Cómo hacer windsurf en la piscina de casa
La sevillana Blanca Manchón, campeona mundial, se entrena con y sin tabla lejos del mar
Cuando Blanca Manchón (Sevilla, 33 años) regresó de Australia, donde fue novena en la final del Mundial de la clase RS:X, tuvo tiempo para hacer “dos días de vida normal”. Llegó con su marido y su hijo a Sevilla, donde viven, deshicieron maletas y se marcharon al Puerto de Santa María, a su segunda casa, que linda con la de sus padres. La proclamación del estado de alarma le pilló allí, en su paraíso.
“Teníamos que comenzar una concentración de diez días, pero se lio todo y el lunes nos confinaron. Así que ya no me moví del Puerto”, relata en conversación telefónica. Entonces, todavía no se sabía qué iba a pasar con los Juegos de Tokio. Y a Manchón, seis veces campeona del mundo de windsurf, le entró la ansiedad. “El tercer día de confinamiento vi que esto iba para largo, así que como tenía el tráiler cerca, donde guardo las velas, las tablas y lo tengo todo almacenado, pedí un permiso especial para recogerlo y meter todo eso en el jardín de casa”. Asegura que se pasó semana y media ordenándolo todo. Y cuando terminó con las tareas de limpieza, se preguntó: ¿Por qué no me meto en la piscina y así me entreno imitando condiciones de poco viento?
Y se puso a hacer windsurf en la piscina.
“Pensaba en que los Juegos serían pronto y yo, sin entrenar. Sabía que no podía pasarme muchos días sin tocar el agua. Los que hacemos windsurf, las manos, por ejemplo, las tenemos todas con callos de agarrar la botavara. Así que si te pasas unos días sin coger la tabla luego se te llenan las manos de ampollas”, explica. Reconoce que ya se ha relajado un poco. Ahora que los Juegos están aplazados hasta el 2021 ya solo hace entrenamiento físico.
Hace unos años, su padre tuvo la genial idea de convertir el garaje en un gimnasio. Así que el confinamiento no le podía haber pillado en mejor lugar. “Lo tengo todo aquí para mantenerme en forma, tengo hasta el ergómetro. Además, estoy cerca del mar, aunque no lo veo. Y eso lo llevo fatal”, añade. Claro que mucho mejor eso que haber tenido que quedarse en su piso de Sevilla. “Me muero”, dice entre carcajadas. “Primero por el niño y luego por estar ahí, encerrada, sin nada”.
Su hijo Noah, de tres años, la mantiene más ocupada todavía: entreno, teletrabajo —Blanca y su marido tienen una empresa de entrenamiento personal y fisioterapia en Sevilla; ahora tratan desde casa con los clientes que estaban en rehabilitación— y, además, niño. Suerte que en el Puerto tiene a sus padres en la casa de al lado. “Nos vamos relevando. Porque Noah es súper activo, tiene muchísima energía. Nos va cansando a todos. Acaba el día y estamos todos muertos, pero él sigue vivo todavía”, añade.
Manchón lleva el confinamiento y el aplazamiento de los Juegos tan bien como puede. Está haciendo sesiones de psicología o repasando el reglamento con charlas a través de Skype, todo gracias a una propuesta de la Federación. En su día fue la primera seleccionada del equipo español de vela para Tokio 2020, pero no le angustia tener que esperar un año para estar en los que serán sus segundos Juegos —en Atenas 2004, con 17 años, fue la regatista olímpica española más joven—: “Ahora tengo un año más para mejorar y corregir errores”, señala.
Manchón, que es asmática, con lo que extrema las precauciones estos días, es tan consciente de lo que se pierde este verano como de lo acertada que fue la decisión del Comité Olímpico Internacional (COI). “Estos serán recordados como los Juegos del coronavirus. Llevábamos años trabajando con una planificación para estar bien este verano; y todo eso ya no sirve. No tiras el trabajo por tierra, pero el objetivo se ha perdido. Y yo ya no tengo 20 años, no me recupero tan bien como antes. Pero tal y como está el país el deporte es lo último que importa”. Ella, además, se siente una privilegiada “por pensar solo en el deporte y no en ningún familiar que esté malito”. Y porque ya sabe lo que es pasarlas canutas.
Cuando se quedó embarazada, en 2016, perdió a sus patrocinadores principales. Estuvo un año sin competir. Sin ingresos. Perdió la forma física. Y ganó el Mundial en 2017. “Ahora todos mis patrocinadores me han dicho que palante, que seguirán un año más conmigo. Así podré planificarme el año como quiera”.
Y si hace falta, volver a meter la tabla de windsurf en la piscina de casa.
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