Russell Westbrook, adaptarse o morir
¿Es posible que un jugador, que ha funcionado siempre por puro instinto, ofrezca un mínimo rendimiento en un equipo tan fríamente trabajado desde la sala de los analistas?
Hasta esta misma semana, la temporada NBA, ya en la mitad de su fase regular, era para mí la competición que se iba sucediendo mientras Luka Doncic dejaba otra noche para la historia (nadie a su edad había logrado antes más de 20 puntos, 15 rebotes y 15 asistencias en un partido).
Pero un gráfico a todo color, junto a un partido concreto que vi de los Houston Rockets, me ha dejado, como se dice ahora, “hablando solo”. El gráfico, analizado más en detalle por mis compañeros en esta misma página, representa una media cancha ofensiva de la actualidad, frente a la de hace 20 años. Y sitúa los 200 lugares más habituales desde donde se tiraba entonces y se tira ahora a canasta. En la cancha del año 2000, esos 200 puntos se reparten de forma equitativa entre los lanzamientos dentro de la zona, los de media distancia —“entre la bombilla y la línea de 3 puntos”, como solíamos decir—, y los que se ejecutan detrás del semicírculo de siete metros. En el gráfico actual, todos los tiros de media distancia han desaparecido por completo.
Algunas opiniones lamentan que esta nueva forma de jugar se lleve por delante gestos icónicos del baloncesto. Es el caso del llamado fade away jumper, esa suspensión a tres, cuatro o cinco metros del aro, alejándose del defensor, que a Dwayne y a Kobe Bryant les funcionaba de maravilla… Probablemente porque habían crecido imitando la belleza de ése y otros movimientos de Michael Jordan (pongan en Youtube, Let your game speak, dura un minuto y me lo agradecerán). Pero, como diría un clásico: “el deporte es así”. Los más viejos del lugar seguro que añoran mucho más la desaparición del gancho de Abdul Jabbar, o al comentarista viniéndose arriba con el “imparable lanzamiento apoyándose en tabla de Juan Antonio San Epifanio”. C’est la vie.
Básicamente, existen ahora dos posiciones de ataque en la mayoría de partidos NBA; cuatro jugadores se despliegan a lo largo de la línea de 3 puntos, mientras el quinto jugador, antes conocido como pívot, se gana el jornal poniendo bloqueos directos para liberarlos de sus defensores.
Viendo el otro día a Russell Westbrook con su nuevo equipo, me sentí de repente como el chaval de la película que necesita ayudar al superhéroe atrapado. Me puse hasta nervioso. ¡Señores de Houston Rockets: liberen a Russell de una santa vez! ¿De verdad puede Westbrook adaptarse a este modo tan calculado de entender el baloncesto? ¿Es posible que un jugador, que ha funcionado siempre por puro instinto, ofrezca un mínimo rendimiento en un equipo controlado básicamente con dos joystick, uno llamado directamente James Harden y el otro tan fríamente trabajado desde la sala de los analistas?
Con cada vistoso y grave error de Westbrook; con cada mueca de desesperación en su cara, al darse cuenta de que su naturalidad en el juego es tan poco compatible, de momento, con el ordenador que marca la eficiencia de un ataque actual de los Rockets, me sentía más y más metido en el partido. Está claro que Mike D’Antoni tiene un atractivo trabajo por delante. Jugadores como Westbrook, a pleno rendimiento, existen muy pocos en la NBA. El caso nos recuerda vagamente al momento crítico de los Chicago Bulls antes de su primer anillo. El llamado sistema del triple poste ofensivo, partió de un cerebro también muy analítico. Tex Winter, ayudante de Phil Jackson, fue capaz de demostrar que ese sistema los ayudaría a lograr sus objetivos. Jordan siempre cuenta que no fue nada fácil adaptarse y que todos tuvieron que poner mucho de su parte. El sistema del triple poste, prescindía absolutamente de la posición de playmaker, de base puro. Los técnicos de estos Rockets, y de muchos otros equipos de la NBA, tienen claro que para lograr sus objetivos, hay que sacrificar radicalmente el tiro a media distancia. Seguiremos atentos a la evolución. Y sobre todo al sacrificio de Westbrook para seguir siendo una estrella en la NBA. Jugar bien en los Rockets, para él casi es como aprender un nuevo deporte.
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