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El Barcelona defrauda en Nápoles

Un gol de Griezmann en la única jugada de mérito alivia a los azulgrana en un partido que mostró el extravío del equipo de Setién y por el que Messi pasó de puntillas

Messi, ante Ospina. En vídeo, rueda de prensa de Setién, entrenador del Barça, tras el encuentro.Foto: atlas | Vídeo: Reuters Atlas
Ramon Besa

Messi pasó de puntillas por San Paolo, como si fuera un jugador cualquiera, enjaulado por el Nápoles. Nadie advirtió ningún parecido del azulgrana con Maradona. El rosarino se dejó llevar por el partido, más conformista que rebelde, e incluso tomó una tarjeta por entrar con los pies por delante a Ospina. No hubo ni siquiera un regate de Messi que evocara la figura de Maradona. El 10 fue uno más en un equipo desfigurado y anónimo, afortunado en una jugada, casi la única de mérito, rematada por Griezmann.

Los protagonistas azulgrana fueron sorprendentemente los laterales: Junior metió la pata en el gol de Mertens y Semedo profundizó para el tiro definitivo de Griezmann. A falta de fútbol, las dos jugadas resumieron un encuentro que jamás respondió a la expectación que había despertado en Nápoles. El juego de pases barcelonista resultó tan cansino que nunca desordenó al equipo de Gattuso. Los azulgrana se solaparon al inicio y se diseminaron al final: Busquets cargó con una tarjeta que le impedirá disputar la vuelta, Arturo Vidal fue expulsado y se lesionó Piqué. No es el inventario de una contienda épica sino de una noche insípida, impropia de una ciudad como Nápoles y fuera del guion emocionante anunciado por Quique Setién.

El entrenador se ha encariñado con Arturo Vidal y la apuesta por el chileno ha supuesto la suplencia de Ansu Fati. No es una elección cualquiera sino que se puede interpretar como una decisión conservadora, respetuosa con la jerarquía del vestuario, reforzada en la alineación por la presencia de futbolistas como Rakitic y Umtiti por delante de Arthur y Lenglet, y si se quiere también intimidadora para la hinchada napolitana por el paso del chileno por la Juve. Hay pocos futbolistas más enérgicos y polivalentes que Arturo Vidal, mitad defensa y mitad delantero, situado en la punta derecha de San Paolo.

No se sabe muy bien qué pintaba el chileno en aquel rincón de la cancha por más que el Barça tomara la pelota y acampara en campo rival, mejor en la presión que en la elaboración, falto de desmarque y excesivamente lento, circunstancia que favorecía la defensa del Nápoles. Al equipo italiano se le notaba muy tranquilo contra un Barça agarrotado y responsabilizado, siempre dependiente de Messi. Aguardaban en su cancha los muchachos de Gattuso, siempre en busca de la espalda de los centrales azulgrana, dispuestos para tirar la línea del fuera de juego ante Ter Stegen.

Al Nápoles le convenía que no pasara nada en su campo mientras que el Barça no sabía cómo hacer que ocurriera alguna cosa, plano e incapaz de agitar el partido, sin opciones de juego para Messi, muy reducido por la zaga.

Vidal como extremo

Ningún futbolista conseguía romper las líneas, los dos equipos más pendientes del error del contrario que del acierto propio, como se advirtió en el 1-0. A Junior se le enganchó la pelota, Callejón estuvo atento para el robo y su centro inmaculado fue rematado impecablemente al borde del área por Mertens.

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Los laterales pierden a menudo defensivamente al Barça, fácil de descodificar para técnicos como Gattuso. Setién en cambio no debió ver al Nápoles contra la Juve, el Inter o la Lazio. A gusto con un partido plano, ralentizado y sin picos, el equipo italiano petrificó en su primera llegada a Ter Stegen. Ospina vivía plácidamente, arropado por una defensa de ayudas y basculante que no dejaba recibir el balón a Messi. El Barça no aceleraba ni generaba fútbol, sin tiro: alcanzado el descanso, no había rematado a la portería del Nápoles.

El equipo de Gattuso se cerraba muy bien por dentro, centrado en tapar las líneas de pase, sin conceder espacios, y el de Setién no encontraba la manera de atacar, sin futbolistas que progresaran y centraran por las bandas, tampoco sin interiores que llegaran por sorpresa, los once futbolistas prisioneros de una posesión cansina ante la sorpresa de San Paolo. El Barça no encontraba su sitio en la cancha y no sabía qué hacer Setién en el banquillo cuando Busquets filtró un pase para la ruptura de Semedo y el centro del lateral fue rematado a la red por Griezmann. Aunque no para de correr a ninguna parte, el francés aparece habitualmente para dejar el gol importante, el que ayuda a reconducir o arreglar el partido, ninguno tan peligroso para el Barça como el de Nápoles.

El empate fue un tesoro para un Barça disminuido por las tarjetas y las lesiones, confundido por la alineación de Vidal como extremo, perdido por el extravío de De Jong, a merced del Nápoles, detenido por un excelente Ter Stegen. Nadie ayudó a Messi para que fuera Messi y pudiera imitar a Maradona. El capitán se contagió de la vulgaridad del Barça ante el asombro de San Paolo. A un partido que demandaba una respuesta grandilocuente, respondieron los azulgrana de forma mezquina, sin grandeza y de manera tan desorientada que espantó incluso al animoso Setién.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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