El frenazo que condena al City en Europa
El conjunto de Guardiola, que no ha superado los cuartos en cuatro años seguidos, paga los desajustes que provocan los tres centrales o el doble pivote en su juego elaborado
El Manchester City de Pep Guardiola ha sido sucesivamente eliminado de la Champions en octavos de final por el Mónaco en 2017, y en cuartos por el Liverpool en 2018, el Tottenham en 2019, y el Lyon en 2020. Salvo en la primera oportunidad, en las tres últimas el técnico abordó los partidos imponiendo cambios tácticos conservadores que sus futbolistas no lograron interpretar. La caída ante el Lyon (1-3), este sábado en Lisboa, es el último eslabón de una cadena de desencuentros entre el entrenador más influyente del mundo y unos jugadores que cultivan las dudas inherentes a los profesionales que todavía no tienen estatuto de estrellas.
Hay dos tipos de activista entre los jugadores profesionales. El que aboga por encerrarse atrás y contragolpear, una especie cada vez más rara, y el partidario de la elaboración. Estos últimos, que son los que recluta Guardiola ex profeso, se refieren al doble pivote como “doble pegote”. Es un cliché. Jerga de vestuarios. Señal de que el entrenador cree más en la presión del contrario que en la circulación propia.
No fue la derrota lo que más dolió a los jugadores del City el 9 de abril de 2019, cuando el Tottenham se llevó la ida de los cuartos de final por 1-0. Fue el modo en que cayeron, sintiéndose repentinamente convertidos en un equipo reactivo, temeroso del rival, más pendiente de contrarrestar los contragolpes de Kane y Son que de imponer sin complejos la calidad que durante años Guardiola les había hecho sentir que tenían. Tampoco fue casual que ese día el City jugara, con carácter excepcional, con un doble pivote. Gundogan lo expresó con toda la claridad que le permitió el deber de lealtad, aquel 9 de abril: “Nos ponemos nerviosos en estos partidos y siempre tomamos las decisiones erróneas. No fuimos lo suficientemente valientes”.
Contra el Tottenham, el entrenador diseñó un plan difícil de asimilar por unos jugadores que además de lógica, para llevar su cuerpo y su mente al límite necesitaban sentir que su jefe cree sin vacilar que están capacitados para asumir los riesgos destinados a los mejores.
Después de años idealizando el ataque masivo, los ajustes defensivos para situar un doble pivote provocaron la clase de dudas que desencadenan interferencias en el juego. Si en 2019 fue la pareja Fernandinho-Gundogan, este sábado en Lisboa fue el dúo Rodri-Gundogan con una línea de cinco defensas por detrás, algo igualmente inusual para una plantilla que desde 2017 ha revolucionado los principios del fútbol de ataque. Preguntado por las causas de la tercera eliminación sucesiva en cuartos, Kevin de Bruyne lanzó un mensaje encriptado: “Diferente año, mismas razones”.
David Silva, único jugador del City con verdadero estatuto de figura mundial, fue uno de los que sintieron que en White Hart Lane se torció mucho más que una eliminatoria. Un año después, la víspera de la ida de octavos contra el Madrid, Silva estaba sentado junto a Guardiola en la sala de prensa del Bernabéu cuando le preguntaron cómo debía afrontarse el cruce. ”La clave es ser nosotros mismos”, dijo; “jugar como hemos jugado en los últimos años. Ser agresivos en ataque, tener la posesión y controlar el partido”.
Guardiola: “Nada cambia demasiado”
Silva, como Gundogan, intuyó que media un largo trecho entre ocupar los espacios con 4-3-3 y hacerlo con 4-2-3-1. Porque además del mensaje conservador implícito, el repliegue de un volante supone la pérdida de un peldaño en la escalera que conduce al área rival. Preguntado por ello en 2019, Guardiola reflexionó que compensar esa sustracción solo supone un ejercicio intelectual. “El dibujo”, aseguró, “no cambia la filosofía. El fútbol es cuestión de espacios y la intención con la que quieras jugar. Con dos pivotes atrás pierdes uno delante, pero buscas tener más control en esa posición. Si los jugadores leen dónde están los espacios en el último tercio no hay problema. Puedes atacar y defender perfectamente con tres defensas o con cinco. Nada cambia demasiado”.
“A veces juegas 4-3-3 de salida”, prosiguió el técnico del City, “pero cuando un mediocampista baja a recibir la pelota ya tienes dos mediocentros en posición defensiva y ya tienes que armar el juego con dos. No es una cosa muy relevante. Depende de los espacios y de los movimientos del oponente, cómo presionan, cómo defienden. Dependiendo de eso creas los espacios. La lectura es la clave. Jugamos con dos pivotes contra el Tottenham por diversos motivos que nuestros jugadores conocen perfectamente”.
Silva apenas jugó unos minutos en el Bernabéu, donde el City desplegó el doble pivote y solo dispuso del 50% de la posesión. Más ordenado para provocar el error que para dominar, el equipo que alcanzó los cuartos de final de Lisboa reafirmó la tendencia del técnico en los momentos decisivos. Ante el Lyon, adversario aparentemente más vulnerable que el Liverpool, el Madrid o el Tottenham, las alarmas de Guardiola no solo no se atenuaron sino que se dispararon. Pero en vano. Con su formación inicial el City no consiguió crear superioridades en ataque —”No encontramos los espacios”, dijo Guardiola tras el partido—, al tiempo que atrás armó un fortín que le sirvió de poco para protegerse de los contragolpes, como demostraron el 1-0 de Cornet y el 1-2 de Dembelé.
En Lisboa, la defensa de cinco y el doble pivote fue, nuevamente, un freno para una plantilla adoctrinada para pisar el acelerador.
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