su futuro en el aire sorprendió en la caseta y también en la entidad porque en un principio existe cierta sintonía para abordar la ampliación del contrato del técnico mejor pagado del mundo, que expira en 2022.

Desde los despachos, más allá de haber encontrado en estos nueve años de la era Simeone un sosiego desconocido, se empezaba ya a azuzar el leitmotiv que debe conducir a otra suculenta renovación. La palabra leyenda, o agigantarla aún más, y la invocación a la figura de sir Alex Ferguson comenzaban ya a circular por los despachos tras las primeras conversaciones informales entre Miguel Ángel Gil Marín y el entrenador. En España, el entrenador que más se le aproxima en longevidad en un mismo banquillo es José Luis Mendilibar, que lleva cinco años y seis meses a cargo del Eibar. En las grandes ligas, Christian Streich aterrizó en el Friburgo a la vez que Simeone en el Atlético, a finales de diciembre de 2011. En Francia, en el modesto Angers, Stéphane Moulin, lleva nueve años y medio.

Nada de este argumentario parece disgustar a Simeone, consciente de que será complicado que pueda reinar y ser remunerado en otro club como en el Atlético. En su segunda intervención del aciago miércoles en Cornellà, ya en sala de prensa, estuvo más en esa línea continuista que en el club aseguran que se mantiene pese a que hay quien opine que midió mal su intervención. “El fútbol es muy cambiante, estoy muy feliz acá, pero tengo que tener siempre la situación abierta en lo que el club decida”, matizó el técnico.

Defensa indemne

Este cierre final volvió a sorprender en boca de un entrenador al que el club le ha concedido todo lo que ha podido deportiva y económicamente al son de sus numerosos éxitos y también de algunos tropiezos sonados como el del Qarabag en la Champions, el de la Cultural el año pasado, y este del Cornellà; y también de épocas de juego aburrido y muy discordante con los recursos de la plantilla.

Simeone sabe desde hace tiempo por boca del club, en privado y público, que se ha ganado el derecho decidir cuándo ha llegado el momento de poner punto final a su etapa en el banquillo. La protección hacia su figura sigue indemne en el seno de la institución. Se le excusa de su salida de tiesto en Cornellà alegando un error normal en alguien sobreexpuesto a los focos de las ruedas de prensa una vez cada tres días. Y se insiste en que la relación contractual perdurará más allá de 2022 pese a la siempre alargada sombra de la selección argentina y del Inter de Milán.

Por todo ello, su intervención del miércoles es interpretada como una mera distracción, bien para difuminar el descalabro sufrido, bien para dar el pistoletazo de salida a las estrategias que desemboquen en la renovación. Si Simeone buscaba el efecto de poner el pecho por delante de sus jugadores, seguramente logró lo contrario porque ahora abundan los listados de estigmatizados en Cornellà.

En un equipo que por primera vez en cuatro años está en condiciones de pelear por el título de Liga porque no se ha descolgado de la cabeza en el mes de diciembre, lo único palmario es que las palabras de su entrenador han propiciado incertidumbre e inestabilidad a destiempo.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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