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La Real Sociedad da un azote al Madrid

El equipo de Imanol, liderado por Isak y Odegaard, abruma a los de Zidane hasta el arrebato final de los blancos a hombros de Vinicius en un partido vibrante hasta el último segundo

José Sámano
Isak celebra un gol ante el Madrid.
Isak celebra un gol ante el Madrid.R. Jiménez (EFE)

Un partido tremebundo dejó en las semifinales de la Copa a una Real Sociedad titánica durante una hora y patas arriba en el tramo final. Por el camino se llevó un azote el Madrid, con flojeras hasta su hercúlea sacudida a última hora con la que casi sella una de esas remontadas de época. Un encuentro colosal, emotivo, intrigante e indescifrable. De esos duelos que maldicen los puristas, pero no olvidan los hinchas. Los de unos, los de otros, los de paso. Todos tuvieron ratos para desesperarse y esperanzarse.

Hasta el agónico desenlace, durante una hora el reto estuvo gobernado por dos cadetes nórdicos, un sueco de 20 años y un noruego de 21. Con Isak y Odegaard al frente, la Real Sociedad llegó a abrumar al Madrid —estuvo 0-3 y 1-4—, pero castañeteó en cuanto vio la histórica mordida arrebatadora de los blancos cuando alguien se despista y les da por sepultados. A hombros de Vinicius y al toque de corneta de Sergio Ramos, el equipo local llegó a angustiar a una Real que le tuvo cogido por la pechera. Su entrenador, Imanol Alguacil, contribuyó con los cambios. A cada bingo realista respondió el técnico con un relevo defensivo. Al Madrid, aunque se quedó en la orilla, casi le basta con apelar a su heráldica.

De entrada, Zidane se atrevió con una alineación demasiado provisional. El preparador francés hizo de aguador de los más titulares y expuso al equipo con unos cuantos extras. Mucho riesgo para unos cuartos de final a partido único y ante un rival con muchas vetas que explotar. Es la Real un equipo de lo más jacarandoso. Le gusta arrullar a la pelota, a la que mima desde Remiro, su portero, hasta Isak, su ariete. Puede amedrentarse al final y en todo un Bernabéu, pero de inicio esta Real no duda. En Chamartín, donde se presentó con su equipo con frac —salvo Januzaj y Gorosabel—. Enfrente, Zidane dio carrete a gente con poco vuelo durante el curso: Areola, Nacho —obligado por la baja de Carvajal—, Militão, Marcelo, James y Brahim.

Algunos se sintieron pronto forasteros. Caso de Areola, al que de inicio se le anudaron un par de veces las botas al querer articular el juego con los pies. Los ánimos del capitán Ramos y de ZZ no evitaron su destemplanza. Con el partido equilibrado, el portero galo desvió hacia el centro un disparo de Isak. Ausente Casemiro y su escoba, al rechace acudió Odegaard. Su remate no fue para enmarcar, pero burló a Areola, con las piernas en modo sapo. El noruego, recluta madridista con beca en Donosti, nada festejó públicamente. Él es uno de los pilares de esta pinturera Real. Hay más, caso de Merino, que tras algún extravío por la Bundesliga, hoy ya es un futbolista con un cuajo estupendo. Lo mismo ejerce de ancla que de lanzadera. Un futbolista que quita y pone. Por algo, Remiro, el guardameta, le tiene como principal referencia para dar salida al jugo de forma sinfónica.

Sobre Merino y Odegaard gravitó bien el equipo de Imanol Alguacil, mientras al Madrid le costaba encontrar hilo en alguien que no fuera Vinicius, un tipo que metaboliza optimismo hasta el hueso. Favorecido por los remilgos defensivos de Januzaj, futbolista que hace tiempo perdió de vista al prometedor juvenil belga que fue, Vinicius tuvo en guardia permanente a Gorosabel. Por su vía llegaron los principales apretones para Remiro, firme hasta que se tragó el gol de Marcelo. Antes, no vaciló. Ni con las botas ni con los guantes. Hasta el tanto de Marcelo, nadie le exigió más que James, en su única pista, un tiro enroscado desde el balcón del área. ZZ le despachó al descanso, como hizo Imanol con otro sobrante, Januzaj.

Antes de que intervinieran los entrenadores, Isak ya había dejado apuntes inquietantes para el Madrid. Al sueco solo le falló la puntería, de lo que tras el descanso estuvo sobrado. Deshilachado el Madrid, pese a la entrada de Modric por el intrascendente James, el VAR frustró el primer tanto de Isak, en claro fuera de juego tras la geométrica asistencia de Odegaard, que tiene botas con ojos. No se rompió el idilio del espigado Isak, que clavó un golazo de volea poco después. El chico engaña: sus largas piernas no se le trabucan, para nada. También certificó el 0-3, justo antes de que Remiro ya no fuera el primer Remiro. Marcelo le doblegó de mala manera por su palo. Ya todo era frenético. Se fue lesionado Odegaard —víctima de un rodillazo de Marcelo en el primer acto—, pero Isak, iluminado, asistió a Merino para el 1-4. Imanol echó el lazo a un pivote defensivo —Guevara— y a un lateral —Aihen—. En dirección contraria, Zidane apelotonaba delanteros —Jovic y Rodrygo—. No había respiro. Dale que dale Vinicius. Resiste que resiste la Real. El VAR anuló un gol a Vinicius, que no se rindió para citar a Rodrygo en el 2-4. Y llegó Nacho para el 3-4... Y la expulsión de Gorosabel. La Copa, cuando se pone cardíaca, es inigualable.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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