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La previsible factoría Kimmich

Reforzado en el modelo funcionarial que mejor representa su jugador bandera, el Bayern es el equipo más mecánico y regular de Europa desde el estallido de la pandemia

Kimmich dribla a Kovacic durante el partido contra el Chelsea en Múnich.
Kimmich dribla a Kovacic durante el partido contra el Chelsea en Múnich.PHILIPP GUELLAND (EFE)
Diego Torres

El Bayern que enfrentará al Barcelona en Lisboa en los cuartos de final de la Champions es un perfecto representante de su tiempo. Puesto a jugar, pesa más la institución, el modelo, el orden y la abnegación, que el talento individual que antaño marcó las diferencias en las sucesivas plantillas del club bávaro. A base de empuje y dinamismo se han convertido en el equipo más sólido de Europa desde el estallido de la pandemia. No han perdido en lo que va de año ni han sufrido un solo empate desde el 9 de febrero ante el Leipzig (0-0) y cuentan por goleada cada jornada de esta edición de la Champions.

En tiempos de puerta cerrada, incertidumbre e inconsistencia general, el Bayern compite como nadie, no porque tenga los mejores jugadores del continente sino porque es el mejor preparado para ajustarse a sus principios fundamentales. No existe un club en Europa con una dinastía de dirigentes más antigua y más experta. Desde el presidente, Rummenigge, hasta el entrenador, Hans-Dieter Flick —todos jugadores de la casa antes que gestores—, han montado una factoría de fútbol. Fiel a la tendencia industrial, el elegido por la directiva para ser la bandera bávara del proyecto es Joshua Kimmich.

Formado como mediocentro robabalones y ahora convertido en gran pensador, Kimmich impregna la filosofía de este Bayern. Como decía su descubridor, el director deportivo Michael Reschke: “Si le pides que atraviese una pared, él choca contra la pared”.

Pocas definiciones pueden cuadrar mejor a la naturaleza de este profesional humilde, fuerte y leal, que garantiza regularidad y al mismo tiempo encarna buena parte de las preocupaciones que inquietan a los técnicos de la federación alemana de fútbol. “Kimmich”, dice un analista de la DFB, “es hoy una referencia porque los volantes alemanes capaces de hacerlo todo bien han sufrido una involución”.

En términos históricos, Kimmich es la peor versión de una especie ilustre que declina desde hace tres décadas. La última gran hornada de centrocampistas alemanes completos, resistentes, hábiles, ingeniosos y disciplinados, se remonta a principios de los 90. Desde Littbarski, Hassler, Doll, o incluso Effenberg, los volantes germanos pierden atributos lentamente. Los técnicos de la DFB creían que en el viaje hacia la industrialización y el pensamiento unidimensional no se podía llegar más lejos que Bastian Schweinsteiger, sobrevalorado por el Bild, apodado Fussball Got, dios del fútbol, y exponente de los mediocampistas totales de la generación que ganó el Mundial de 2014. Hoy admiten que se equivocaron: Kimmich es incluso menos imaginativo que Schweinsteiger.

Preguntado por el hombre de moda, Philipp Lahm, el capitán del Bayern que levantó la última Copa del Mundo para Alemania enumera valores: “Joshua reúne cualidades típicamente alemanas: determinación, continuidad, disciplina, fortaleza mental y la voluntad de ganar”.

El contraste con Thiago

Lahm no dice nada del ingenio ni del criterio para decidir, cualidades propias de los mediocampistas más brillantes. No denuncia que muchas veces Kimmich coge mal el sitio, o prolonga la jugada cuando debe frenarla, la frena cuando debe acelerar, o se da la vuelta cuando tiene que conducir. Tampoco señala que le cuesta dominar el espacio y a veces ve líneas de pase donde no las hay. Kimmich tiene límites que procura compensar con su tremenda entrega y su inigualable regularidad, comportamiento que ha llevado a los dirigentes del club a preferirle antes que al impredecible Thiago, que sí posee la clase que a Kimmich le falta pero encaja peor en el espíritu de la factoría.

Ni Ancelotti ni Guardiola le antepusieron a Thiago, por no hablar de Alonso. De ahí su desplazamiento a la banda. “En los vídeos que vimos antes de ficharlo, jugaba en la Sub-19 de Busquets”, dice Domènec Torrent, que fue ayudante de Guardiola en el Bayern. “Se le ficha para jugar allí pero hizo el proceso al revés que Lahm, que era lateral derecho y terminó de mediocentro; Kimmich acabó jugando de lateral porque era muy disciplinado. Es un tío espectacular. Ha marcado un montón de goles de carrilero, te roba balones, es competitivo. Lo hace todo bien. Yo lo querría en cualquier equipo mío. Te soluciona cualquier problema”.

Kimmich, como este Bayern, no es el más deslumbrante de la historia. Pero refleja como nadie al batallón de operarios incansables que han hecho del equipo más poderoso de Alemania el mejor preparado del mundo para este fútbol de gradas vacías y caídas de tensión.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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