Carlsen pasa a la final con gran ayuda de Ding
Tras remontar tres posiciones perdedoras, el noruego jugará la final con Nakamura desde el viernes
Quizá nadie haya podido ganar cuatro veces el mismo día a Magnus Carlsen. El chino Liren Ding, 3º del mundo, pudo hacerlo hoy, pero solo aprovechó la primera, cedió un empate en las dos siguientes y perdió la decisiva del desempate relámpago. El noruego y el estadounidense Hikaru Nakamura disputarán desde el viernes, al mejor de siete duelos de cuatro partidas, el último duelo de la Gran Final del circuito Magnus Carlsen de torneos rápidos por internet (Chess24).
“Aún no comprendo cómo he logrado escaparme”, admitió Carlsen, aún tembloroso, nada más ganar una partida que debió perder. Ciertamente, es muy sorprendente que un jugador tan sumamente duro como Ding no aproveche tantas oportunidades de tumbar al campeón del mundo.
La primera partida de esta cuarta manga ilustra muy bien la enormidad de la fuerza de Carlsen, y la diferencia entre él y el 3º del mundo. Ding, con negras, había preparado una variante de enorme complejidad, que jugó de memoria hasta la jugada 16, cuando logró cinco minutos de ventaja en el reloj. Las blancas tenían dos peones menos, pero con mejor juego de piezas, y el rey negro podía ser débil a largo plazo.
Carlsen se salió entonces por primera vez de las jugadas más evidentes, pero con una muy lógica, que impedía el enroque. Ahí quedó claro que la preparación casera del chino no era suficiente, que no había profundizado lo necesario en las sutilezas de la posición para poner en apuros al campeón.
Tras quemar sus cinco minutos de ventaja en esa respuesta, Ding no cometió ningún error evidente hasta llegar a un final de torres técnicamente perdido. Los análisis con amigos inhumanos señalan que su fallo fue devolver los dos peones de ventaja demasiado pronto. Y también que el noruego jugó desde ahí como una máquina, implacable. Es muy probable que el excampeón Anatoli Kárpov tenga razón cuando dice que las probabilidades de tumbar a Carlsen son mayores en posiciones muy complejas. Pero también parece claro que lograr ese tipo de posiciones es solo el primer paso. Además, hay que conocerlas muy bien y estar en una forma excelente para jugar con gran precisión.
Lo que ocurrió a continuación fue muy llamativo sobre la tremenda confianza en sí mismo del escandinavo, quien planteó con negras la Defensa India de Rey, un terreno muy propicio para seguir el consejo de Kárpov. Era como si Carlsen le dijese a Ding: “Aquí tienes el tipo de posición que buscas. Ahora, gáname si puedes”. ¿Por qué hacía eso el multicampeón? ¿Era pura arrogancia? Probablemente no: aparte de que la situación en el marcador le permitía ese tipo de alegrías, era un intento de minar la moral de Ding -a quien Carlsen tiene en gran estima, como jugador y como persona- ante futuros enfrentamientos, que sin duda llegarán.
Pronto quedó claro que Magnus tocaba de oído y no dominaba ese tipo de estructura. Su jugada 18 era muy sospechosa, porque cedía casillas importantes e invitaba a una ruptura inmediata del centro, favorable a las blancas. Ding la hizo, con cuatro minutos de ventaja en el reloj. Y, aunque no jugó como una máquina en el consiguiente intercambio de golpes, sí vio una combinación espectacular y letal para castigar una imprecisión adicional de Carlsen, cuyo experimento psicológico había fracasado: empate en el marcador e inyección de moral para Ding.
Además, el chino tuvo la sangre fría para buscar el empate desde la apertura en el tercer asalto; nada de complicar el juego esta vez. Con las damas cambiadas, Carlsen reveló que estaba muy molesto consigo mismo por lo ocurrido unos minutos antes, porque no jugó con la precisión debida, y llegó un final muy inferior, al borde del abismo. Era el gran momento de Ding para ganar la cuarta manga (tendría las blancas en la partida siguiente con un punto más), pero, extrañamente, no vio una maniobra ganadora en la jugada 37.
El chino disponía aún de un disparo, con la iniciativa de blancas. Además, Carlsen volvió a cometer la imprudencia de elegir una apertura de riesgo, la Indo-Benoni, y salió de ella en clara desventaja. Ding tenía una segunda gran oportunidad de tumbar al campeón y forzar una quinta manga. Los análisis posteriores demuestran que las jugadas ganadoras no eran difíciles para él. Pero, por alguna razón no explicada ni lógica, sus decisiones en los movimientos 26 y 31 fueron contrarias al sentido común. Y Carlsen sobrevivió con un empate balsámico.
Cuando alguien ha tenido a uno de los mejores jugadores de la historia contra las cuerdas dos veces en una hora y no lo ha rematado, su confianza en sí mismo no debe ser muy grande. Y menos aún a las 02.00 de la madrugada (hora de Pekín). De hecho, Ding se enredó bastante en la primera partida del desempate relámpago (cinco minutos más tres segundos por jugada) cuando disponía de continuaciones muy sólidas, pero luego encontrar el estrecho camino hacia el empate.
De modo que el asiático tenía una tercera oportunidad de llevarse la cuarta manga, con blancas en el segundo asalto relámpago. Y todo indicaba que la iba a aprovechar, porque un error táctico de Carlsen le dejó en posición claramente ganadora. Pero entonces, como si no pudiera asumir su previsible triunfo, devolvió el favor con un fallo aún mayor, que le dejó perdido. Y, por imprecisiones del noruego, después dispuso de al menos de dos posiciones de probable empate, pero tampoco pudo aprovecharlas. No ganó Carlsen, perdió Ding.
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