Fractura y alerta en el US Open
El grande neoyorquino, en el que Djokovic parte como absoluto favorito, arranca con la división interna provocada por la asociación impulsada por el número uno y un preocupante positivo de última hora
Iba a ser esta la historia del celebrado regreso y también el silencio, de la burbuja y las gradas vacías y, sobre todo, la historia del hoy mirando tal vez hacia un mañana al que prácticamente nadie desea llegar. ¿Cómo sería la vida sin Rafael Nadal ni Roger Federer en las pistas? Por primera vez desde 1999, entonces también en Nueva York, el aficionado al tenis no contemplará las hazañas de ninguno de los dos, en la reserva ahora por uno (decisión propia) y otro motivo (lesión); pero como contrapartida, el cartel ofrece la atractiva incógnita de saber si Novak Djokovic será capaz de plasmar ese poderío que se resume en 23 victorias en otros tantos partidos esta temporada, habiéndose adjudicado el trofeo de Cincinnati en la antesala y habiendo conquistado en tres ocasiones (2011, 2015 y 2018) la noche salvaje de Flushing Meadows.
Esa iba a ser la historia, pero el presente ordena todo lo contrario. Agitación, ruido y más ruido entre bambalinas al trascender la creación de una nueva asociación de jugadores (PTPA) impulsada por el propio Nole y que desafía plenamente a la ATP, y el torneo en alerta por la detección de un positivo por covid-19 que, según apuntó el diario L’Èquipe, corresponde al francés Benoit Paire, aislado y encerrado en su habitación junto a otros cuatro compatriotas: Richard Gasquet, Adrian Mannarino, Grégoire Barrere y Édouard Roger Vasselin.
Es decir, todo puede saltar por los aires en cualquier momento y el relato puramente tenístico ha pasado a un segundo plano. Pese a los interesantes trazos que ofreció el ensayo de Cincinnati —disminuido el espectáculo, obviamente, por la circunstancia a la que obliga esta nueva e insípida realidad pandémica—, se habla poco de tenis y mucho de división, porque la acelerada irrupción de ese nuevo grupo liderado por el número uno, con el canadiense Vasek Pospisil y el estadounidense John Isner a los costados, ha pillado a contrapié a buena parte de la familia del tenis y enseña otra grieta.
Paradójicamente, si hace cinco meses se planteaba en la atmósfera general del circuito la posibilidad de que se fundieran el masculino y el femenino, para simplificar el mapa de organismos y unificar el funcionamiento de ambos canales, la llegada de la PTPA obliga a los tenistas a posicionarse y los puentes tendidos en primavera parece que empiezan a disiparse. “Esto no es un sindicato, no estamos pidiendo boicots ni planteando un camino paralelo”, defiende Nole, cuya misión y la de sus adeptos, dice, es lograr las mejores condiciones económicas para los jugadores y desmarcarse de los torneos en la mesa de negociación. “Tenemos un problema mayor y la separación y la desunión no son definitivamente la solución”, salió al paso Nadal, apoyado de forma inmediata por Federer: “Es fundamental permanecer unidos como deporte”.
Benoit Paire, según L’Èquipe
A partir de ahí, opiniones para todos los gustos y de todos los colores. Desde el siempre razonable Andy Murray, que no firmará en ningún caso a no ser que en la nueva propuesta de asociación se incluya definitivamente a las mujeres, hasta la tajante respuesta de los organismos (ATP, WTA e ITF, a los que se suman los cuatro Grand Slams). “Es tiempo para la unidad, no para la división. La estructura del tour provee a los jugadores de igualdad en la mesa respecto a las grandes decisiones que afectan a nuestro circuito”, argumentaron a través de un escrito conjunto. “Hablar ahora de esto es algo horrible. La ATP hace un gran trabajo”, reprochó el británico Daniel Evans, el 28º del mundo.
Enfrente, Djokovic cuenta con el apoyo de tenistas de primera línea como Matteo Berrettini (8), Diego Schwartzman (13), Denis Shapovalov (17) o Felix Augger-Aliassime (20), y de una nutrida representación de modestos que se han sentido desamparados durante los cinco meses de parón, en los que al no haber competido no han recibido ingreso alguno.
Mientras tanto, el domingo a media tarde se encendió la bombilla roja cuando la Federación Estadounidense (USTA) anunció el positivo (asintomático) de un tenista, cuya identidad no reveló y que deberá estar aislado al menos 10 días. El torneo, además, inició el rastreo de contactos para determinar si otras personas deben estar en cuarentena las dos próximas semanas. Posteriormente, L’Èquipe informó que se trataba del galo Paire, quien el pasado día 22 se retiró de la primera ronda de Cincinnati —trasladado a Nueva York este año como consecuencia de la pandemia— frente al croata Borna Coric, cuando perdía por 6-0 y 6-1.
Por lo tanto, a la tensión que se respiraba en el ambiente se añade una buena dosis de preocupación y suspense, puesto que los tenistas conviven desde hace dos semanas en la burbuja y cualquier paso en falso puede volatilizar todo el esfuerzo del major norteamericano, que ha diseñado un estricto protocolo de seguridad sanitaria. Ya hubo sobresalto antes de que comenzase Cincinnati, cuando la organización retiró del cuadro al argentino Guido Pella y al boliviano Hugo Dellien al haber estado en contacto con su preparador físico, que dio positivo. No así ellos.
Este es el escenario previo al arranque de la cita esta lunes, en la que sobresalen los nombres de Djokovic y Serena Williams, y también la cascada de ausencias, dadas las reticencias a viajar a Nueva York: han declinado participar seis top-10 entre las chicas (sí figura Garbiñe Muguruza, la 16ª), entre ellas las dos primeras de la WTA (Ashleigh Barty y Simona Halep), y cinco top-20 entre los chicos.
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