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Con la mitad de Leo vale

El argentino, en el banquillo tras 31 partidos completos por unas molestias en el tobillo, decide el duelo en la segunda parte

Jordi Quixano
Griezmann da las gracias a Messi por facilitarle el gol ante el Betis.
Griezmann da las gracias a Messi por facilitarle el gol ante el Betis.JOSEP LAGO (AFP)

La noticia sorprendió a propios y extraños, hasta el punto de que antes de que se disputara el encuentro, las redes sociales del Barça lanzaron un vídeo de Messi contra el Betis como reclamo; un recital de goles porque en 22 partidos le ha endosado 23 dianas. Pero el argentino, tras nueve partidos seguidos de principio a fin en este curso, se quedó con el chándal. “Si alguien no está fresco, sale desde el banquillo. Son muchos partidos acumulados”, razonó antes del envite Alfred Schreuder, segundo de Koeman. “Ya habíamos hablado de que tenía molestias del último partido ante el Dinamo”, convino después Koeman, en referencia a un pequeño golpe en tobillo; “un jugador como Leo, si está bien, juega desde el principio”. Aunque mal del todo no estaba, tal y como lo aclaró luego.

Al empezar el segundo acto, pisó el tapete y no le hizo falta ni tocar la pelota para decidir el encuentro. Le bastó con dejar pasar de largo un centro de Alba para descolocar a Bravo y facilitar el remate de Griezmann a puerta vacía. Luego, lo redondeó desde los 11 metros, además de otro tanto para cerrar el choque. “Todos preferimos que esté en el campo porque te da más opciones de ganar. Ha salido y ha cambiado el partido. Es el mejor del mundo y nosotros somos mucho mejores con él en el campo”, expuso Alba. A veces, con la mitad de Leo vale.

Messi acumulaba 31 partidos seguidos y completos sin resuello. “Se cansa más si no juega”, replicó Koeman hace unos días. Más que nada porque había completado todos los minutos de la temporada (810), seguido de cerca por De Jong (800). Antes del Betis, sin embargo, el preparador azulgrana lanzó un aviso: “Incluso si Messi no está al 100%, podría no salir de titular. Pero si el jugador está al 100%, no es necesario darle descanso”. Así fue.

Sentado en la fría grada —entre otras cosas porque da mucha morriña ver el esqueleto del Camp Nou en tiempos de pandemia—, apartado un poco del resto de suplentes, con la requerida mascarilla y unas botas naranja fosforito, Messi vivió el encuentro como si estuviera en el césped, dando por descontado lo bueno y torciendo el gesto ante lo malo. Se mordió las uñas, lamentaba las pérdidas con gestos imperceptibles, atendía de vez en cuando a Pjanic y sus diatribas tácticas, y se quedó a medias del festejo en un remate de Ansu que Bravo acabó por despejar. No está acostumbrado a no ser parte decisiva del juego: desde septiembre del año pasado que no comenzaba como suplente, entonces porque regresaba de una lesión. Pero Koeman decidió darle aire como también hicieron Valverde y Setién —los predecesores en el banquillo de holandés—, siempre con la aquiescencia del 10. “Mi relación con él nunca ha sido complicada. Hablamos claramente en la reunión que tuvimos y desde que volvió ha hecho todo para ganar”, dijo Koeman cuando le preguntaron sobre la gestión de Messi, toda vez que Setién la tildó de difícil.

Es de suponer que a Messi también le fue bien oxigenar las piernas, ahora que se irá con Argentina en el parón de las selecciones. Equipo con el que quiere y escoge jugar —no así como con el Barcelona, a quien pidió este verano que le dejara marchar vía burofax—, cansado de no competir por el cetro europeo, difícilmente por el de la Liga.

Mensajes de cariño

“Anímicamente Messi está bien y fuerte. Está siempre disfrutando del deporte porque es un ganador. Cualquier jugador pasa por momentos más complicados. Está muy metido”, zanjó Koeman. Aunque los mensajes de cariño de sus excompañeros son continuos. “De los dos años que pasé con él, muchas cosas se han quedado en mi corazón. Una hermosa amistad nació entre nosotros. Estaremos unidos de por vida”, deslizó Arturo Vidal, ahora en el Inter. “Tenemos una buena relación y no hablamos sólo de fútbol. Tratamos de apoyarnos en temas personales y anímicos”, abundó Luis Suárez desde Madrid.

Cuando Dembélé marcó, Leo se desperezó con unos pocos aplausos comedidos. Ningún gesto hizo cuando se señaló penalti sobre Ansu, tampoco se movió un ápice cuando Bravo escupió el disparo de Griezmann. Aunque sí que negó un par de veces con la cabeza cuando Sanabria puso las tablas en el marcador. Luego, tras el entreacto, se ató las botas, regaló el gol a Griezmann y festejó con rabia su quinto gol del año, todos hasta ese momento desde los 11 metros. Aunque también le dio tiempo para marcar en jugada y cerrar el debate. “No cabe cuestionar su calidad, sabíamos que en un partido u otro marcaría”, señaló Sergi Roberto.

Un partido en el que demostró que con medio Messi, en ocasiones, es suficiente.

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