El Atlético cree en los milagros
Dos goles de Llorente y otro de Morata, todos en la prórroga, eliminan al Liverpool y clasifican a los de Simeone tras resistir un asedio tremendo del campeón, frenado por un fabuloso Oblak
Después de un ejercicio de supervivencia extremo que le llevó a la prórroga. Después de verse eliminado a los cinco minutos del alargue. Después de sufrir un asedio de 34 remates, el Atlético heló Anfield en una noche histórica con dos goles de Marcos Llorente. Si su padre apagó el estadio del Oporto en 1987 con el Madrid, él puso su pica para la eternidad y para el Atlético nada menos que en un recinto mítico. El templo del vigente campeón de Europa. Lo hizo con dos latigazos dañiños desde la frontal del área. Dos tiros traicioneros en la prórroga que le dieron el pase a los cuartos al Atlético de Simeone, que suma otro capítulo más a su historial de imposibles, coronado con el gol del triunfo de Morata, asistido por el propio Llorente. A reventar, quizá en uno de los últimos partidos a puerta abierta que se disputen en varias semanas por la pandemia del coronavirus, en Anfield también suena intimidante el Thunderstruck de AC/DC. Tronó antes de que el emotivo You’ll Never Walk Alone anunciara el infierno y el comienzo de la batalla. A su trinchera incorporó Simeone a Diego Costa, su guerrillero más cualificado para este tipo de escenarios.
Arrinconó el cuatrivote, como en el Metropolitano, le siguió dando vuelo a Correa y situó a João Félix al cobijo de Costa, con el que se siente más a gusto. El Atlético sorprendió jugando en corto el saque inicial. Trenzó una jugada corta, pero afilada por João Félix con un giro y un toque filtrado para el desmarque de Costa. La jugada le retrató. Estuvo punzante para aparecer, pero remató forzado y cruzado por falta de aceleración para haber avanzado más y encarar a Adrián. Su siguiente acción también definió su papel. Le dio un empujón por la espalda a Van Dijk para anunciarle un duelo particular.
Ese arranque no fue más que un amago para lo que vino después. Klopp también había preparado su sorpresa dejando a Fabinho en el banco y subiendo de revoluciones el juego interior con Oxlade-Chamberlain. Fue una apuesta a un ritmo vertiginoso. A una manera de entender el juego sin tregua. Ir, ir y volver a ir. A la presión y a los costados. Sobre todo al derecho. Allí se plantó Salah con Robertson y se dispusieron, con la ayuda de Oxlade, a protagonizar ráfagas de carreras y centros en velocidad. Un chorro de córners fue lo que obtuvo el Liverpool de su intento por perforar la defensa del Atlético. Pareció cómodo el equipo de Simeone en esos primeros arreones, con Savic y Felipe como hombre frontón. El ejercicio de resistencia numantina fue descarado. No había un gramo de toque en su juego. No le duraba la pelota dos pases. De nuevo, el planteamiento volvió a cuestionar si el presupuesto y las inversiones realizadas se pueden conjugar con esa propuesta tan rudimentaria y simple. Otra vez, como en Turín, todo fiado a los saques largos de Oblak y a las peinadas de Saúl.
Si no hizo más daño el Liverpool fue porque es cierto que a sus volantes les cuesta crear en ataque posicional. Con todo, Oblak tuvo que responder a un disparo de Alexander-Arnold, a un cabezazo de Firmino y a un remate a bocajarro de Mané. No había manera de que el Atlético saliera de la cueva. Se parapetó allí sin rubor, esperando que el gol de Saúl en el Metropolitano fuera su salvación. Parecía conformarse con sentirse vivo defendiendo la exigua renta con la se presentó en el ruidoso estadio del campeón. El volcán local no cesaba. A veces, parecía ir acorde con las intermitentes y violentas mantas de agua que desprendía el encapotado cielo de Liverpool. Grogui, sin respuesta, el castigo del gol le llegó a los de Simeone tras un centro desde la derecha de Oxlade-Chamberlain. La rosca la reventó Wijnaldum con la testa. Nada pudo hacer Oblak, erigido ya en el mejor jugador de su equipo. El tanto fue muy dañino por la cercanía del intermedio. La reanudación fue una continuación. El campeón volvió a ser un martillo pilón. Oblak sacó las manos a disparos de Oxlade y Arnold. Una maniobra de Salah en el costado del área, gustándose más como extremo que como finalizador, terminó en un centro que Robertson estrelló en el larguero. El volumen de juego de los laterales del Liverpool también explicó el partido que jugaban unos y otros. Si en el Atlético no había señales en ataque de Trippier y Lodi, la pareja de Klopp fue un torbellino. Hasta que el cambio de Llorente por Costa le dio al Atlético fuelle.
El Liverpool perdió gas en el último tramo del segundo tiempo. Un par de disparos centrados de João Félix sacaron al Atlético del agobio al que trataba de sobrevivir. También, el equipo de Klopp pasó a jugar con menos ímpetu. Pero le dio para que Mané y Salah, toda la noche con la cintura suelta, rozaran el gol antes de la prórroga. Un cabezazo de Saúl en el último suspiro fue anulado por fuera de juego y silenció Anfield por primera vez. El alargue también lo inició avasallando el Liverpool. A los cuatro minutos, Firmino remachó su propio testarazo previo que había enviado al palo. El tanto pareció desatar la apisonadora ofensiva que es el campeón. Pero esos dos disparos esquinados de Llorente la paró en seco y congeló Anfield.
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