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Messi, 515 minutos y 19 remates en blanco

El argentino enlaza su sexto clásico seguido, desde la marcha de Cristiano, sin marcar ni asistir

Jordi Quixano
Messi se lamenta tras una ocasión de gol malbaratada por el Barça.
Messi se lamenta tras una ocasión de gol malbaratada por el Barça.Andreu Dalmau (EFE)

Messi se definió en el primer tiempo, futbolista que adora al balón y al juego puro antes que a cualquier trampa o cuita. Fue cuando saltó para evitar la guadaña de Casemiro —que vio la cartulina amarilla en la acción—, aunque se hizo daño en un tobillo al caer y al notar también el peso del brasileño de refilón. No le importó el contratiempo a Leo porque no se tiró, sino que quiso acabar la jugada con un disparo que no acabó de incomodar a Courtois. Luego, sobre el tapete, se retorció de dolor. Pero Messi está para jugar y así lo demostró, una vez más, en el clásico. Aunque por mucho que apareciera —tocó 98 veces el esférico, el que más en todo el encuentro entre los dos equipos—, no se salió con la suya como tampoco lo logró en los cinco clásicos previos, sin marcar ni asistir ya en seis seguidos, desde que Cristiano Ronaldo se marchara a la Juventus.

Fue capital Messi en las ofensivas de los azulgrana, en el fútbol vertiginoso que trató de imponer el Barça con los imberbes por los costados (Ansu y Pedri, que le quitó el sitio a Griezmann). Ecosistema al que no está habituado el 10, ya en el baúl de los recuerdos las paredes con Luis Suárez, las asistencias en profundidad a Neymar.

26 balones perdidos

En una de esas, en cualquier caso, Messi absorbió el esférico en el área y bailó a Ramos al insinuar una cosa con la cadera y hacer lo contrario con los pies, pero se le acabó la chispa en el disparo. Resulta que chutó al lugar lógico, al palo corto, al sitio que acabó por tapar el acertado Courtois. Todo un martirio para La Pulga, que suma 515 minutos sin marcar en el clásico —su peor registro alcanzó los 522 minutos entre 2014 y 2017—, desafinado en el remate porque suma 19 (ocho de ellos entre los palos) sin éxito alguno.

“Hemos cambiado a Leo al centro para dar profundidad por la espalda de los laterales del Madrid”, convino Koeman. No salió. Aunque la decisión del entrenador repercutió en una mayor incidencia del 10 en el juego, aduana azulgrana para cualquier ataque. Como en esa ocasión que leyó el desmarque de Alba en vertical y le puso un balón medido, finalmente rematado a la red por Ansu al atacar el centro lateral. En ese festejo, sin embargo, hubo una pequeña discusión —intercambio de pareceres tácticos— entre Busquets y Messi, los dos culpables del tanto inicial del Madrid. Por un lado, Leo acudió muy tarde a la presión y Kroos tuvo tiempo de girarse y remover el esférico a la banda opuesta; y por la otra, Busquets no siguió a Valverde para lamentarlo después.

Pero eso de discutir no va con Messi y por eso siguió pidiendo el balón. “¡Pónmela!”, le gritó a Ansu Fati en una ocasión que el extremo decidió chutar antes que atender el desmarque del 10. Por lo que Leo, contrariado ante esa fatalidad y la que erró después Coutinho en un remate de cabeza, decidió hacer la suya, jugadas de difícil resolución o pases definitivos. Lógico que perdiera 26 balones, muy por encima de Coutinho (14) y Alba (12).

No pudo Messi con el Madrid y se dio por vencido cuando Modric hizo el tercero, peleado también con el colegiado por el uso del VAR y hasta por la distancia que puso en la única barrera de la que disfrutó. Por lo que algo le debió de decir al árbitro Martínez Munuera —"por protestar una de mis decisiones", rezó el acta—, pues acabó por ver la tarjeta amarilla. Tampoco vio puerta en el clásico, rémora repetida.

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