España abochorna a Alemania
La nueva generación de la Roja lo borda con una goleada de época a la selección de Löw y jugará la fase final de la Liga de las Naciones
La rompió España, una España tremenda, apoteósica. La Roja juvenil y gris de los últimos meses rompió el cascarón en un día sonado para el fútbol español: el baño a Alemania fue todo un do de pecho. No fue en una Eurocopa, ni en un Mundial. Pero la Alemania quebrada por Torres en 2008 y por Puyol hace poco más de una década se llevó una zurra para la eternidad en La Cartuja. Como evidencia, el equipo germano no encajaba seis goles desde 1958 (6-3 contra Francia).
Alemania, también en transición, no tiene el mejor conjunto que se le haya visto. Pero tampoco es un equipo del camión escoba. A cascotes la redujo la selección local, hasta propiciarle la paliza más grande que se haya llevado jamás en un partido oficial.
Llegado el día, la España que acuna Luis Enrique se quitó el mal de altura y celebró una fiesta mayor. La selección de Löw quedó reducida a cenizas. La Roja la convirtió en un equipo elemental, indigente, por más que se apellide Alemania y alistara a cinco futbolistas del supersónico Bayern. El gatillazo alemán fue de época.
España fue un vendaval desde el inicio. Fue una selección sin complejos. Y pilla, muy pilla. Interpretó de forma ilustrada cuáles eran las debilidades visitantes. Primero, a hombros de Morata, que, de espaldas y de frente, bailó sobre Süle y Koch, las dos pértigas que alineó Löw en el centro de la trinchera. Defensas a granel. Dos zagueros centrales muy alemanes. Un fútbol, el alemán, que no pocas veces acogotaba solo por el infinito tamaño de sus defensas. Muchos deforestaban el área. Lo mismo que Süle y Koch, retratados por tierra y aire.
Al rondo de Morata —con ruletas versallescas— se añadió rápido Ferran. El valenciano tuvo ojo clínico: Max, su marcador, iba sin cadena. A las señales del jugador del City se sumó como aguador Sergi Roberto. Una tortura para Max, siempre a rebufo de Ferran y el azulgrana. Ni cierto infortunio rebajó al conjunto de Luis Enrique. El árbitro, sin VAR mediante, no condenó un posible penalti de Gündogan a Dani Olmo. Tampoco fue una interferencia la lesión de Canales antes de los diez minutos. Poco después, Fabián, su relevo, lanzó un córner y Morata cabeceó como un ángel. Como alguacil, Gnabry, el más chaparro de los visitantes. Los centrales de dos cuerpos, de mirandas. No había circunstancia que trastocara a España, convincente en todo, con y sin la pelota. De nuevo anotó Morata, tras una trenza entre Ferran y Sergi Roberto. A ojo, el linier invalidó por fuera de juego un gol que pareció gol.
España maniobraba con tanta decisión como pericia. Alemania solo tenía un peritaje. Sin apenas presión, echar un vistazo al oponente a la espera de una rendija para Gnabry, Werner y Sané, tres puñales cuando tienen horizontes. No se los concedió el cuadro de Luis Enrique, que supo cuándo acelerar, cuándo amainar.
Neuer se cruzó en el camino de Ferran hacia el 2-0. Pero al capitán germano le descamisaron poco después. Gayà, zurdo, centró con la derecha. Dani Olmo, que no es pívot, cabeceó al larguero. Y Max no interfirió el disparo cruzado y a bocajarro del extremo del Manchester City. Nada hizo Gündogan en otro cabezazo fulminante, esta vez de Rodri. España llevaba de cabeza a Alemania ante un espectador de lo más contemplativo: el meta Unai Simón, este martes una escala por encima de De Gea y Kepa.
Volantaba Rodri con criterio, marcaban el paso el resucitado Koke y Fabián, percutían con saña los tres delanteros y la defensa no aflojaba ni con la lesión de Sergio Ramos al filo del descanso. Otro contratiempo español y una certidumbre creciente. Este fútbol pandémico, tan abrasivo como extenuante, produce —y producirá— un goteo incesante de lesiones. No hay Hércules que resista tan diabólico calendario.
Alemania, afeitada por la Roja, ya era la nada antes del intermedio. No le fue mejor después. Aún pareció más pedestre. Bandera blanca. Mérito español. Los chicos de Luis Enrique olieron sangre y nadie bajó la persiana. Ferran, en patines, masacró a la destartalada zaga germana con dos confetis más. Y también Oyarzabal tiró serpentinas (6-0).
La España sin gol, dale que dale contra toda una Alemania. Tal fue el meneo que los de Löw se quedaron secos cuando llevaban veinte partidos consecutivos marcando. No era el día. Solo era el día de la Roja. Si hace diez años festejó la mayor gozada de sus 100 años de vida, su paso por La Cartuja también merece un descorche mayor. No solo por la clasificación para las semifinales de la Liga de Naciones de octubre de 2021. Un 6-0 a Alemania encumbra a cualquier equipo. Máxime si está formado por una generación emergente a la que quizá solo le faltara un día cumbre. Ya lo tiene. Inolvidable testamento.
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