La Vuelta más atípica comienza en Irún con Froome y Roglic
PCR negativas, el británico regresa a una grande, el esloveno busca repetir título y el Movistar quiere la victoria de Mas en una prueba que empieza en martes y en otoño
La Vuelta sale de Irún, calor, viento sur, optimismo natural, otoño de sol, PCR negativas de todos los corredores, gendarmes franceses que han cruzado el Bidasoa, 500 metros más allá, sin máscara y con chalecos antibala aprovisionándose de tabaco americano y whisky escocés, un homeless con perro en la acera, que dice haber sido ciclista en el Kas, apellidarse Amorós, de Alicante, y ser tío del Amorós internacional de la selección francesa en tiempos de Platini y Luis Fernández. A dos pasos, Ventas de Astigarraga y Oiartzun, la casa en la que nació Txomin Perurena, que está cazando paloma. “Ja, ja, cazar, yo no diría tanto”, responde Perurena, el ciclista más querido por todos en España en los años 70. “He visto a algunas torcaces pasar sobre mi cabeza, pero no he soltado ni un tiro”.
La última vez que la Vuelta llegó a Gipuzkoa, en mayo del 78, Perurena ganó el sprint de San Sebastián, una victoria más en su carrera de más de 100 triunfos que no le hizo olvidar, era tan cercano el día, que tres días antes llegó a San Sebastián de amarillo y con casi minuto y medio de ventaja sobre Tamames. A la Vuelta solo le quedaba la contrarreloj con final en el velódromo de Anoeta. “Y el velódromo estaba a reventar, todos preparados para festejarme, y cuando entré solo oí un silencio que aún recuerdo, no se me va de la cabeza. Aún me dan ganas de echarme a llorar. Así me enteré de que había perdido la Vuelta”. La perdió por 14s. “No quiero recordarlo más, por favor”, dice. “Ya he pasado página”.
A la Vuelta que comienza este martes en Irún llega Primoz Roglic de favorito, el ganador del año pasado que también puede contar una historia como la de Perurena, la que le ocurrió en el Tour, hace un mes solo. Si, aunque afirme que ya ha pasado página, el corredor vasco aún recuerda la tarde de su desolación, el esloveno no deja traslucir ninguna emoción cuando se le recuerda su desastre en el Tour en la contrarreloj de la Planche des Belles Filles que entronizó a Pogacar a los 22 años. “Yo me proyecto hacia el futuro”, afirma Roglic. “Gané el domingo siguiente la Lieja, y ya pasé página. Y aquí a la Vuelta vengo con mi compañero Tom Dumoulin como fui al Tour, en condiciones de igualdad, y ya veremos quién va más fuerte”.
El Jumbo llega con más de media banana mecánica del Tour –los dos líderes, más Gesink y los escaladores Bennett y Kuss—, con ganas de seguir espantando, y le espera el Movistar, que juega en casa y en casa se siente, aunque será una Vuelta a puerta cerrada en los puertos, sin público, y burbujas cerradas en hoteles, salidas y llegadas, y periodistas solo a través del plasma. Le espera Valverde, que ama las ecuaciones: “Ellos estarán peor de forma y menos motivados que en el Tour”, dice el murciano. “Y nosotros estaremos más de ambas, de motivación y de forma. Y espero que con eso valga, porque venimos a ser protagonistas. Teneos que salir con mentalidad ganadora, no conservadores”. Y el murciano mira a su derecha, mira a Enric Mas, líder designado del equipo a quien promete cuidar, confortar y guiar. “Pero hay que estar con los pies en el suelo y no levantar falsas expectativas”, dice el mallorquín, el más joven del equipo, y ya tiene 25 años, que quedó segundo a los 23 en su debut en la Vuelta y quinto en el Tour pasado. “Voy mejor que en el Tour, y no, no me vale no estar en el cajón”.
Chavales debutantes arrasaron en el Tour (Pogacar, Hirschi), arrasan en el Giro que se divide el pelotón con la Vuelta (Almeida, Hindley, Ganna) y coincide una semana con ella, y a los chavales se les espera en la carrera española. Todos hacen listas de nacidos en el 98, el año mágico del ciclismo, y se aprenden biografías para llegado el momento. Los veteranos, ellos, se esconden detrás de los jóvenes, a quienes todos los viejos les parecen el mismo, y quizás ni saben lo que han hecho sus mayores antes de que ellos nacieran.
Valverde cuida de Mas y Chris Froome promete hacer lo mismo con su compañero Richard Carapaz, el líder del Ineos. Nueve años después de nacer como campeón en la Vuelta (aquella de 2011 que le ganó Cobo, luego descalificado por dopaje), Froome busca renacer en la misma carrera, la primera de tres semanas que disputa desde hace dos años, los meses que ha estado ausente por su caída en junio del 19. Cerrará ese círculo y cerrará otro, el de su pertenencia de 11 años al Sky/Ineos. “Y será una mezcla de emociones. Dejo el Ineos pero la Vuelta me encanta, aunque no sé cómo estoy”, dice. “Me he entrenado bien, en Andorra, pero hace más de un mes que no compito. A ver cómo me encuentro los primeros días…”.
Apoyo de Irene Lozano
La Vuelta, siempre salvaje de recorrido, hace la subida a Arrate su primer día, la Laguna Negra, el tercero, y la cima del Tourmalet el sexto. Serán tres de los ocho finales en alto de una carrera que se vive como un desafío a la naturaleza, como si fuera una expedición al Polo Sur, y que contará con la presencia de Irene Lozano, secretaria de Estado para el Deporte en la salida, una señal del apoyo absoluto del Gobierno, necesario en tiempos de covid 19 y dudas.
Junto a la pandemia, contra la que se ha pertrechado con rigor, el mal tiempo que se prevé en noviembre (la cornisa cantábrica será el núcleo del recorrido y la montaña su hábitat), será el otro enemigo imprevisible.
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