El Barça fue Ter Stegen
Las paradas del portero alemán salvan a los azulgrana en un partido diseñado para los delanteros y finalmente mejor jugado por el Dinamo de Kiev
La liguilla de la Champions abona a menudo jornadas de entretiempo para los favoritos de grupo, partidos diseñados para cuestiones muy particulares, como por ejemplo la de afinar la puntería contra adversarios menores, como se anunciaba en el cartel del Barça-Dinamo de Kiev. Las apuestas giraban alrededor del número de goles y el nombre de los artilleros al tiempo que se aguardaba por fin la resurrección de Messi. Los protagonistas, sin embargo, no fueron los delanteros, y mucho menos el 10, como estaba previsto, sino los porteros y muy especialmente Ter Stegen, prodigioso en hasta cinco ocasiones, la última remachada a gol por Tsygankov.
La victoria fue mínima y pírrica en un encuentro horroroso del Barcelona. Hasta Messi y Pedri parecieron al final dos jugadores vulgares en un equipo desenchufado, expuesto hasta última hora a un resultado inesperado por su fragilidad defensiva, personalizada en el atolondrado De Jong.
No hubo más concesión por parte de Koeman precisamente que la de alinear a De Jong como central junto a Piqué. Incluso Ter Stegen regresó al once titular el día después de tener el alta médica y que, curiosamente, coincidió con el partido siguiente a la pifia de Neto en Vitoria. La ostentosa formación azulgrana contrastaba con el equipo plagado de anónimos que a la fuerza dispuso Lucescu. Al técnico rumano le hubiera gustado que se suspendiera el partido porque solo disponía de trece fichas profesionales después que hasta nueve futbolistas dieran positivo por la covid-19.
La descompensación advertida en las pizarras se plasmó en la cancha nada más empezar el juego cuando Popov cargó ingenuamente en el área con Messi. Ya son cuatro goles y los cuatro de penalti del 10. Los remates barcelonistas se sucedían sin parar ante el juvenil Neshcheret. Griezmann falló un tiro a portería vacía, Pedri remató al larguero y Ansu Fati jugueteaba con los laterales y centrales del Dinamo de Kiev . La consigna era acabar las jugadas y presionar sin descanso para no dejar salir de su área a los muchachos de Lucescu.
La cita abonaba el exhibicionismo y alguno se adornó con exceso, circunstancia que favoreció la resistencia del conjunto visitante. Ansu Fati, por ejemplo, excelente en el desequilibrio, igual jugaba para el equipo que por su cuenta, reiterativo en el regate, más virguero que efectivo para desespero de Koeman. Tampoco atinó Messi en un disparo cruzado que tocó el portero y acabó por chafar al Barcelona, apenado por el mal fario del 10. Los azulgrana se fueron del partido para suerte del desacomplejado Dinamo, que tuvo hasta cuatro llegadas seguidas al área de Ter Stegen.
El portero fue entonces el mejor jugador del Barça, igual de resolutivo con los pies que con las manos, prodigioso ante un cabezazo franco desde el punto de penalti de Buyalskiy. El alemán sacó el brazo como si fuera un martillo y mandó la pelota a córner ante el asombro de delantero del Dinamo. A pesar del empeño de Pjanic por filtrar buenos pases y dinamizar el juego, los azulgrana se olvidaron de la portería rival y se dedicaron a circular alrededor del área como quien da vueltas a una rotonda sin encontrar la salida, alejados del arco de Neshcheret.
Piqué, decisivo
Las pérdidas del balón eran reiterativas en el Barça, impreciso en el pase y en el tiro, confundido por el guion de un partido que pintaba tan fácil que se olvidó de jugar y marcar antes de tiempo, cada vez más rebotado por los aciertos del meta del Dinamo. La falta de continuidad en el juego y el absentismo de futbolistas como Griezmann provocó un marcador sorpresa al descanso: 1-0 y de penalti transformado por Messi. A un buen cuarto de hora le siguió media hora reprobable sin que interviniera Koeman. Atacaba mal y defendía peor el Barça, solamente resguardado por Ter Stegen.
El recital del meta continuó con dos mano a mano, uno rechazado con el pecho y el siguiente con el pie, omnipresente ante los delanteros rivales, animados por la vulnerabilidad del Barça. Los azulgrana no cerraban ni replegaban, expuestos a las transiciones del Dinamo y dependientes de Ter Stegen y Ansu Fati. No había ni defensas ni delanteros, desaparecido Griezmann y angustiado Messi. Al francés se le tragó la tierra desde que marró un gol cantado y fue sustituido mientras Messi no podía con Neshcheret.
A falta de atacantes, compareció Piqué en la jugada posterior a un saque de esquina para cabecear un centro precioso y preciso de Ansu Fati. El gol resultó una bendición para el Barcelona, porque el equipo se esfumó definitivamente de la cancha y provocó la carga del Dinamo, que no paró de atacar hasta acabar en su quinta oportunidad con la invulnerabilidad de Ter Stegen. La congoja paralizó a los azulgrana en un final muy sufrido por la sorprendente dimisión de los muchachos de Koeman. El partido que pintaba a exhibición acabó por ser el peor desde la llegada del técnico al Camp Nou. Muy descontrolado, partido por la mitad y torpe sin el balón, el Barça fue Ter Stegen, el héroe inesperado en un día que parecía a pedir de boca para los delanteros para Messi.
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