El PSG impone su poder
Superior por calidad individual más que por juego, el equipo de Neymar y Mbappé acaba remontando y doblegando al Atalanta en el descuento de un largo y tortuoso partido
El Paris Saint-Germain pasó a la semifinal de la Champions ante el bravísimo Atalanta en una refriega que tuvo la cadencia disonante de los partidos de solteros contra casados. Es la tónica del fútbol en tiempos de peste y sucedió lo que suele ocurrir cuando las eliminatorias se concentran en 90 minutos. Que pesan más los jugadores grandes que las grandes organizaciones. Neymar y Mbappé se elevaron por encima del juego de su equipo, muy pobre durante toda la noche, para rematar a un Atalanta más orgánico pero desprovisto del talento individual necesario. Con Ilicic autoexiliado y Papu Gómez retirado por lesión, el equipo de Gasperini se apagó.
La referencia defensiva del Atalanta es simple. Cada jugador tiene asignado un hombre que debe seguir por todo el campo. Si el reparto de tareas es sencillo, la ejecución empuja al equipo a moverse en la cornisa de un rascacielos. Un mano a mano perdido convierte al portero en el último hombre. El riesgo, cuando el rival tiene calidad para mover la pelota, se multiplica. Si rival es Neymar, un jugador con recursos infinitos en el uno contra uno, la misión es imposible. Lo supo Mattia Caldara desde el minuto uno. A él le encomendó Gasperini el seguimiento del brasileño, principio y final de cada maniobra del PSG.
La eliminatoria se decidió en el minuto 90 pero pudo resolverse en el 2. La jugada surgió de la típica acción ensayada en los entrenamientos. Los hombres del Atalanta avanzaron a campo contrario presionando a sus pares, el PSG circuló el balón hacia Navas, y el portero lanzó en largo hacia Neymar, que sin deshacerse de Caldara le dio el balón con un toque dulcísimo a Icardi. El nueve lanzó en profundidad y ahí fue Neymar tras trazar una curva que dejó a su marcador sin cadena. Ganados diez metros de libertad, Neymar se vio con la pelota controlada ante el portero rival, Sportiello, que le achicó el ángulo. Apurado, Neymar abrió el pie derecho para colocar un tiro que se le acabó yendo fuera. Tuchel, que contemplaba la acción sentado en una nevera, se puso lívido.
Balones largos a la figura
La jugada iluminó las coordenadas del partido. El Atalanta salió a contrastar al PSG sin complejos, resuelto a asumir todos los riesgos necesarios con una presión que lo exponía al desastre pero que le ayudaba a ocupar los espacios de forma ventajosa cuando recuperaba la pelota y Papu Gómez la movía. Arrinconado en su mitad del campo por un adversario que solo lo superaba en sintonía, el opulento PSG obró como lo hacen los equipos menores. Saltando líneas de presión con balones largos al figurín. Ahí apareció Neymar, imparable en su juego interior lo mismo que angustiado cada vez que pisaba el área.
A la amenaza de Neymar replicó Gómez desplegándose como tapón de Marquinhos y como armador, en una doble faceta extenuante. Cuando tuvo la pelota, la empleó en una sucesión de centros desde la izquierda y la derecha que indefectiblemente ganaron sus compañeros para desesperación de Navas. El portero hizo tres paradas antes de que Neymar arrastrara a su equipo de la confusión. Ander Herrera le ayudó a dejar tirado otra vez a Caldara en una carrera que culminó asistiendo a Icardi, que la vio pasar en la boca del área. La desconexión de Icardi fue notoria.
El Atalanta solo recuperó el orden y el aliento cuando el balón pasó por Gómez. Pasados los 20 minutos el argentino provocó una falta en el mediocampo y cuando reemprendió el juego sus compañeros asaltaron el campo contrario en tromba. El balón pasó por Pasalic, por De Room, por Hateboer, por Zapata y por Pasalic, que lo envió a la escuadra con un remate de zurda. La irrupción de Tolói desde atrás en el momento crítico en que Zapata pisaba el área y se llevaba a Kimpembe, cuando la defensa del PSG procuraba fijar marcas, generó una confusión que el goleador aprovechó incursionando al espacio vacío.
El equipo de Tuchel dispuso del balón pero, privado del control del mediocampo por un Marquinhos que siente más la defensa que la administración, no consiguió dominar con claridad. Cuando rompió la presión se encontró con la réplica agresiva de unos adversarios que no dudaron en hacer falta. O entraban fuerte o dejaban mano a mano a su portero. Por ese camino los jugadores del Atalanta se fueron cargando de tarjetas amarillas. Tolói, De Room, Freuler, Zapata y Djimsiti quedaron señalados por el árbitro. Avanzada la segunda parte, estas advertencias pesaron en el equipo italiano tanto como el cansancio y los problemas físicos acumulados a lo largo de una temporada interminable. Consumida la hora, Gasperini quitó a Gómez. Sacar al líder, aparentemente lesionado, fue señalar el comienzo de la retirada. El Atalanta nunca volvió a tener el control de la situación, por más que la lesión de Keylor y su sustitución por Rico le diera un poco de aire.
La entrada de Mbappé según salía el mejor jugador del rival reflejó el desequilibrio abismal que había sobre el campo. El mejor punta del mundo, que recién se recupera de una lesión de tobillo, no tardó en hacer estragos. Primero descuadró a Caldara, después dejó en evidencia a Palomino. Tres veces obligó a Sportiello a meter los guantes o los pies. El Atalanta ganaba en el marcador pero agonizaba en el campo de juego, arrasado por el impacto de Mbappé, cuando en el minuto 90, tras un centro de Choupo y un control de Neymar, cayó el primero, de Marquinhos. Tres minutos más tarde, con otro pase de Neymar y una asistencia de Mbappé el propio Choupo —un veterano de 31 años, invento de Tuchel— metió el gol definitivo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.