El silencio blanco ante el racismo
Todos sabemos lo que es la discriminación racial, pero yo no lo he vivido ni entendido realmente hasta vivir en Estados Unidos
Hace una semana que tenemos toque de queda aquí en Salt Lake City y en otras muchas ciudades del país. Toque de queda, como en las guerras. La muerte de George Floyd ha desatado las mayores protestas antirracistas desde el asesinato de Martin Luther King. Y no es para menos. El problema no es la brutalidad policial en su muerte, que evidentemente también, sino la repugnante frecuencia de estos casos. Y si esto ha pasado mientras se grababa, imagínense ustedes lo que pasa cuando no hay ni cámara ni testigos.
Este es un país herido de muerte, un país separado por un ellos y nosotros. Un país que basa su fuerza y su orgullo mirando hacia el exterior, hacia los problemas de fuera de sus fronteras; mientras, dentro la herida es tan honda que parece imposible de curar.
¿Se imaginan la necesidad de tener una conversación con sus hij@s de edad temprana para explicarles cómo deben actuar cuando les pare la policía —no es un “si les para”, sino cuándo, porque por el simple hecho de ser negro deben asumir que les pararán sí o sí—?; que da igual si sus amigos blancos hablan o se mueven, ellos quietos, callados, con la cabeza baja y con las manos a la vista. ¿Se imaginan que conduciendo un buen coche por el barrio en el que viven les paren para preguntarles, sin tono de pregunta, de dónde ha sacado ese coche y qué hace en ese barrio? ¿O que caminen de hoyo a hoyo en el campo de golf y le digan que tiene que salir del recinto, que es solo para socios, asumiendo que usted se ha colado allí aunque lleve siendo socio durante años? ¿Al entrar en un establecimiento le han seguido porque piensan que va a robar? ¿O mientras espera para entrar al servicio de un restaurante le han dicho que si puede limpiar uno de los baños que está sucio? ¿A su hija de seis años no le invitan a cumpleaños por el color de su piel y reniega de su pelo rizo porque le hace diferente?
Yo todo esto no lo he tenido que vivir, y ni siquiera me lo imaginaba, pero son algunas de las numerosas historias que durante estos días me han contado mis amigas y amigos negros. Situaciones reales que han tenido que vivir y sufrir en sus propias carnes, y que siguen viviendo diariamente.
Todos sabemos lo que es el racismo, pero yo no lo he vivido ni entendido realmente hasta vivir en Estados Unidos. Antes, lo poco que conocía era lo que veía en las películas, esas que creía que eran antiguas; pero esto no es una película, es la realidad diaria en 2020. Es la sociedad en que vivimos, dirigida y educada por un sistema racista.
Es el momento de ser antirracista, es el momento de actuar y de hablar, porque durante mucho tiempo nuestro silencio blanco ha sido cómplice de injusticias y asesinatos. Es el momento de escuchar, sin peros ni es que. Es el momento de educarnos, de informarnos y de entender por qué sucede esto. Es el momento de empatizar y ponerse en los zapatos del otro. ¡Y ojo!, porque nunca llegaremos a sentir realmente lo que sienten. Es el momento de aceptar que somos parte del problema, pero también de saber que debemos convertirnos en parte de la solución. Los derechos humanos fundamentales son innegociables. Y la mejor de las razones por la que salir a las calles.
A esas calles han salido ya algunas de las estrellas deportivas de este país. Todas ellas han alzado la voz para ser escuchados y seguidos, porque no nos olvidemos de que aprendemos a través de los que admiramos (padres, profesores, entrenadores, amigos...) y es ahí donde los deportistas pueden tener un gran impacto social. Y aquí en EE UU siempre lo han tenido claro; que se lo pregunten a Muhammad Ali, Tommie Smith y John Carlos, Kaepernick...
Por cierto, la Bundesliga está en marcha, y LaLiga, Premier y Serie A vuelven pronto. Por si a alguien le interesa algo de eso en estos momentos de pandemia por la covid-19 y un virus incluso peor, el que nos diferencia y se olvida de que somos todos de una misma raza, la humana.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.