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Las vidas gastadas de Simone Moro

El italiano sobrevive en el Gasherbrum I a la caída en una grieta, ayudado por su compañera Tamara Lunger

Simone Moro y Tamara Lunger, cruzando el campo de grietas en el Gasherbrum I.
Simone Moro y Tamara Lunger, cruzando el campo de grietas en el Gasherbrum I.

Simone Moro empieza a descontar las vidas gastadas en la montaña. En 1996, rapelando la supercanaleta al Fitz Roy, el único pitón de roca del que colgaba, aterrizó en una repisa de nieve, ileso, ante la mirada aterrorizada de su compañero, quien se había descolgado primero. En 2011, tras firmar la primera ascensión invernal del Gasherbrum II, un alud le sepultó junto a sus compañeros Cory Richards y Denis Urubko durante el descenso. Aún no saben cómo sobrevivieron.

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El pasado sábado, un tercer milagro sonrió al italiano mientras cruzaba un glaciar en el Gasherbrum I, encordado a su compañera de expedición Tamara Lunger. Atados el uno al otro a una distancia de 20 metros, Moro aseguró a Lunger para cruzar un puente de nieve. A su vez, tras alejarse 20 metros, la italiana aseguró a su compañero, pero apenas puso los pies en el puente, este cedió. En caída libre, Moro cayó 20 metros por una grieta de apenas medio metro de anchura. Tuvo la inmensa fortuna de no sufrir lesiones o fracturas en su caída, dada la estrechez de la grieta. Tamara, por su parte, quedó apenas a unos centímetros del borde de la grieta, pero con la cuerda enrollada en una de sus manos: todo el peso de Moro en una mano.

Simone tuvo el reflejo de anclarse a un tornillo de hielo, lo que permitió a Lunger respirar e instalar, pese a sus dolores, un anclaje de fortuna que garantizase la seguridad de ambos. Después, Moro escaló por el interior de la grieta y salió a la luz dos largas horas después. Las heridas de ambos les han forzado a cancelar su expedición.

"Todo está bien si acaba bien", resumió Moro en sus redes sociales. El italiano narra cómo vivió el episodio desde el fondo de una grieta cuyo final resultaba imposible adivinar: “Tamara tenía la cuerda enrollada alrededor de su mano y le apretaba tanto que se le dormía, amén del dolor atroz que sentía. En plena oscuridad noté cómo seguía bajando poco a poco, temiendo que ella también cayese en la grieta. Además, no llevaba crampones sino raquetas de nieve, con lo cual frenarse era aún más complicado. Mientras notaba cómo me iba deslizando lentamente hacia el abismo, tuve la lucidez de coger el tornillo de hielo que llevaba en el arnés y colgarme de él: ese tornillo frenó mi caída y evitó que Tamara también cayese. Estuvimos a un suspiro de un epílogo trágico", resume el hombre que cuenta con las primeras ascensiones invernales a cuatro ochomiles: Shisha Pangma (2005), Makalu (2009), Gasherbrum II (2011),y Nanga Parbat (2016).

La pareja llevaba diez días trabajando duro para encontrar el mejor camino posible entre el laberinto de grietas y seracs localizado por encima del Campo base de la montaña. El accidente tuvo lugar camino del campo 1 y, si no acabó en tragedia, fue gracias a una combinación de reflejos, conocimientos técnicos y suerte, el mejor activo en la vida de un alpinista.

En vídeo, la formación de Guías de Alta Montaña donde un alumno extrae a otro de una grieta con ayuda de un polipasto.

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