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El gran salto de Pablo Torrijos

El triplista de Castellón deja su récord nacional en unos magníficos 17,18m en unos campeonatos de España en los que Orlando Ortega logra el doblete

Pablo Torrijos, en el Meeting Villa de Madrid.
Pablo Torrijos, en el Meeting Villa de Madrid. j. j. guillén (EFE)

Fue el telonero perfecto Orlando Ortega, que encendió la mecha de los campeonatos de España en pista cubierta para que pocos minutos estallara la bomba que a todos hizo felices, el récord de España de triple salto (17,18m) que consiguió Pablo Torrijos, el chaval de Castellón que hace cinco años fue el primer español, y sigue siendo el único, que pasó de los 17 metros en la disciplina del hop, step, jump, izquierda, izquierda, derecha. Fue el sexto intento, el intento de los récords (fue el intento de los 15,43m de Yulimar Rojas), el salto que los organizadores están empeñados en eliminar para dar más viveza al concurso.

Después de sumar a su título en los 60 metros vallas el de los 60 lisos (6,65s), y es el primero que lo consigue en la historia de los campeonatos de España en pista cubierta, Orlando Ortega anuncia que intentará buscar la marca mínima (20,24s) que le permita competir en los 200m de los Juegos de Tokio. “Sin olvidar, claro, que mi objetivo prioritario siguen siendo los 110m vallas”, precisa el medallista de plata en los Juegos de Río y de bronce en el Mundial de Qatar. “Doblé aquí porque sabía que estaba muy, muy fuerte, pero quería saber exactamente qué tan fuerte estaba”. A Ortega, que se entrena entre Chipre y Valencia, su entrenador, el griego Antonis Giannoulakis, un optimista con el que se comunica con gestos y mensajes traducidos en el móvil, le había pronosticado una marca mejor aún, entre 6,58s y 6,62s, pero 6,65s en la novena mejor de todos los tiempos en España (el récord nacional son 6,52s, de Yunier Pérez).

Los 17,18m de Torrijos son la segunda mejor marca mundial del año (y hace llorar por la suspensión provocada por el coronavirus de los Mundiales en pista cubierta de Nankín, China) y la 91ª de todos los tiempos en una lista encabezada por los 17,92m del francés Teddy Tamgho. Es también, por cuatro centímetros, mínima para Tokio, lo que le ahorra aventuras en busca de puntos en el ránking para conseguir plaza olímpica, y también dinero, como el, por ejemplo, que invirtió en billetes de avión para Boston, donde el 25 de enero ganó, con 16,75m, la reunión de pista cubierta del circuito mundial. “Y eso que estaba lesionado entonces”, recuerda Torrijos, de 27 años, un atleta que, dicen los técnicos, ejemplifica lo que deben ser todos los atletas, un chaval normal pero metódico, detallista, superprofesional, entregado e inquieto. Y muy paciente. Y no era siquiera el que más hacía soñar a los técnicos de la hornada espectacular de Castellón de la que formaba parte. El que hacía brillar los ojos de todos, el gran talento puro, era Vicente Docavo, que se rompió el tendón de Aquiles. El que triunfó fue Torrijos, quien, por inquietud y ganas de mejorar, dejó en septiembre de 2016 el nido de Castellón, donde le arropaba por las noches Claudio Veneziano, el técnico italiano que le guio hasta los 17,04m de la medalla de plata en los Europeos de pista cubierta de Praga 2015. Emigró a Madrid, a trabajar junto al longitudinero Eusebio Cáceres, con Juan Carlos Álvarez, un técnico tan metódico y serio como el triplista.

Y cuando, ya a la hora de comer, Pablo Torrijos vuela hasta 17,18m en la arena de Ourense, la primera persona a la que abraza, feliz, en una nube, es a Claudio Veneziano, quien ya hace 10 días le predijo: “Estás, Pablo, para 17,20m, que fue la longitud que saltaste en Praga si sumamos a los 17,04m los 16 centímetros que le regalaste a la tabla a la hora de batir”. Y después abraza a Álvarez y el abrazo colectivo tan feliz se completa cuando se une a los tres Ramón Cid, quien fue hasta hace dos años el máximo responsable técnico del atletismo español y antes aún plusmarquista nacional de triple salto (16,69m). “Y el primer mensaje de enhorabuena que me ha llegado es de Santiago Moreno (16,93m), otro explusmarquista de triple”, cuenta Cid, quien sabe que los del triple son una gente que se sabe eslabones de una cadena, peldaños de una escalera común, una tarea colectiva. “Cuando lo dejamos decimos al que viene, ‘hasta aquí he llegado, ahora te toca a ti”.

Cid entrena a Teresa Errandonea, la vallista de Irún que volvió a quedarse cerquísima de la barrea de los 8s (8,05s) en la final que la proclamó campeona de España. A Adrián Ben, de 21 años y finalista en un Mundial al aire libre, y a Pablo Sánchez-Valladares, de 22, les entrena Arturo Martín, y ambos, el de Viveiro y el gigante de Torrejón de Ardoz y su magnífica planta de cuatrocentista, se disputan con el murciano Mariano García, de 22 años y cuarto en el Europeo de Glasgow en pista cubierta, la victoria en la final de los 800m. Gana el más potente, Sánchez-Valladares, otro atleta de gran futuro en el 800m, la prueba en la que no dejan de nacer talentos en España.

En el 800m femenino el futuro tiene 31 años y se llama Natalia Romero, una atleta de Jaén que se entrena en Mallorca y que hasta cinco años se dedicaba al 400m. Ganó en Ourense, en la pista cubierta de 200m, con 2m 3,78s, una marca que permite augurar unos dos minutos pelados en la pista de 400m al aire libre.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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