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alienación indebida
Columna
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Setién y los ‘cuentapases’

Con el cántabro en el Barça vuelven a resonar los ecos de batallas pasadas, cuando la pasión por unos colores se revestía de carga ideológica

Rafa Cabeleira
Setién, en Ibiza.
Setién, en Ibiza.JAIME REINA (AFP)

Todavía es pronto para juzgar el trabajo de Quique Setién en Barcelona aunque, al ritmo que se desarrollan los acontecimientos en el fútbol, quizás la semana que viene nos parezca demasiado tarde. A imagen y semejanza de la política actual, este es un deporte donde la mesura es devorada desde los extremos y, con el aterrizaje del cántabro en el Barça, vuelven a resonar los ecos de batallas pasadas, días extraños en los que la pasión por unos colores se revestía de cierta carga ideológica para disimular que seguíamos discutiendo sobre lo mismo.

Es cierto que de su debut se empezaron a sacar conclusiones muchas horas antes de que los focos del Camp Nou se encendieran para recibir al Granada. Bastó con una foto del propio Setién abrazado a Riqui Puig -y unos tuits antiguos de su segundo, Eder Sarabia- para que en Barcelona se declarase la IV República Cruyffista, que es la forma de gobierno favorita entre el entorno azulgrana cuando todo lo demás se desmorona. Lo hizo Núñez con el propio Cruyff, y más tarde Laporta con Rijkaard y Guardiola. Entre medias, probaron sus distintos dirigentes con todo tipo de alternativas filosóficas que no terminaron de cuajar, salvo en el caso -curioso- de Luis Enrique: llegó para evolucionar el modelo y terminó conquistando la triple corona dando marcha atrás. Así las cosas, no le hizo falta a Setién mucho más que poner a su equipo a dar pases para que muchos hayan querido ver en su intención el regreso de los días felices. Otros, en cambio, han utilizado esa misma precipitación para rescatar un debate que hoy se antoja absolutamente desvirtuado por incomparecencia de uno de los grandes ponentes: el Real Madrid.

Casi nadie duda de que el duelo árabe contra el Valencia es, hasta ahora, la obra cumbre de Zinedine Zidane en su regreso al banquillo del club blanco. El francés llenó su alineación de centrocampistas y el resultado fue una sinfonía de combinaciones y juego de alta costura que destrozaron al equipo de Celades desde la máxima cruyffista por excelencia: el control del balón como centro de todas cosas. Se celebró el resultado pero también el récord de pases del equipo, se aplaudió que un futbolista como Isco tuviese la oportunidad de contactar más de 100 veces con el balón y se olvidaron aquellos mantras ajados de que el aficionado madridista nacía con un tara genética que le impedía disfrutar de las mieles que exportó el Barça a todos los rincones del planeta. Por eso llama mucho la atención este intento de ridiculización preventiva que, desde diferentes frentes mediáticos y afectivos, ya se practica contra Quique Setién y los vulgarmente conocidos como cuentapases.

De nuevo, por cierto, se introduce la siempre sufrida “superioridad moral” en el debate, argumento directamente reciclado desde la política y que no hace más que confirmar los peores temores sobre la naturaleza del mismo. Este es un partido que se juega desde trincheras maltrechas en las que unos y otros se arrogan malditismo o santidad dependiendo del día, un juego dialéctico del que Setién fue protagonista demasiadas veces en el pasado, de ahí que ya nos atrevamos a predecir su futuro: gane o pierda, el resultado final será la más vulgar de las parodias aunque, visto el partido de Ibiza, tampoco conviene descartar una bellísima tragedia.

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